pasaia. Había vida bajo los escombros: pajarillos, mascotas que salían indemnes días después del devastador incendio. Fue la de ayer una jornada cargada de emoción. Los vecinos de los dos inmuebles arrasados por el fuego en el distrito pasaitarra de Trintxerpe tuvieron ocasión por fin de acceder a sus pisos. Era la primera vez que lo hacían. Afortunadamente, las caras de preocupación dieron pie a pequeños momentos de alegría. Este periódico pudo retratar el antes y el después de Francisco Ventoso, de 46 años, un panadero que se reincorpora la semana que viene al trabajo sin saber qué será de su vida. Hacia las 10.30 horas aguardaba la orden de entrada junto al precinto policial. Manos en los bolsillos, cara descompuesta. "¿Ojeras? Qué te voy a decir, duermo mal, y hay una hipoteca por pagar", decía este pasaitarra, que el jueves protagonizó una sentida intervención al exponer a la alcaldesa de Pasaia y al diputado general su incierto futuro tras haberlo perdido todo. "Paco, ¿qué tal estás?", le preguntaba un amigo poco antes de entrar en el piso. "Ya ves, ropa para la niña y poco más. ¿Que puedo esperar". Poco después subía al 2ºA del portal 5.
Al cabo de una media hora, una sonrisa cruzaba el rostro cansado de Ventoso, como puede apreciarse en la imagen que ilustra estas líneas. Sin apenas poder contener las lágrimas, describía el interior de su vivienda. "Cuando he entrado se me ha caído el alma a los pies. Las guitarras, televisores destrozados, el techo desplomado.... Pero al final me conformo con pequeñas cosas. Me conformo que con que haya podido rescatar ropa de mi hija, el muñeco que quería, así como los pájaros, que están todos vivos", decía el hombre, con el trino de sus jilgueros de fondo. "Puede parecer algo insignificante, pero para mí es algo muy grande. Que haya podido coger ropa de mi hija es lo mejor? Gracias", confesaba antes de romper a llorar. Ventoso se alejaba del recinto policial en dirección a los suyos, cargando en la furgoneta cuanto pudo recuperar. Un silencio se adueñaba de la zona, un silencio que invitaba a reflexionar sobre el extraordinario valor que llegan a alcanzar las pequeñas cosas en las grandes tragedias.
lo que escondía la fachada Los operarios han trabajado estos días contra el reloj para mitigar la angustia de las familias de los números 5 y 7 de la calle Euskadi Etorbidea. Personas que brindaban con champán, deseándose lo mejor para el nuevo año, cuando se vieron sorprendidas por lenguas de fuego que les obligaron a salir con lo puesto. Desde entonces, su vivienda se había convertido en una fachada. ¿Qué escondía? ¿Cuál era la verdadera dimensión del destrozo? Uno a uno, y desde las 9.00 horas, los vecinos fueron entrando en sus viviendas, acompañados por bomberos y técnicos municipales. Cruzaban los dedos. Contenían la respiración.
Encogía el corazón ver a padres de familia salir poco después de los escombros con cuadros de sus niñas, algo de ropa y poco más. Era el caso de Juan José Campos, que el día anterior hablaba con este periódico sin saber todavía siquiera si iba a poder entrar a su casa, en el segundo piso del portal 5, el más afectado. "Tío, ¿te ayudo con las bolsas?". Los instantes previos fueron tensos. Las sobrinas de Campos desplegaban unas bolsas que nadie sabía si llegarían a contener alguna pertenencia.
Media hora después de entrar en el piso, el pasaitarra salía de nuevo a la calle. "Está todo destrozado", reconocía con la mirada castigada, vestido con un chaleco reflectante y casco. Bajo su brazo, un cuadro de su hija Nahia, de ocho años. Su sobrina lloraba en ese instante. "Me había propuesto salvar el queque de la pequeña, pero no ha podido ser", se lamentaba el hombre en alusión al muñeco al que tanto cariño le tenía su hija de ocho años. El saxo de Nahia sí apareció, no así la trompeta de su padre, músico de la fanfarre de San Pedro. Toda una vida contenida en apenas dos bolsas, con algo de ropa y poco más. Doce años de recuerdos que, como sus viviendas, se han venido abajo tras el impacto de una bengala náutica en Nochevieja cuya procedencia investiga la Ertzaintza, y que ha dado rienda suelta a los rumores de los vecinos, que apuntan a un varón de unos 42 años como posible autor de los hechos. La Ertzaintza continúa con la investigación policial.
"Está todo destrozado; quería recuperar el muñeco de Nahia pero no ha podido ser"
juan josé campos
Vecino del inmueble más afectado. 40 años
"Cuando he entrado
se me ha caído el alma a los pies, al ver todo el techo desplomado"
francisco ventoso
Vecino afectado, de 46 años