Pasaia. Euskadi Etorbidea, la arteria central del distrito pasaitarra de Trintxerpe, fue escenario ayer de dos incendios que ocurrieron en apenas un intervalo de once horas. El más grave se inició tras las campanadas y ha dejado a más de 40 familias bajo la amenaza de quedarse sin casa. La primera noche del año se convirtió así en un mal sueño para los afectados, que esperan conocer hoy cuál ha sido el alcance real de los daños y si podrán recuperar sus pertenencias o, al menos, parte de ellas. Fue una terrible pesadilla, sobre todo para los vecinos de los portales 5 y 7, ya que el Ayuntamiento baraja derribar ambos edificios. Afortunadamente, salvo algunas intoxicaciones, no hubo que lamentar daños personales.

El fuego que afectó a estos inmuebles centenarios comenzó minutos después de las campanadas en la parte trasera del tejado del número 5. El origen: material pirotécnico. Las fuentes oficiales no confirmaban ayer si fue debido a una bengala de barco, como denuncian los vecinos y testigos.

Según explicaba el responsable de los bomberos a este periódico, "el fuego corrió por la parte interior y se trasmitió a la cubierta del número 7, porque los dos están unidos bajo tejado". La estructura de madera que ambos edificios comparten propició que el desastre se extendiera a ambos y será determinante en el futuro que les espera. "La solución de uno será la del otro", aseguraba ayer apesadumbrada la alcaldesa pasaitarra, Amaia Agirregabiria.

La celebración de la Nochevieja se truncó en cuestión de minutos. Con gritos se fueron alertando unos a otros y los vecinos salieron de sus casas con lo puesto. Muchos, incluso, en pijama o en bata.

La labor de los bomberos, que se vio entorpecida por la falta de agua en algunos momentos -como confesó el propio responsable de los equipos cuando se reunió con los afectados- no evitó que las llamas consumieran las plantas más altas de ambos inmuebles. Horas después, los rostros de los profesionales denotaban el cansancio de una noche en vela y la impotencia por encontrarse de frente con los caras desencajadas de los vecinos.

Las casas de familiares y amigos sirvieron de refugio durante la noche, aunque una veintena de personas, la mayoría de edad avanzada, fue alojada en un improvisado albergue que instaló la DYA en la Tenencia de Alcaldía, el cuartel general desde donde se coordinó el operativo para atender a los vecinos. Este espacio recibió a los inquilinos desalojados, quienes se reunieron con la alcaldesa, el arquitecto municipal y los bomberos. Parte de los afectados se encontraba todavía con el traje de fiesta, mientras que otros llevaban la bata de casa puesta. Las lágrimas de desahogo y rabia se contagiaban en los cansados rostros de los vecinos y familiares que les acompañaron.

Visiblemente afectada, la alcaldesa confesaba que se "baraja la posibilidad de derribar" los dos edificios más dañados, aunque no será hasta hoy cuando se comunique la decisión definitiva.