MADRID. De esta forma, explica Pilar de Lucas, presidenta de la sociedad, los riesgos en cuanto a la "toxicidad" provocada por falta de control de los componentes de los líquidos o por manejo inadecuado de las distintas partes del cigarrillo "podrían ser evitados".

"Separ considera que, ante las dudas que plantea la formulación de los cigarrillos electrónicos, su regulación como medicamento facilitaría que se evaluara de forma científica la eficacia y la seguridad de uso del producto, y obligaría a que su producción estuviera sometida a intensos controles de calidad", precisa.

Según Segismundo Solano, coordinador del Área de Tabaquismo de Separ, así se controlaría "su consumo, dónde y cómo"; se velaría por unos estándares de calidad y se facilitaría la investigación científica y médica de este dispositivo.

El doctor entiende que "sin duda puede ofrecer ventajas frente al consumo de tabaco tradicional y tiene aspectos que pueden ser positivos en procesos de deshabituación".

Los neumólogos denuncian que aún existen importantes vacíos de conocimiento en torno al cigarrillo electrónico, por ejemplo, en cuanto a los efectos a medio y largo plazo de sus ingredientes.

Contiene diversas sustancias químicas que son vaporizadas y llegan directamente a los pulmones, unas que contiene el líquido y otras que se producen a consecuencia de su calentamiento y aparecen en el vapor.

Las más habituales en el líquido son propilenglicol, glicerina y nicotina. "Cabe señalar que algunas marcas no contienen nicotina y que las que la contienen lo hacen en menor porcentaje que en los cigarrillos habituales", indica el experto.

El propilenglicol y la glicerina son inofensivos cuando son utilizados por vía oral. No obstante, cuando se usan por vía inhalada "su inocuidad no ha sido claramente demostrada", explica Carlos Jiménez, director del Programa en Investigación en Tabaquismo.

En cuanto al vapor se ha detectado formaldehído, acetaldehído y acroleínas, presentes en el humo de los cigarrillos manufacturados, aunque en mayor cantidad que en los electrónicos.

También se localizan metales como cromo, plomo y níquel, en este caso, en niveles más elevados que los detectados en el humo de los cigarrillos, siendo estas sustancias calificadas como carcinogénicas sin determinar un umbral de seguridad para su consumo.

Algunos estudios han encontrado que los cigarrillos electrónicos, tanto los que contienen nicotina como los que no, pueden ayudar a dejar de fumar y aliviar los síntomas del síndrome de abstinencia e, incluso, su papel como tratamiento en la reducción del daño que provoca el tabaco.

Como explica Jiménez, estos estudios tienen importantes "deficiencias" metodológicas que no permiten obtener conclusiones fiables como tratamiento para dejar de fumar.

"Además hay que evitar la posibilidad de que la utilización de este tipo de dispositivos disminuya la motivación para dejar de fumar", añade el portavoz de Separ.

Otro problema que presentan los cigarrillos electrónicos es que aunque son utilizados principalmente por fumadores que quieren dejarlo, por quienes quieren reducir el consumo o por exfumadores, un pequeño número de no fumadores también los consume.

Entre este grupo se encuentran por una parte los menores (un 3 %-5 % de jóvenes no fumadores lo han utilizado en alguna ocasión) y no fumadores que se inician así en el consumo de tabaco.