Gasteiz. Sería fantástico que este día de recuerdo no existiera por falta de motivo sustancial, pero un año más, el 25 de noviembre se levanta ante la sociedad como banderín de enganche para hacer frente a la violencia que se ejerce contra las mujeres; sí contra las mujeres de manera específica. Porque violencias hay muchas, pero quizás ninguna tan sesgada, tendenciosa y específica como la que se ejecuta contra las mujeres por el hecho de serlo. Seguramente a todas y todos nos gustaría que en esta cruenta batalla las puertas del templo de Jano, el dios de las dos cara, se cerraran porque la guerra hubiera finalizado, pero nada parece indicar que este tipo concreto de violencia esté en la senda de su desaparición.

Si en 2012 en el Estado fueron asesinadas 52 mujeres, en lo que llevamos de año van 44 muertes reconocidas; alguna menos para el optimismo, un número aún elevadísimo para los más realistas. Algo parecido se observa al analizar los datos de violencia física, psicológica, sexual o de amenazas con coacción, se lleguen éstas a cumplir o no. Durante los diez primeros meses de este año, la Ertzaintza ha dado protección activa a casi cinco mil mujeres. Las medidas varían en función del riesgo y de las circunstancias concretas de cada víctima y van desde la formación en fórmulas de autoprotección hasta el establecimiento de un sistema de seguridad para la víctima mediante escolta personal.

Trabajo y autoestima Desde la Fundación Adecco, su II Informe Violencia de Género y Empleo ofrece unos datos desalentadores: el 65% de las mujeres víctimas no tenía empleo en el momento de ser agredidas. Una conclusión se dibuja con claridad: el empleo es, probablemente, la principal herramienta para combatir la violencia de genero, ya que dota de autoestima a la víctima y le proporciona la autonomía e independencia necesarias para superar esa difícil situación. Pero tal vez uno de los datos más desalentadores ofrecidos es que desde el año 2008 se viene registrando una caída interanual en el número de denuncias por este tipo de violencia. Si en 2008 se registraron 142.125, en 2012 la cifra bajó hasta el 128.477, una caída del 9,6%. Solo entre 2011 y 2012 el descenso fue del 4,1%.

Hay datos para la esperanza, porque el problema está bien detectado y bastante bien analizado en sus factores y consecuencias. Factores como el nivel de instrucción, haber sufrido maltrato infantil, haber visto violencia en casa o su aceptación, consumo excesivo de alcohol, desigualdades de género, sean familiares, sociales o laborales? O sus consecuencias, tanto en lo que atañe a los derechos humanos como en lo concerniente a las secuelas de salud pública, sea física, mental sexual, reproductiva o de otro tipo.

Desde el entorno íntimo Pero conocido todo lo anterior, esta violencia da la imagen de ser inexorable, porque se sigue ejecutando de modo directo sobre todo desde el entorno más íntimo, en porcentajes cercanos al cien por cien desde la pareja o expareja. Algo más entre las mujeres extranjeras, lo que no es consuelo porque son mujeres con todos los derechos como las demás y porque muestra nuestro propio fracaso al tratar de evitar esta violencia. Y más lacerante es que en el análisis de esta violencia no se encuentre una franja de edad que corresponda a un antes y un después de los planes escolares de estudio en igualdad, o a un antes y un después de la ley de igualdad o contra la violencia de género. Desde la Fundación Adecco muestran su preocupación porque finalizarán el año con 121.964 delaciones, un mínimo histórico que representaría la cifra más baja del último lustro.

Irrupción de los jóvenes Los adultos-jóvenes de entre 20 y 40 años han irrumpido en este mundo de violencia doméstica, física, sexual y psicológica de género contra las mujeres como si su educación ¿igualitaria? y la ley no fueran con ellos. Preocupante. "Por eso hay que reivindicar políticas donde los chicos asuman su responsabilidad; todos, no solo los maltratadores, porque ellos forman parte del colectivo masculino", explica la psicóloga clínica Norma Vázquez. "Tampoco hemos de rasgarnos las vestiduras cuando aún hoy se fomenta al chico malote como el más guay de la cuadrilla. No es de extrañar las actitudes violentas de nuestros adolescentes. Se les sigue educando en unos roles totalmente machistas", añade en declaraciones a DNA.

Los cambios conductuales no parecen marchar tan rápidos como el deseo de que no se ejerza ningún tipo de violencia, sea física, psicológica, sexual o de amenaza ni en público ni en privado contra la mujer. Algunos buscan la solución en la ley; no parece suficiente. Otros en la escuela; al parecer con resultados mediocres. Es posible argüir que mientras haya desigualdad social tanto privada como pública por razón de género habrá violencia. Seguramente. Quizás debiera intentarse más en la familia; o tal vez mucho más en el entorno social de las relaciones que se establecen entre los jóvenes y adolescentes. Todo sea porque no muera ni sufra ni una mujer más por esta violencia.

La psicóloga clínica anima a las mujeres -que todavía continúan viviendo, bien por sus hijos o por el que dirán, con su maltratador- a que den el paso y salgan del infierno. "Que dejen atrás las palizas, las vejaciones y humillaciones porque, aunque les resultará difícil, es posible comenzar una nueva vida. Miles de mujeres lo han logrado. Para ello las instituciones deben ampliar los servicios", remacha Vázquez.