Tacloban. Madres con bebés en brazos y niños harapientos forman parte de las decenas de miles de afectados por el tifón Haiyan que ayer, hoy y mañana continuarán suplicando por llevarse a la boca algo de comida y de agua. La Unión Europea y varios países han enviado ayuda y equipos médicos a la isla de Leyte y otras zonas afectadas, aunque la asistencia está llegando con cuentagotas y se antoja insuficiente, dada la magnitud de la catástrofe humanitaria.
Ayer, por ejemplo, cuando dos aviones de las Fuerzas Armadas de Filipinas llegaron al aeropuerto de la devastada ciudad de Tacloban, la más afectada en Leyte, soldados y policías se tuvieron que esforzar para evitar que una avalancha de damnificados subieran a los aparatos para ser evacuados. Las madres elevaban a sus bebés en medio de la lluvia para conseguir entrar primero, aunque pocos pudieron embarcar en los aviones C-130.
"Les supliqué a los soldados. Me puse de rodillas y supliqué porque tengo diabetes", relataba Helen Cordial, una de las supervivientes del tifón, al canal local de televisión GMA. "¿Quieren que muera en este aeropuerto? Tienen corazones de piedra", lamentaba. Taclobán, de la que sólo queda en pie menos de un 30% de los edificios, es un paraje desolador. Permanecen en pie los edificios de ladrillo y hormigón. El tifón se llevó los techos de chapa y arrancó del suelo las chabolas de las barriadas.
Una vecina de Tacloban recordaba cómo ella y sus tres hijas menores de edad tuvieron que agarrarse a una viga del techo cuando el nivel del agua empezó a subir de forma preocupante. Ahora viven hacinadas en la casa de un vecino junto con otras 30 personas que lo han perdido todo. "Aquí no hemos visto a ningún equipo de rescate. Nadie nos ha ayudado", denunciaba.
El hedor provocado por la descomposición de los cadáveres ahoga esta ciudad donde decenas de miles de supervivientes tienen que dormir bajo la lluvia a la intemperie y hacer largas colas para obtener la ración de arroz que reparten los soldados. El primer ministro, Benigno Aquino, ha declarado el estado de calamidad nacional y enviado soldados para garantizar la seguridad, aunque las prioridades son llevar alimentos y medicinas a las víctimas.
Lo peor está por venir "Es abrumador. Necesitamos más medicinas. No podemos proveer más vacunas contra el tétanos porque se nos han agotado", comentaba Antonio Tamayo, capitán de las Fuerzas Aéreas filipinas. Tétanos, contusiones, gripe, el cólera y traumas psicológicos son algunos de los desafíos sanitarios que tienen que afrontar los servicios de emergencia, que empiezan a recibir la ayuda de la ONU y agencias de cooperación.
Médicos Sin Fronteras (MSF) indicaba que pese a las dramáticas imágenes que llegan de las zonas afectadas, lo peor puede estar por venir ya que hay cientos de pueblos que han quedado aislados en la isla de Leyte. "Lo que no vemos es lo más preocupante", describía la doctora Natasha Reyes, coordinadora de MSF en Filipinas. Miembros de los equipos de ayuda humanitaria de Cáritas que pudieron acceder a las zonas siniestradas, como Rey Barnido, explicaba que "el hospital está desbordado de pacientes que necesitan ayuda. Hay muertos por todas partes. No hay agua ni energía. Los voluntarios tratan de gestionar este desastre. Es como si hubieran lanzado bombas nucleares", describía.
John Ging, de Naciones Unidas, confirmaba que "a medida que tenemos más acceso [a otras zonas] encontramos más y más gente muerta por el tifón". El número de muertos dejados por Haiyan supera ya los 1.700, según fuentes oficiales, y no deja de aumentar casi al mismo ritmo que la desesperación entre los supervivientes que protestan ante la escasez de víveres y cobijo.