La alcaldesa no había cumplido un año en el sillón de la alcaldía, vacante con la marcha de Alberto Ruiz-Gallardón al ministerio de Justicia, cuando se encontró con una de las crisis más duras de afrontar, la muerte de Rocío, Cristina, Katia, Belén y Teresa. El mismo 1 de noviembre con los cadáveres de tres chicas aún calientes y dos (una de ellas menor de edad) agonizando en el hospital, la alcaldesa de Madrid no dudó en irse a un spa de lujo en Portugal con su marido, José María Aznar, para disfrutar del puente festivo. La tragedia ha provocado tres remodelaciones en tan solo cien días en el Gobierno de Ana Botella que afectaron a tres de sus siete concejales, todos ellos hombres "fuertes" de la alcaldesa. Desde los sucesos en los que murieron las cinco jóvenes, Botella ha perdido sucesivamente a su delegado de Economía y Empleo, Pedro Calvo; a su vicealcalde, Miguel Ángel Villanueva, y a su responsable de Medio Ambiente -de Seguridad en la fatídica fecha-, Antonio de Guindos. Sin embargo, pese a la petición unánime de la oposición, ha rechazado dimitir y ni siquiera declaró en la comisión de investigación de perfil bajo que creó el Ayuntamiento de Madrid para analizar lo sucedido. Su gestión ha quedado marcada y si pensaba que el tiempo lo cura todo, ayer tuvo un botón de muestra. Asistió a un homenaje a las víctimas y fue abucheada e increpada: ""¿Qué haces aquí? ¿Limpiarte la cara, la imagen y la conciencia?", le espetó un joven estudiante.
Nada hacía suponer que la rápida reacción del Ayuntamiento de Madrid tras conocer que varias jóvenes habían sido aplastadas mortalmente pasaría factura al que hasta entonces era el hombre fuerte de Botella, el vicealcalde de Madrid, Miguel Ángel Villanueva. El edil, amigo íntimo del promotor de la fiesta, Miguel Ángel Flores, formaba parte del núcleo duro de los gallardonistas pero supo ser el brazo de hierro en el que se sujetaba Botella en sus primeros meses al frente de Cibeles. Las declaraciones de Villanueva pocas horas después de la tragedia en las que aseguraba que no hubo exceso de aforo -"Madrid Arena tiene capacidad para 10.600 localidades y se vendieron (según la organización del promotor Miguel Ángel Flores) 9.650"- le costaron su carrera en el Ayuntamiento. Y es que en esas primeras horas, Villanueva prefirió ponerse del lado de su amigo promotor y sostuvo la tesis de una bengala como causa principal de la avalancha. Su dimisión llegó con el nuevo año. El 9 de enero, Villanueva se la presentaba a la alcaldesa y dejaba atrás todos sus cargos en el Ayuntamiento, incluido el acta de concejal. Lo hacía "con la conciencia tranquila", asegurando que el tiempo "pone a cada uno en su sitio" y que las únicas víctimas fueron las que no salieron con vida del aplastamiento del Madrid Arena. Atrás quedaba el respaldo de Botella pocos días después de la tragedia, cuando destacó de él su "rigor y responsabilidad".