gasteiz. Se divorció hace siete años cuando la custodia compartida no estaba en el debate social. "No solo eso, sino que estaba muy mal vista. A la mujer que apostaba por ella se la veía mal. Era como si estuvieras renunciando a tus hijos", explica Guadalupe Ucar, a quien le llegaron a tachar "hasta de mala madre", mientras añade que "la custodia monoparental es un régimen de custodia muy machista", sentencia.

En el momento de la separación sus hijas tenían 8 y 3 años y en principio la custodia recayó en el padre, aunque luego acordaron de mutuo acuerdo convivir los dos con ellas.

"Él se quedó con la casa familiar y yo me busqué otra muy cerca y convivimos en el mismo pueblo, Lizarra. Hace dos años cambiamos el régimen de custodia compartida. Ahora las niñas están una semana con cada uno de nosotros. Los gastos siempre han corrido a medias; ha sido una custodia compartida casi al 50%", reconoce con satisfacción. Al divorciarse, Guadalupe tuvo que empezar de cero. Trabajaba exclusivamente en el hogar y debió buscarse la vida. "Ahora trabajamos los dos, cada uno tiene su nivel de vida, pero mantenemos a nuestras hijas el padre y la madre", dice, al tiempo que añade que se considera una defensora de los niños y niñas y del derecho de las mujeres a ejercer como profesionales, madres y como mujeres.

Considera que las sentencias de custodia son casi siempre a favor de la madre por desconocimiento de los padres. "Hasta hace muy poco eran los propios abogados los que aconsejaban a los progenitores que no solicitaran la custodia porque sería desestimada de facto; que el juez se la iba a denegar. Por eso muchos padres se echaban para atrás. Afortunadamente esto está empezando a cambiar, porque desde hace muchos años a nadie le sorprende ver a un padre dándole un potito en el parque a su bebé, ni llevarle al pediatra. ¿Por qué nos tiene que sorprender que tras un divorcio ese padre quiera seguir estando presente en la vida de su hijo?", se pregunta Guadalupe Ucar.

como arma arrojadiza Sobre las opiniones de distintos colectivos que dicen que tras la custodia compartida se esconden otros objetivos no tan loables como el bienestar de los vástagos: la vivienda familiar o la eliminación de la pensión alimenticia, Ucar reconoce que cada pareja es un mundo. "Lo que hay que hacer es fomentar la mediación y el diálogo. Cuando te estás separando/divorciando los adultos nos llevamos fatal. Lo que hay que poner en esa pirámide es a los hijos. Y si la casa hay que liquidarla, se liquida, y si no se mantiene. Eso ya es un pacto entre personas adultas, dejando al margen a los menores y sin utilizarlos como arma arrojadiza que, por desgracia, es lo que se suele hacer y creamos niños con problemas y no porque los pequeños los tengan al divorciarse sus padres, sino porque sus padres se odian y los están utilizando para atacarse mutuamente", sentencia.

Guadalupe Ucar confía en que el Parlamento Vasco sea sensible a la custodia compartida y que posibilite una Ley que no protocolice la custodia monoparental, sino el derecho del menor a convivir con su madre/padre tras el divorcio o la ruptura. "Para que esto ocurra tiene que haber una ley que deje eso bien sentado. En principio, la custodia compartida tiene que ser la norma preferente, no obligatoria. No como hasta ahora que se otorga normalmente a una parte, a la madre por norma preferente. Creo que debemos abrirnos y adaptarnos a los tiempos. Abogo por una ley que obligue a los progenitores a ponerse de acuerdo. Francia tiene la ley que solicitamos hace ya muchísimos años y está funcionando", explica, al tiempo que añade que Euskadi se merece una ley avanzada. "Ya es hora de que los políticos legislen sobre algo tan delicado como esto", remacha.