EN la madrugada de hoy sábado a mañana domingo hay que retrasar los relojes una hora, a las 03.00 serán las 02.00, con lo que se volverá al horario oficial de invierno y se dejará atrás el de verano, un horario que, aunque con intermitencias, se adoptó en España a principios del siglo XX para tratar de lograr un ahorro de energía.

Si bien oficialmente el otoño, con una duración de 89 días y 20 horas, comenzó el 22 de septiembre, el verdadero final del verano parece no llegar hasta que comienza el mal tiempo -ya aquí- y se cambian los relojes. Cuando se toquen las agujas o botones, España, y unos 48 países más, dejarán atrás la hora de verano para volver a la de invierno.

Aunque la idea del aprovechamiento diurno de luz natural fue planteada en el XVIII por el científico y diplomático estadounidense Benjamín Franklin, el período de hora de verano se aplicó por primera vez durante el transcurso de la I Guerra Mundial, para mantener las fábricas abiertas una hora más.

Pere Planesas, del Observatorio Astronómico Nacional, explica que esa medida excepcional que tomaron los gobiernos alemán y austrohúngaro en abril de 1916 fue adoptada en ese mismo año por Holanda, Reino Unido, Francia y Portugal; otros lo harían después. En España, la hora de verano se aprobó por primera vez en 1918, aduciendo la escasez de carbón tras la I Guerra Mundial.

Tanto en nuestro país como en otros, el horario de verano se aplicó al principio de manera intermitente. En España, por ejemplo, un día después de la proclamación de la Segunda República, el Gobierno provisional anuló la medida y en 1937 y 1938 los dos bandos contendientes en la Guerra Civil establecieron horarios de verano, aunque en distintos períodos, según Planesas.

La recuperación de la costumbre de adelantar el horario oficial comenzó a generalizarse, aunque de forma desigual, en 1974 cuando se percibieron los efectos de la primera crisis del petróleo.

El hecho de introducir dos veces al año un cambio de hora ha suscitado protestas de agricultores y ganaderos, por sus repercusiones biológicas y económicas, y reticencias en ciudadanos que hablan de efectos físicos y psicológicos -los expertos insisten en que estos son mínimos y pasajeros-. Los cambios de hora han sido objeto de investigaciones y ninguna ha sacado conclusiones determinantes ni sobre cómo afecta al organismo ni sobre el ahorro energético.

Planesas señala, en un artículo en el Anuario del Observatorio, que precisamente la justificación para establecer y mantenerlo es el supuesto ahorro energético. Sin embargo, no ha quedado demostrado, insiste, que el ahorro sea significativo -desde al menos 10 años en España se cifra el ahorro potencial en 90 millones de euros en los hogares españoles (2 euros por persona), un 5 %-.

ocio Otros países europeos evalúan su ahorro en energía eléctrica en menos del 1%. En los 30, en EEUU se habló del placer de disponer de una hora más de sol y del aumento en las ventas de equipos de deporte.

Análogamente, hoy, el principal argumento esgrimido para mantener el horario de verano parece el de facilitar las actividades de ocio.

La próxima madrugada dejaremos pues atrás este horario veraniego, sin tener claras sus ventajas.

España volverá a su horario de otoño e invierno, con un horario adelantado en una hora con respecto al huso horario que le corresponde. Y es que en plena II Guerra Mundial, Franco decidió mover los relojes para alinearse con Alemania. Ahora se abre un debate sobre la conveniencia de que España tenga un horario como el de Gran Bretaña y Portugal, lo que, según expertos, ayudaría a racionalizar horarios.

Esta es otra cuestión; por ahora lo que está claro es que mañana hay que mover los relojes para dejar "definitivamente el verano", lo que puede trastocar más a niños y mayores, pero, en todo caso, poco a todos. El culpable es el hipotálamo, que se "acoplará" en cuestión de días.