gasteiz. Según el director de Asistencia Sanitaria del ente público, se trata de un plan "que recoge todo lo bueno realizado hasta ahora" en Osakidetza y que añade cuatro nuevas líneas de actuación que buscan minimizar los "efectos adversos" que pueda tener la atención sanitaria sobre sus pacientes. Éstas son, en concreto, la identificación inequívoca de los usuarios del sistema, la conciliación de la medicación para evitar interacciones negativas, la implicación del paciente en su seguridad y un descenso acusado de las infecciones urinarias por catéteres.
Utilizando el símil futbolístico, ¿en qué categoría diría que juega Osakidetza si hablamos de la seguridad de sus pacientes?
Yo diría que en la categoría Champions. Esto es fruto de muchos años de trabajo, desde los primeros 90, cuando se puso en marcha el plan de vigilancia y control de las infecciones nosocomiales, que son aquéllas que se adquieren en los centros de salud, fundamentalmente los hospitales. Ha llovido mucho desde entonces, hemos ido haciendo nuevos planes y podemos decir que estamos en unos ratios buenos de seguridad, de los mejores dentro del Estado y muy bien en el ámbito europeo.
¿En qué aspectos concretos se ha mejorado más en los últimos años?
Sobre todo en la infección nosocomial, a la que ya me he referido. Aparte, hay dos programas que se han establecido en los últimos años y que están dando mejoras importantes. Los dos tienen que ver con pacientes muy enfermos, el llamado Bacteriemia Zero, que se aplica a aquellos pacientes de UCI que tienen una vía central puesta y mide el número de contaminaciones del propio catéter, y el Neumonía Zero, también destinado a pacientes en UCI con ventilación mecánica. Son programas que tienen una serie de indicadores y objetivos que están ya en el resto del Estado y a nivel mundial, lo que nos indica que estamos en la buena senda.
¿Cuáles son los fallos de seguridad más frecuentes actualmente?
Son, fundamentalmente, los que tienen que ver con la medicación. Desde hace un año contamos con un programa informático dentro de nuestros sistemas que notifica los efectos adversos -fallos de seguridad- y en el año 2013, de todos ellos -1.260-, casi un 40% ha sido por problemas con la medicación. Son medicamentos que no se han prescrito o no se han administrado de la manera correcta.
¿Y esto qué consecuencias tiene?
De todo tipo. Desde consecuencias fatales hasta ninguna. Pero se trata de que estamos inmersos en una cultura de seguridad y debemos identificar lo que no hacemos bien. El mensaje no es que no hagamos las cosas bien, pero hay que aprender para minimizar esos efectos adversos. Por eso el sistema de notificación es anónimo y no punitivo.
¿En qué otros campos existe margen de mejora?
Tras la medicación se encuentran los accidentes de los pacientes, que pueden ser desde un pinchazo o tener una caída. Representan un 15% del total de efectos adversos. Un 8% ó 9% se referiría a equipos y dispositivos que no funcionan bien, como una máquina de suero, por ejemplo. Y alrededor de un 7% están relacionados con la documentación técnica, porque ésta no existe o se da algún error de identificación de un paciente. Para el año 2014 queremos establecer en todos nuestros hospitales un sistema de identificación basado en códigos de barras y QR, que además esté integrado con otros sistemas informáticos para mejorar mucho en nuestros objetivos.
¿Aparte, en qué medida va a ayudar la nueva Estrategia de Seguridad de Osakidetza para seguir mejorando?
El plan recoge todo lo bueno que tenemos ahora, que son nueve líneas de actuación concretas a las que se ponen nuevos objetivos e indicadores, e incluye cuatro nuevas medidas. Al margen de esa identificación inequívoca de los pacientes, están también la conciliación de la medicación, para que sepamos en tiempo real qué fármacos está tomando cada paciente para evitar interacciones negativas, se encuentre en el nivel asistencial que se encuentre. Otro objetivo es la implicación del paciente en la seguridad de la atención sanitaria. Por un lado, que haga ciertas rutinas que tengan que ver con la seguridad de su propia atención y, por otro, que tengamos canales para que cuando él vea que ha habido un efecto adverso o una mala actuación que puedan intervenir en la seguridad de su tratamiento o diagnóstico, lo pueda notificar, con ese ánimo de ayudar a mejorar. La cuarta actuación es la bajada de las infecciones urinarias que se dan como consecuencia de la puesta de catéteres.
Parece claro que la seguridad compensa todas las inversiones que se hagan en este campo, a pesar de vivir en una época de recortes.
Siempre se dice y con gran razón que todo lo que se invierta en seguridad se refleja en la economía. Mientras disminuyamos los efectos adversos que se generen en la propia atención sanitaria, mejoraremos económicamente porque disminuiremos los días de hospitalización y las infecciones y las bajas laborales de los pacientes. Aumentar la seguridad es una obligación para todo sistema sanitario moderno.