EL pasado 20 de septiembre, los representantes sindicales de los trabajadores de Apdema comparecieron ante las Juntas Generales para dar la voz de alarma sobre la gestión de la asociación, que atiende a las personas con discapacidades intelectuales del territorio y se financia con fondos forales. Según el comité de empresa, la raíz del problema pasa por una gerencia que tildan de dictatorial. Dos trabajadores que ya han dejado la asociación narran la experiencia de sus tres últimos años en Apdema, que se saldó con tratamientos psicológicos y psiquiátricos, un importante desgaste personal y, finalmente, la pérdida de sus empleos.
José Luis González fue el responsable del departamento de viviendas de Apdema durante 23 años. Según explica, el gerente, Ignacio Loza, "se dedicaba a otras cosas. Resulta -continúa-, que cuando vuelve no sabe nada del servicio de viviendas y me hace responsable a mí, dice que no le cuento las cosas, y a mí me habría gustado, pero es que no estaba, no quería reunirse. A partir de ahí empieza una especie de conflicto personal entre él y yo que acaba con gritos, insultos y hasta cierto punto acoso", denuncia José Luis.
Según este extrabajador, el regreso de Loza se tradujo para él en un ostracismo absoluto. "No quiere saber nada de mí, me ningunea en el trabajo, no existo, no me da trabajo, le pido hacer algunas cosas y me dice que no", relata. José Luis terminó cogiendo una baja, la empresa le planteó el despido, él se negó, y tras volver y seguir sin tarea alguna que realizar en Apdema, terminó pactando su salida con un cheque de por medio. "Al final accedí a firmar por salud mental", explica.
José Luis cree que el gerente "se encuentra desbordadísimo, y su reacción es crear una situación de terror, creyendo que esa es la forma para que las cosas funcionen". Después de varios meses fuera de la asociación, afirma sentirse "recuperado", pero asegura que "han sido momentos muy, muy difíciles".
Cuando la trabajadora social del departamento de viviendas también se fue, en el equipo sólo quedó Izaskun Cuesta, la responsable de programas. Izaskun diferencia dos situaciones que precipitaron su salida, "la sobrecarga de trabajo y el trato vejatorio. La primera -explica- le llevábamos como podíamos, pero a mí lo que me acabó minando fue el trato vejatorio, cuestionaba constantemente nuestra profesionalidad, no sabes qué hacer, si preguntas dice que no te paga para que le cuentes problemas sino para que le des soluciones, te dice que no te paga para que pienses, todo eso sumado a una gestión desde el miedo absoluto".
A Izaskun aún le tiembla la voz cuando cuenta lo que vivió. "Yo me he sentido como una niña pequeñita a la que su padre le está gritando, como si me reeducaran. 'Si no haces esto me sobras', nos decía cuando íbamos sobrecargados, hemos oído muchas palabras de esas, que acaban destrozando la autoestima, y con la desaparición de las dos personas del equipo se me cayó todo encima", rememora.
Al final, Izaskun pidió la baja y se sometió a tratamiento psicológico y psiquiátrico. Poco a poco se fue encontrando mejor, y entonces decidió que no iba a volver. "No vuelvo por miedo, básicamente, porque desde el principio he tenido mucha vocación, pero eso pasa a un segundo plano cuando la salud mental se resiente, uno no sabe lo importante que es hasta que la pierde", asegura. Este periódico ha tratado de ponerse en contacto en varias ocasiones con la gerencia de Apdema para contrastar estos testimonios, sin éxito.