Gasteiz. David Bartolomé, técnico de la Empresa Municipal de Transportes de Madrid, tiene la difícil tarea de implicar a las empresas de esta ciudad en la gestión inteligente de la movilidad de sus empleados, y de convencer a sus propios jefes para que apliquen medidas llamadas a racionalizar los desplazamientos, medidas que muchas veces pueden resultar, al menos de entrada, impopulares. Ayer vino a Gasteiz para explicar su trabajo en el marco de la Semana de la Movilidad que organiza el Ayuntamiento y detalló a DNA cómo se gestiona el movimiento de la gente en una ciudad en la que cada mañana entran casi un millón de vehículos.

Lo primero que toca es romper tópicos. Si bien es evidente que el tráfico supone un problema, David recuerda que el reparto modal en Madrid bastante positivo. "Tenemos un punto negro, el uso de la bicicleta, que no acaba de despuntar, pero la gente camina muchísimo más que en ciudades medianas", explica. De hecho, "la suma de gente que usa transporte público, camina y anda en bici es mayor que en Amsterdam y Copenhague", gracias a una red de metro eficiente y a un servicio de cercanías que hace "bastante fácil moverse por Madrid en transporte público".

Así pues, para David Bartolomé la clave no está tanto en mejorar la oferta de movilidad en calidad y cantidad, que evidentemente también es fundamental, como en cambiar la mentalidad del ciudadano. "Hay una adoración al coche, como si fuera la única manera de desplazarse, la gente habla de su derecho a aparcar en la puerta de su casa, y esto es un error porque cada vez hay más gente, cada vez viaja más y hace trayectos más largos, y llega el punto en que esto hay que gestionarlo de otra manera", señala el experto.

Sí es cierto que hay "cautivos del coche", gente que no tiene otra alternativa, pero en la mayoría de los casos no es así. Por eso el Ayuntamiento trata de convencer a las empresas para que, por ejemplo, se mancomunen y organicen transportes colectivos discrecionales para sus empleados. La receptividad, en general, no es muy buena, un hecho llamativo si se tiene en cuenta que hay firmas que, por convenio, cuentan con autobuses en los que apenas viajan cuatro o cinco personas. "El problema es que tiene que haber alguien detrás que lo diseñe y gestione, y aunque en el caso de Madrid hay alguna asociación de empresas que lo hace, en otros polígonos no ocurre, e individualmente las empresas no lo hacen porque creen que tienen que pensar en ellas y no en sus vecinos", explica.

En todo caso, tanto a la hora de convencer a las empresas como a los propios ciudadanos, David Bartolomé apuesta por avanzar poco a poco, con paso firme, pero "sin estresarse. El que usa el coche -explica- no es un tipo horrible y egoísta al que no le preocupa el medio ambiente, pero sí puede plantearse cambiar un día a la semana, por qué no, si al final le gusta más ir en la bici eléctrica que en el coche, y si llueve pues lo coge. Se trata de quitar estrés a la gente, pero también tiene que considerar que la propia movilidad personal tiene un coste y un impacto". David cree que "sólo se puede avanzar en esa dirección", que "estamos en un cambio de paradigma que va a durar décadas y hay que hacer las cosas poco a poco, con más o menos implicación", pero insiste; "el mundo tiene que cambiar".

Por la vía del coche, de hecho, no se puede progresar más, como prueba el hecho de que en Madrid hay una enorme red de carreteras que ha crecido exponencialmente en los últimos años y que, en momentos puntuales, se sigue atascando. "Agrandar la capacidad de las vías es un reclamo para el uso del vehículo, las usarán más coches y acabarán colapsándolas otra vez", concluye.