CUANDO los pueblos de casi toda Europa celebran la fiesta de San Juan Bautista, la noche del 23 al 24 de junio, prendiendo hogueras, en Agurain prefieren plantar un chopo, pero eso no quiere decir que los aguraindarras prescindan del fuego. Los ritos asociados con el solsticio de verano, cristianizados en la fiesta de San Juan, tienen profundas reminiscencias precristianas, relacionadas con el agua, el amanecer, o lo que es lo mismo, la luz del sol, el mundo vegetal y el fuego, también símbolo del sol. Es decir, se trata de evidenciar cómo el agua y el sol propician el desarrollo del mundo vegetal.

San Juan Bautista, el precursor, la voz que clama en el desierto, es el único santo de la Iglesia Católica que no fue cristiano, por la sencilla razón de que le cortaron la cabeza antes de que se instituyera el cristianismo. Eso es lo que se conmemora hoy en Salvatierra, la degollación de San Juan Bautista o, como se dice en Agurain, San Juan Degollao.

Puede parecer una afirmación contradictoria, pero la fiesta de San Juan, a pesar de su precisa ubicación en el santoral católico, constituye un resto, una reliquia, de las creencias de los vascos anteriores a la implantación del cristianismo y de sus consecuencias rituales, mucho más que los ihauteriak u Olentzero, celebraciones ampliamente cristianizadas a día de hoy, a pesar de sus reminiscencias paganas. La Iglesia Católica situó la festividad de San Juan Bautista en una fecha importante para cualquier cultura, la del solsticio de verano, la fecha del año en la que es mayor la duración de la luz solar, en la que el día vence a la noche y el sol a la luna.

En Agurain y en algunos pueblos de Euskal Herria, existía en este día de San Juan la costumbre de llevar a las iglesias flores y frutos como ofrenda para que el cura los bendijera. Con aquellas flores se adornaban después las casas. También se llevaban helechos y otros vegetales, los cuales, una vez bendecidos, se quemaban durante las tormentas en la creencia de que el humo que salía por la chimenea las amainaba. Se creía que el espino albar bendecido servía de pararrayos, así que se colocaba en las esquinas de las casas y en los cercados, para que protegiera del rayo a las personas y a los ganados. A las ramas de fresno y de avellano también se les atribuía ese poder, lo mismo que a la flor del cardo, eguzkilore, que se clavaba en las puertas de las casas.

Este aspecto de culto al mundo vegetal en Agurain, así como en otros lugares, se manifiesta con la plantación de un árbol en la plaza del pueblo. Este ritual, en otros sitios se realiza a primeros de mayo, pero con el mismo sentido de propiciar las buenas cosechas. En Agurain, la plantada del chopo en la plaza sustituye a la hoguera que se deja para el día de la degollación de San Juan, esto es, para hoy.

Entonces, al igual que en otros lugares el día de San Juan es costumbre saltar la fogata así como dar un determinado número de vueltas a su alrededor. Las cenizas de esas hogueras eran usadas antiguamente con finalidades curativas. Las hogueras de San Juan, en las que se quema todo lo que estorba en las casas, son un símbolo de la desaparición de lo malo del año que dejará paso a lo bueno, se trata pues de un rito purificador.

La fiesta Como en otras ocasiones, el grupo de danzas Jeiki Elkartea de Agurain, siempre preocupado por preservar las tradiciones de la villa, protagonizará los actos festivos, para lo cual han preparado un espectáculo con una coreografía propia que, sin duda, superará a las actuaciones de otros años. En dicho montaje, que aunará música, danza y representación teatral, intervendrán cerca de un centenar de participantes, entre músicos, dantzaris y los responsables de la necesaria infraestructura. En el espectáculo, además de los componentes de Jeiki Elkartea, estarán los momotxorroak de Altsasu y los ovejas del ihauteri de Zalduondo, pertenecientes a la asociación cultural de Zalduondo, así como el grupo de danzas de Asparrena. Intervendrá también la cantante aguraindarra Josune Gartzia de Bikuña, del grupo Disaster People.

El momotxorro, un personaje mitad hombre y mitad toro, es típico del carnaval de Altsasu. Se recuperó en 1990, de la mano del músico altsasuarra Enrike Zelaia. Lleva cuernos y se tapa el rostro con pañuelos o con cerdas de caballo. Viste una camisa blanca manchada de sangre y pieles de oveja, lleva un sarde con el que hacen ademán de agredir a los espectadores, de forma parecida a como lo hacen los porreros de la Llanada con sus puttikas, aunque de una manera más agresiva. De hecho, lleva a cabo lo que llaman un ritual de sangre, que parece rememorar antiguos hechos violentos. Son los acompañantes de Akerra, el macho cabrío que no es otro que Lucifer, a quienes acompañan también las sorgiñak. De esta manera, la representación, que se propone recrear un akelarre, se estructura en torno a dos bandos, el de Akerra y el de Mari, distinguibles por las vestimentas de sus integrantes, negras y blancas respectivamente, que inicialmente aparecerán separados y enfrentados, para al final reconciliarse y realizar la kalejira final todos juntos y mezclados.

Esta relación entre la fiesta de San Juan Degollao de Agurain y el Carnaval no es casual, ya que el fuego forma parte de la culminación del ihauteri, como fiesta de fin de año que era en la antigüedad, antes de la imposición del calendario juliano, cuando el año comenzaba con la primavera. En Agurain y otros lugares de la Llanada, este ritual del fuego de fin de año se trasladaría al 31 de diciembre, con la fiesta del Errepuierre. El akelarre comenzara a las nueve de la noche en la plaza de San Juan. A su término, a eso de las diez, en el mismo lugar, se prenderá la hoguera.

Jeiki Elkartea "Nada hay inmutable en la tradición", dejó dicho el folkorista belga Albert Marinus. El grupo Jeiki de Agurain parece haber hecho suya esa máxima, no ahora, sino desde hace algunos años. No en vano, el lema que escogieron para la celebración del Dantzari Lautada en Dulantzi fue Pueblo que baila nunca muere. En esa línea decía también Marinus que "no es posible decir que una danza haya llegado hasta nosotros sin haber sufrido cambios a lo largo del tiempo". Para él, eso era una prueba de que la tradición, como fenómeno social, se encuentra en constante cambio, por lo tanto el folklore se va adaptando constantemente a las nuevas circunstancias y a los cambios sociales.

De todo ello, sin duda, es consciente el grupo de danzas de Agurain, cuyos componentes, desde su fundación en abril de 1997, han ido creando ese sustrato social que posibilite que una actividad cultural, en este caso la danza, esté incardinada en su pueblo y, nunca mejor dicho, le dote de cuerpo, adaptando la danza tradicional a las circunstancias actuales, sin olvidar las antiguas músicas, coreografías y atuendos. Debido a esta importantísima labor, el Ayuntamiento de Agurain les distinguió con el honor de disparar el cohete de fiestas en 2009. Fruto de su trabajo y de esta visión, que aúna lo tradicional con lo contemporáneo, es el espectáculo que todos tendremos la oportunidad de admirar hoy en la plaza de San Juan de Agurain, a partir de las nueve de la noche.