ayer nadie se comió la cabeza en Llodio con aquello del cocinar. Y es que el menú del penúltimo día de fiestas está marcado por la tradición a sangre y fuego desde finales del siglo XVI: La sangre de las morcillas que dan nombre a la jornada y el fuego de los centenares de brasas que se encendieron en todos los rincones del municipio para asar la vianda protagonista.

Las toneladas exactas que se zampa la población este día son imposibles de calcular a ciencia cierta, pero valga de ejemplo de que sólo en el obrador más antiguo de la localidad, el de la familia Santamaría -con punto de venta en la plaza de Abastos-, elaboraron para la cita "unos mil kilogramos, una cantidad que viene a equivaler a la producción de todo un mes el resto del año", según explicó a DNA Yagoba que, junto a su hermana Mariale, se encarga de mantener en pie un negocio familiar que abrió sus puertas en 1952.

"No sé los años que llevamos suministrando morcilla a la Cofradía para la degustación que preparan en esta misma plaza, con brasas de carbón vegetal. Empezaron nuestros abuelos, luego nuestros padres y la tía Amalia, y ahora nosotros, siguiendo una receta que nos llegó del caserío de Basaurbe, en el barrio de Larra, de donde procede nuestra familia", remarcaron.

El negro embutido lleva, además de arroz y sangre, manteca de cerdo, puerro y cebolla que, al entrar en contacto con las brasas, impregnó de humo y su característico aroma todo el municipio. Y es que desde la iglesia de San Pedro de Lamuza, pasando por la plaza de Abastos, la Herriko Plaza y todas las terrazas de bares, txokos y casas no hubo un solo lugar en Llodio que no estuviera invadido de mesas con familias y amigos reunidos para degustar el plato estrella.

Cuenta la leyenda que la tradición de comer morcilla en fiestas de Llodio surgió de la comida de hermandad que celebran los cofrades del Señor de Sant Roque el último domingo de agosto, y que hoy cumplirá su 414 aniversario. Y es que a este ágape solo pueden acudir los miembros de esta asociación creada en 1599 que, para el banquete, sacrificaban unos carneros, con cuya sangre se comenzó a elaborar la popular vianda.

Sea como fuere, a día de hoy, se sigue haciendo y no solo en Llodio. De hecho, un vecino reconocía ayer que "unos familiares se han ido a visitar a una sobrina que tienen trabajando en Londres y se han llevado en el avión varios kilos de morcilla para celebrar este día en Gran Bretaña". Las tradiciones están para cumplirlas y ayer a Llodio le dieron morcilla por todos los rincones, en una jornada que también albergó alarde de txistularis, campeonatos de bolos, de calva y de pelota a mano, payasos, teatro de calle con la obra Lana de Pez Limbo, espectáculo de recortadores o verbena con el grupo Haitzama, entre otros.

Hoy tocará despedir ocho días de intensa fiesta con el día de la Cofradía y el retorno de la figura del patrón a su ermita. Antes de la quema de la mascota festiva, el perro Roketxu, al filo de la medianoche, aún quedará por delante una intensa tarde-noche a base de paseo de gigantes y cabezudos, novillada sin picadores, mariachis, diskodantza y una verbena con Egan.