vitoria. Son parejas de tres: el perro, su dueño y el frisbee. Y juntos dibujan un baile desbordante en saltos, enérgico, cómplice, adictivo. Brutalmente divertido para quienes lo juegan, narcótico para los que lo ven. Un magnífico espectáculo en equipo que aterrizó ayer en las campas de Salburua y regresa hoy con nuevas exhibiciones. Serán el broche a la Vitoria-Gasteiz's Disc Dog Week, la cita referente de todo el Estado en esta disciplina que ha reunido a especialistas de distintos países europeos para participar en las que son las dos únicas pruebas clasificatorias de España este año valederas para los campeonatos europeos y mundiales. Calidad de la buena. De la mejor.
No es casualidad que los organizadores escogieran las campas de Salburua para la contienda. Su objetivo es sacar este deporte fuera de los clubes y de las cerradas exhibiciones caninas para darlo a conocer al gran público y crear afición. Tal vez ayer cumplieron el propósito, porque muchas personas se acercaron hasta esta estupenda zona verde y quedaron encantadas. Fueron generosos los aplausos, cuando el público despertaba de la hipnosis, acordes al altísimo nivel demostrado por los participantes en las pruebas ante un jurado internacional.
Entre los miembros del tribunal estaba el gurú de la disciplina, Mark Muir, bombero de profesión y cuatro veces campeón del mundo de disc dog por algo más que afición. El georgiano había llegado a Vitoria hacía cuatro días junto a Thunder, su border collie blanco y negro, para impartir varios seminarios a una treintena de aficionados de toda España. Enseñó unos cuantos trucos, de esos que no se aprenden de la noche a la mañana, y ayer le tocó puntuar las pruebas. A su vera se sentaba Matteo Gaddoni, txapeldun de freestyle humano. Al igual que el maestro, el italiano también había viajado esta semana hasta Gasteiz para dirigir un taller de filigranas. Una actividad novedosa con la que ayudar a los disc doggers a incorporar más movimientos a sus ejercicios caninos.
Las campas volverán a acoger hoy a treinta equipos, de los que sólo los cinco primeros clasificados podrán acudir al mundial. Son dos las pruebas que han de realizar. Una, lanzar un disco al perro a la máxima distancia posible, que éste lo coja al aire y lo devuelva al dueño. Otra, desarrollar una coreografía de freestyle con un máximo de cinco platillos. Un espectáculo delicioso con muchas horas por delante: de nueve de la mañana a siete de la tarde. Cuando vaya terminando el día, además, llegarán los diskolaris del equipo Ultimate de Bilbao, que enseñarán a los presentes a jugar pero de verdad a la disciplina que lleva su mismo nombre en el tradicional partido de fin de competición. Y luego dirán que cuando la jornada sale mal es un día de perros. Va a ser lo contrario.