CORREN malos tiempos para casi todos. Crisis, corrupción, tragedias, paro y recortes acaparan la actualidad día sí y día también. Los problemas se acumulan y parecen no tener fin, pero todo el mundo tiene derecho a disfrutar, aunque sea por unos días, de la satisfacción que produce no tener nada que hacer salvo divertirse. Si el año ha sido de esos para tirar a la basura, que las fiestas de La Blanca sirvan al menos para olvidarse de todo. Que sea a lo grande, y que sea desde ya.
A partir de mañana en Vitoria no importa nada que no sea el cava, los puros, el kalimotxo, la cerveza, los trajes de blusa y los de neska. Nada que no sea disfrutar en las barracas, empaparse en el txupinazo, beber -con moderación- unos katxis en las txosnas, reírse en el paseíllo de los blusas, contemplar por la noche los fuegos artificiales o asistir a las decenas de actividades para todos los públicos que poblarán la capital alavesa hasta el próximo viernes. Aunque sea por unos días, la realidad puede esperar. Y que espere sentada.
Los más ansiosos puede que ni siquiera aguarden a que Celedón baje mañana a las 18.00 horas de la torre de San Miguel para arrancar la fiesta. Este año el calendario ha sido caprichoso, ubicando el pistoletazo de salida un domingo y colocando la línea de meta en viernes. Así las cosas, Vitoria vivirá esta noche su particular preludio a la gran batalla ya con varios eventos prefiestas con los que paliar la cuenta atrás. Sin embargo, si hay un ritual que anticipa no ya la batalla, sino la guerra de La Blanca, es el acopio de enseres sólidos -y sobre todo líquidos- con los que disfrutar durante los próximos cinco días, empezando por el cava y los puros para el txupinazo de mañana. Y, caprichos del destino, este año será el primero en el que algunos no lo dejen todo para el final. O no deberían hacerlo si no quieren encontrarse mañana con las tiendas y comercios cerrados como un domingo más.
"Todos los años la gente espera a comprar las botellas de cava hasta la mañana del 4 de agosto, pero éste será diferente al caer en domingo. Hoy esperamos recibir el mayor número de clientes", explicaba Isabel Larrauri desde la sección de alimentación y bebidas de Eroski Boulevard , que hasta ayer no observaba ninguna variación significativa en los hábitos de compras prefestivas de cava y champán.
En cambio, desde el hipermercado situado en el barrio de Zaramaga sí asumen que este 2013 venderán algunas botellas menos por la coincidencia de días. "Al ser festivo el domingo para nosotros ha sido un día hábil menos en el que poder vender esta semana, así que el volumen total sí bajará un poco", explica Larrauri. Lo que no varía de año a año es el perfil del comprador de cava, por mucha crisis que haya. "Grupos de chavales que vienen a por las botellas más baratas. Eso no cambia", incide. Si la compra de cava corresponde sobre todo a las cuadrillas de chicos que lo derramarán en plena plaza de la Virgen Blanca -con el consiguiente riesgo de cortes al que la DYA volverá a hacer frente-, la adquisición del puro para fumar tras la bajada es un rito marcado por la tradición al que se aferran los gasteiztarras más veteranos.
Con todo, curiosamente, los estancos de la capital alavesa sí aprecian un ritmo de compra mayor a pesar de las dificultades económicas propias de nuestros días. "Ya el año pasado vimos que se vendieron más que en 2010, aunque es cierto que la horquilla de precios ahora es igual más amplia. Están los clientes habituales que para el día 4 se compran un puro mejor del habitual y luego los que no fuman durante el año y se conforman con uno sencillito", asegura María Antonia Cañedo Argüelles en su estanco ubicado en la calle Angulema.
¿Y qué puro recomienda una experta como María Antonia a los vitorianos para una cita tan especial como Celedón? "Bueno, depende de la economía de cada uno, claro. Yo en la bajada me fumo un Davidoff pequeño, aunque mi hija para ese día se atreve con uno más grande. Para alguien que no fuma puros el resto del año le recomendaría un Vega fino, que es bastante agradable", traslada esta estanquera antes de explicar que este año el margen de precios oscila entre los 47 céntimos del más barato -un Guajiro- y los 35 euros de un buen Cohiba.
Por suerte para ella, mañana el estanco que regenta junto a su hija Olga Calleja contará con una ventaja comercial de la que carecerán otros establecimientos. Y es que ella sí abrirá las puertas de su comercio, como hace todos los domingos. "Podremos atender a los que como siempre esperen hasta última hora, que son muchos", admite. Así, con una botella de cava en una mano y un buen puro en la otra, aún restan un par de cuestiones a las que hacer frente si se quiere disfrutar de las fiestas de La Blanca sin que a uno le falte de nada. Primero, la comida con la familia o la cuadrilla de amigos ya sea mañana en las horas previas al txupinazo, por la noche o en el más tradicional día 5. Después, sacar del armario el traje de blusa o de neska del pasado año y probárselo para resoplar aliviado si todo sigue en su sitio y no hace falta comprar una talla más.
En el primer caso, parece que ni siquiera la crisis ha podido con la comida anual. "En nuestro caso el lunes lo tenemos completo, como todos los día 5. El día de La Blanca la mayoría de restaurantes de Vitoria estarán llenos porque la comida del día grande es una tradición. A partir de ahí para el 6 y 7 las reservas van un poco más despacio", adelanta Fabián Tobalina, propietario del restaurante Andere. "La gente no tiene ganas de penas y aunque estemos en crisis estaban deseando que llegaran ya las fiestas", sostiene. Pese a todo, desde el Andere lamentan que este año las fiestas caigan en unas fechas tan poco afortunadas para comercios y restaurantes. "Los hosteleros llevamos años intentando arreglar las fechas de las fiestas con el Ayuntamiento, pero la Comisión de Blusas no está mucho por la labor. De todas formas no tiramos la toalla porque lo ideal sería que las fiestas de La Blanca empezaran un sábado y terminaran el domingo siguiente, como sucede en otras ciudades", argumenta Tobalina. Y así, comidos y bebidos, cuando Gorka Ortiz de Urbina haya gritado desde la balconada y la aurora de la mañana del lunes transite por la plaza en el rosario, llegará el turno de calzarse abarcas, faldas y blusas para mantenerlos pegados a la piel durante toda la semana.
Y en eso los vitorianos y vitorianas también están esperando al último momento para cuadrar todas las piezas de sus trajes de batalla. "Cada vez se vende menos y son cosas más sueltas. La gente lo mira todo más, le da más vueltas, y si pueden hacerse ellos mismos una falda en lugar de comprarla, se la hacen", dice Josu Ruiz de Pinedo desde su tienda de trajes tradicionales, aunque eso no significa que los blusas y neskas vayan a salir al paseíllo de cualquier forma. "Que ahora opten por cosas menos caras no significa que no vayan elegantes. Este año veo que muchos quieren ir especialmente elegantes y, sobre todo, cómodos. Las abarcas de goma cada vez se venden más", subraya. La cuenta atrás ha comenzado. Vitoria sabe a cava y huele el humo de los puros. Celedón pide paso. La fiesta se atisba ya en lo alto de la iglesia de San Miguel.