Santiago de Compostela. Aún no se conoce oficialmente la identidad de todos los fallecidos en el tren que el miércoles por la noche truncó la vida de personas que, como la guardia civil Elena Ausina, viajaban a Santiago de Compostela para disfrutar del día grande de Galicia.
Destinada en el puesto de la Guardia Civil del pequeño municipio de Yunquera de Henares (Guadalajara), Elena era de origen gallego y, como muchos de sus paisanos, había decidido pasar con la familia la fiesta del patrón de su tierra natal. Nacida en A Coruña en 1980, Elena era guardia desde 2007, estuvo destinada en la unidad fiscal del puerto de Almería y después en el puesto de Vall d'Uxo. Desde febrero de 2009, trabajaba en Yunquera de Henares.
Más suerte tuvo un compañero del cuerpo. Un guardia que en sus días de vacaciones había decidido hacer el Camino de Santiago en bicicleta. Por algún motivo, el agente decidió coger el tren en la última etapa del recorrido y la suerte quiso que resultara ileso, lo que le permitió auxiliar y atender a las víctimas compañeras de viaje desde el primer momento del accidente.
Poco a poco se van conociendo identidades de los fallecidos, como la del periodista Enrique Beotas, que trabajaba en Gestiona Radio y colaboraba en RNE.
La propia emisora de radio en la que trabajaba dio la noticia de la muerte del periodista. "Enrique Beotas, compañero y amigo de Gestiona Radio, abulense con alma de gallego, tierra en la que ha perdido la vida y quería con pasión", rezaba el comunicado de la emisora en la que dirigió y presentó los programas Autores de la vida y La Rebotica. Nacido en 1955, en el currículum de Beotas aparece toda una vida profesional dedicada fundamentalmente a la radio. Su voz pudo escucharse en la Ser, Radio España, Radio Voz, Cadena Blanca, Onda Cero y Punto Radio. Ahora, un tren la ha callado para siempre.
Siete amigos y familiares de la localidad gaditana de San Fernando de Henares también viajaban en el tren siniestrado. Sólo tres de ellos han comunicado a sus allegados que están vivos. La familia y amigos de los otros cuatro esperan con preocupación y angustiados noticias sobre su situación.
El dolor marcó la jornada de ayer en galicia, donde la fiesta se tiñó de luto, y en el resto del Estado español y afectó muy especialmente a los familiares y amigos de las víctimas, como al ministro de Educación, José Ignacio Wet, quien desveló en Mérida que uno de los fallecidos en el tren era amigo suyo. Aunque en ese momento no desveló el nombre, posteriormente se ha conocido que el ministro se refería al periodista Enrique Beotas.
Dolor por Chema Pilar Quiles tiene el corazón roto. El párroco de la iglesia de Santa Teresa de Jesús de Colmenar Viejo, José María Romeral Escribano, para ella Chema, iba a bordo del Alvia que descarriló en Santiago. Esta mujer ha hecho de la gestión de esta tragedia su misión en la vida y, como ella, el resto de feligreses que la llaman con insistencia. Su celular echa humo.
Pilar estaba pasando unos días en Mugardos (A Coruña), exultante hasta que en su teléfono móvil recibió una alarmante comunicación con un mal augurio: descarrila un tren en las inmediaciones de la capital gallega y no hay cifras oficiales de víctimas. Ella sabía que en ese convoy viajaba este religioso, de 65 años. Se lo había contado previamente. Chema, como lo llama su parroquia, tenía intención de reunirse en Galicia con un sacerdote amigo suyo.
"Me dijo que venía para aquí y que nos veríamos", cuenta esta desconsolada mujer, y al hacerlo confiesa que intenta poner un barniz de normalidad e informar de esta tragedia, al considerar que estas historias han de conocerse.
En el multiusos Fontes do Sar, en la capital gallega, donde se ha habilitado un tanatorio provisional, los que llegan no quieren micrófono y foco. Solamente encontrar a los suyos. "¿Y mi familia? Estamos buscando por todas partes, madre mía". Es el grito desolado de un hombre. Algunos parientes suyos viajaban en el Alvia Madrid-Ferrol. Antes que él, otra mujer traslada su desolado grito, en alto, dirigido a quien quiera escucharla y pueda proporcionarle una contestación. "¿Mi tía?, ¿está aquí?". Es su tercer intento. Ha recorrido los hospitales y ha acudido al compostelano edificio Cersia, donde psiquiatras, psicólogos y personal de los equipos que atienden a los familiares proporcionaban los primeros datos.
"Por prudencia las cosas van lentas", cuenta entre llorosa y resignada. Intenta probar suerte en esta morgue, escenario de un verdadero ajetreo. Allí espera que la respuesta sea negativa. "Mi tía tiene 70 años. Si el nombre no aparece en la lista no me dejan entrar", cuenta a la vuelta a los informadores. "Estoy un poco confusa, y consternada. No sé a dónde acudir ya".
"Estamos todos repartidos, entre unos puntos y otros, para ver quién obtiene información antes. Esto es desesperante". La solidaridad con su dolor es absoluta y obligado el consuelo.