EL vitoriano es como el caracol. Cuando al fin aterriza el verano, sale rápidamente de su cascarón para disfrutar de las altas temperaturas. En las últimas semanas, con la pegadiza ola de fuego que está barriendo la ciudad, se ha visto más movimiento que nunca en calles y terrazas. Pero ese ajetreo no ha aliviado la caja de los locales de hostelería ni de los comercios. El cliente que antes tomaba tres cervezas ahora se conforma con una. El comprador que antes renovaba su armario con la llegada de la nueva estación ahora guarda los dineros para otras prioridades. La crisis es tozuda. Ni siquiera el calor la derrite. Y los trabajadores del sector servicios, con tanto peso en la economía de Gasteiz, se preguntan cuándo llegará el día en que empiecen a engordar las vacas.
El de Blondie es uno de esos escaparates que enamora. Pero la seducción no traspasa la puerta. Quince años lleva Susana en la tienda, ubicada en el número 5 de la calle San Prudencio, "y ésta está siendo la peor temporada". Que haga calor y continúen las rebajas no ha ayudado a levantar las ventas de faldas y tirantes. "Comenzó a hacer bueno el 24 de junio, que lo llevo contado, y aun así nada.... De hecho, el fin de semana ha sido incluso peor", explica la joven. No resulta extraño que negocios de la zona hayan empezado a cerrar los sábados por la tarde. Mantener levantada la persiana no compensa. "La gente no tiene un clavel", matiza esta comerciante, "así que establece prioridades".
Por desgracia, la consecuencia directa son calles cada vez más tristes, de párpados caídos. "Y encima, a la crisis se suman decisiones erróneas como sacar fuera del centro las oficinas municipales del Ayuntamiento y la Seguridad Social o dificultar el aparcamiento", reprocha Susana. Ella cree que Vitoria puede acabar siendo "esa típica ciudad fantasma que tiene la farmacia, el estanco y la frutería". Incluso presagia la huida de Inditex de sus locales en el Ensanche. Ya advirtió hace unos días al alcalde, cuando la visitó dentro de su programa Cita con comercios y pymes, de la necesidad de tomar medidas. "¿Y sabes que me respondió? Que están trabajando en ello...", lamenta.
El panorama pinta igual de gris en la colorida tienda de Blanca y María Ángeles. Dedal, emplazada en la céntrica calle Dato, suda para afrontar la crisis. La primavera y el inicio del verano, cuando se saca la ropa estival al mercado, fueron tan frescos y lluviosos que se registraron pocas ventas. Pero tampoco el calorazo ha ayudado a acelerar demasiado el ritmo. Ambas mujeres tienen claro que si en las últimas semanas ha habido algo más de trajín ha sido gracias a las bestiales rebajas que han aplicado. "He puesto el género al 70% de descuento, lo cual es una auténtica salvajada", subraya Blanca, "y estoy segura de que eso es lo que nos está permitiendo sacar adelante los tirantes, no el hecho de que haya buen tiempo y la gente salga a la calle".
Tal es la crisis que esta temporada de verano está siendo para Dedal "peor que la anterior". Muchas mujeres se detienen a mirar el escaparate, otras entran para curiosear entre las perchas, pero finalmente son las menos las que abren la cartera. Con tantas personas desempleadas, con tantas bajadas de sueldo, la ropa parece pasar a un segundo plano. El vitoriano ahorra para gastarse lo poco que tiene en unas vacaciones... O en potear al aire libre, esa forma de ocio en compañía que tanto gusta en nuestra tierra. Hace varias semanas que las terrazas hierven, sobre todo por las tardes. No obstante, no es tanto el efecto del enjambre en las cuentas de los locales de hostelería.
"¿Que si nos va mejor? Relativamente... La crisis es la crisis", sostiene Facundo, camarero de la Taberna de los Mundos, en la calle Fueros. Está demostrado que la gente no consume al ritmo que lo hacía antes, aunque se quede pegada a la silla el mismo tiempo. Además, si se ha notado un ligero repunte en las ventas con la llegada del calor no ha sido tanto por los de casa como "por los turistas". Tampoco los festivales de música que han dado la bienvenida al verano en Vitoria han permitido a este local lanzar cohetes. "Con el de jazz, por ejemplo, no hemos notado mucho impacto. Y ya veremos con las fiestas. Estamos bien situados, pero no podemos esperar milagros", apostilla el trabajador.
Desde los soportales de la Plaza Nueva se respira algo más de optimismo. Iker, apostado tras la barra del Baztertxo, asegura que en el mes de julio "se ha remontado un poco", en parte por las buenas temperaturas, en parte por los turistas, en parte por los festivales de música, en parte por la magnífica sombra de este céntrico bar. Así que confía en que la línea continúe su dibujo ascendente con la llegada del Día de Santiago y las fiestas "para hacer todo lo que no hemos podido hasta ahora". No obstante, a pesar de querer ver el vaso medio lleno, este hostelero reconoce que "este verano no está siendo mejor que el anterior". Falta mucho para vislumbrar los brotes verdes de los que el Gobierno central se empeña en hablar.
El Toloño da fe. En el caso de este prestigioso establecimiento, la reinante ola de calor está resultando más bien perjudicial. "Al no tener terraza, se consume menos", reconoce Mikel. Un handicap al que se suma la propia situación económica mundial y "las ansias por irse a la piscina o al pantano, que hay que aprovechar ya que no es habitual que haga tan bueno". No obstante, el hostelero confía en que las fiestas ayuden a "ir para arriba", más aún si van acompañadas de una temperatura agradable. Quien también espera que el mercurio se porte es María Jesús, de la heladería Hummm. No hace falta que sea verano para saborear una tarrina o un cucurucho, pero en manga corta parece que apetece más. Eso sí, esta simpática trabajadora reconoce que "la crisis pesa mucho más que el calor".
"De momento, llevamos algo menos de ventas que el año pasado", apunta María Jesús, mientras prepara la terraza, en la calle Dato. "La mayoría de los clientes se comen los helados sentados", apostilla, "y esto empieza a tener movimiento a partir de las seis de la tarde". Los sabores favoritos de la temporada: la tarta de queso, el yogurt amarena, oreo y cookies. Para derretirse.