El paisaje típico de la celebérrima playa de Copacabana, con sus cantantes de samba en el paseo marítimo, los cuerpos esculturales y los biquinis minúsculos en la playa, ha sido alterado bruscamente con la llegada de los peregrinos de la Jornada Mundial de la Juventud. Quizá el cambio más visible se encuentra en la orilla del mar, donde hombres con bañadores ajustados y mujeres en biquini comparten la arena con peregrinos que no tienen vergüenza de entrar en el agua con pantalones vaqueros.

La visita de Francisco también altera el repertorio de los grupos de músicos que recorren los chiringuitos del paseo marítimo. Algunos de estos artistas callejeros dejan a un lado la samba e introducen en su repertorio canciones católicas de los sacerdotes Rossi y De Melo.

El sector que sigue ajeno a todo este movimiento es el sexual. A las puertas de un local de bailes eróticos, vecino de la imponente iglesia de Nuestra Señora de Copacabana, un empleado invita a cariocas, turistas e incluso a peregrinos para que conozcan los placeres terrenales. Copacabana no es el único espacio que limpia su cara. Casas, parroquias y asociaciones de vecinos de las favelas cariocas ofrecen camas, colchones o cualquier espacio en el que colocar un saco de dormir para recibir a los peregrinos.