tODOS los años por estas fechas, para desgracia de las cuadrillas de blusas y neskas, resurge el debate sobre la carrera de burros del Día de Santiago. Sin embargo, este año es diferente. Va a entrar en vigor una nueva ordenanza sobre animales más rigurosa contra el maltrato, las organizaciones animalistas y ecologistas se plantean denunciar al Ayuntamiento si este año se celebra la prueba, el Síndico ha reclamado que se vete y, si no es así, que se supervise al detalle para evitar vejaciones a los pollinos, y los blusas han respondido a las quejas proponiendo celebrar dos carreras en lugar de una. Evidentemente, la cuestión se ha desbordado, los ánimos están soliviantados en todas las partes afectadas, y ya hay una consecuencia directa.

El próximo 25 de julio, un veterinario municipal vigilará el desarrollo de la prueba de forma "exhaustiva", según aseguró ayer la concejala de Medio Ambiente, Idoia Garmendia, y si no se respeta a los cuadrúpedos se tomarán medidas. Cierto es, y en esta cuestión probablemente el equipo de Gobierno del PP deposita sus esperanzas de que el tema no traiga más cola, que blusas y neskas se han comprometido a no hacer el cafre sobre los animales.

Probablemente, pese a que la prueba se celebra tras una noche intensa para buena parte de sus participantes, cumplan con los comprometido, entre otras cosas porque las propias cuadrillas carecen a estas alturas del siglo XXI del espíritu sádico que motivó la creación de muchas tradiciones con animales de por medio en toda la Península. La carrera no consiste en decapitar al animal colgándose de su cuello, ni en tirarlo por un campanario, ni en lancearlo hasta morir, ni en lidiarlo, como sí va a suceder una semana después con una treintena de toros bravos. Es una carrera y maltratar al animal no forma parte del espíritu de la misma, aunque se haya hecho en el pasado.

el análisis del Síndico Por otro lado, al burro se le saca de su ambiente, se le obliga a desarrollar una actividad ajena a su instinto y carga genética y, esto es evidente, es objeto de chanza y mofa por parte de participantes y público. Eso se va a dar si hay carrera, y a esa vejación apuntaba el Síndico cuando resolvió que la prueba es incompatible con la ordenanza de animales, tanto la actual como la que se va a aprobar de forma inminente.

Con estos mimbres y este calentamiento previo de la cuestión, en la Corporación cunde la sensibilidad animalista. Ayer, en la comisión de Medio Ambiente, la propia concejala del ramo aseguraba que la carrera de burros "no es la práctica más recomendable", y confirmaba que cuenta con el compromiso de blusas y neskas de que no se producirán comportamientos impropios con los asnos.

"la prueba de fuego" EH Bildu, por su parte, llamaba a la conciliación entre las partes enfrentadas y al diálogo para alcanzar un acuerdo y permitir que la fiesta se desarrolle sin que los animales sufran para que los demás se diviertan. PNV y PSE, sin embargo, van más allá. "Si no son capaces de cumplir habrá que actuar; esto es un punto de inflexión, este año es la prueba de fuego", advertía el concejal socialista Peio López de Munain.

El edil del PNV Álvaro Iturritxa venía a decir lo mismo, verbalizado de otra manera. "Tenemos que abordar esto -la carrera supervisada por un veterinario- con carácter experimental para ver si en el futuro se prohibe, los blusas y neskas tienen que cumplir una serie de compromisos", apuntó el concejal jeltzale, quien pidió que además de veterinarios municipales estén presentes en la prueba representantes de los colectivos animalistas para garantizar que ésta se desarrolla de manera más o menos civilizada.

Así pues, con mayor o menor entusiasmo o firmeza, los cuatro grupos políticos con presencia en el Ayuntamiento apuestan por fiscalizar la carrera, y entienden que en adelante las cosas no pueden ser como lo fueron en el pasado.

Por su parte, el Grupo Alavés para la Defensa de la Naturaleza, Gaden, que compareció ayer en la comisión, no se dio por satisfecho con el hecho de que el Consistorio siga las recomendaciones del Síndico y vigile de cerca el desarrollo de la prueba. Su portavoz, Andrés Illana, afirmó que la carrera "no encaja en la normativa vigente" porque "aunque no se le toque, hacer la carrera con un blusa encima ya es un trato vejatorio, se le obliga a realizar comportamientos ajenos a su condición".

Ahora la pelota está en el tejado de neskas y blusas, pues este año su competición va a despertar más interés que nunca, y quienes se someterán a examen no serán los asnos, sino sus jockeys. En su mano está demostrar si esta tradición puede ser o no compatible con una ciudad moderna y espejo del ecologismo europeo, aunque todavía taurina, por cierto.