LOS tiempos cambian que es una barbaridad y también en las fiestas mayores de Navarra, el paso del tiempo va marcando tendencias, olvidando tradiciones e imponiendo cambios en el modo de hacer los sanfermines. En los últimos treinta años han ido surgiendo problemas en la convivencia festiva, básicamente por la masificación de una cita anual que se ha hecho internacional y se ha vendido como la fiesta de la libertad y el roce humano a todos los niveles del frotamiento existencial.
La euforia sanferminera hacía que los problemas de limpieza y salubridad fueran atacados con brigadas especiales de limpieza, evitando que la mugre se instalase en adoquines y aceras de las rúas de los viejos burgos, corazón caliente de la fiesta juliana. Lo que hace veinte años era espectáculo incluido de mangueras de agua limpiando constantemente las calles pamplonesas, hoy en día es ejercicio rutinario que apenas llama la atención.
Los miles de kilos de porquería que producía el personal cada tarde en el coso y que en numerosas ocasiones caía al albero como maldita e insana lluvia de porquería, hoy es pasaje olvidado y la arena de la plaza de toros luce limpia y alisada y hoy es ocasión de bronca si algunos embriagados lanzan porquería al ruedo. Las peñas han adquirido un compromiso con la fiesta y no molestan a los profesionales de Cúchares. Parecería que el gamberrismo rampante se está controlando en muchas de sus exageraciones. Una institución mediática que está de capa caída es la de los divinos corredores que hace años copaban los medios en un ejercicio de narcisismo impropio de una fiesta democrática y niveladora como es San Fermín. Cierto que hay un centenar de corredores que se pasean de encierro en encierro, pero lo hacen sumidos en el anonimato de quien se prueba en la matinal carrera. Éstas son algunas de las limaduras del tiempo que pasa.