a nadie le gustaría llegar un buen día al supermercado y encontrarse con que el kilo de naranjas que hemos ido a comprar está redondeado al alza y nos lo cobran a cuatro euros -aunque en el cartel marque 3,98- simplemente porque no existen esas pequeñas e incómodas monedas de uno y dos céntimos que tanta guerra nos dan en la cartera pero que tan irrenunciables son en los tiempos de crisis que corren. Aunque son cada vez menos utilizadas, el debate sobre su posible retirada de la circulación está desde ayer oficialmente abierto. "La Comisión Europea ha consultado a asociaciones de empresarios y consumidores, a los tesoros, casas de moneda y bancos centrales sobre los pros y contras de continuar la emisión de monedas de uno y dos céntimos. Veremos ahora si hay una preferencia clara", anunció el vicepresidente y comisario de asuntos económicos, Olli Rehn.

1.400 millones de pérdidas Detrás de esta discusión se encuentra el coste-beneficio que tiene producir estas pequeñas monedas frente a la utilidad que tienen en la práctica y el uso que hacemos de ellas los ciudadanos. Según las estimaciones del Ejecutivo comunitario, los gobiernos europeos podrían haber perdido desde el año 2002 unos 1.400 millones de euros por unos costes de producción que exceden de lejos el valor real de las monedas. Otro dato curioso: al ritmo en que se nos pierden, si se detuviera hoy mismo su producción, desaparecerían del mapa europeo en un plazo de apenas cuatro o cinco años. Es decir, para el año 2020 la circulación de esos pequeños "centimitos" sería directamente "residual.

el paso en holanda y Finlandia Algunos países como Holanda y Finlandia hace tiempo que dieron el paso. En Holanda dejaron de fabricarlas en 2004 por su elevado coste, mientras que en el país nórdico están prácticamente limitadas a los coleccionistas. Bruselas abre ahora la puerta a que el resto de socios europeos sigan este mismo camino aunque teme una reacción negativa de los ciudadanos por el temor al redondeo al alza y la inflación.

El documento apunta a cuatro posibles salidas: mantener el status quo de forma que los gobiernos sigan emitiendo monedas sin cambiar ni el marco legal ni su composición física; seguir emitiéndolas pero a un coste más reducido, con materiales más baratos o procedimientos menos costosos; que desaparezcan progresivamente de forma que se dejen de fabricar y se adopten medidas legales para obligar al redondeo -se podría seguir pagando con monedas de uno y dos céntimos pero su uso se limitaría a alcanzar la cifra redondeada-; o su desaparición rápida y definitiva, con un cambio legal para redondear los precios.