Política y ciudadanía cada día se llevan peor. La desconfianza en el poder público es palmaria y la grieta que separa ambas realidades no hay día que no aumente un poco más. Huelga decir que con el estallido y posterior evolución de la crisis el efecto se ha multiplicado. Los ciudadanos ya no se fían de sus representantes, a los que día tras día acusan de utilizar la política con fines personales. En esta línea, movimientos sociales del tipo escrache tampoco son fruto de la casualidad. Cuando el hartazgo supera los límites establecidos suelen ocurrir este tipo de cosas. Es algo que ocurre desde hace ya un tiempo. Una corriente de inconformismo ante un sistema que necesita una buena reforma. El fenómeno es imparable, entre otras cosas, porque en el circo político, sus actores continúan empeñados en mirar hacia otro lado. Obcecados en seguir liderando desde la Administración a cuenta de una ciudadanía que ya no aguanta más.

Y Vitoria no escapa a esta realidad. Ayer mismo su Ayuntamiento vivió en primera persona otro episodio más de "surrealismo político". Ocurrió durante un Pleno extraordinario que trataba de analizar e insuflar algo de oxígeno a un asunto tan manido como viejo: el papel que debe jugar la Participación Ciudadana. A priori, un debate amable, de los de marca blanca, que sorprendentemente acabó de forma lamentable. Porque una vez más, el ego político de todos cuantos ayer tomaron la palabra puso de manifiesto la pervivencia en la capital alavesa del mismo mal endémico que ya a comienzos de este año llevó al exalcalde José Ángel Cuerda a abandonar el Consejo Social -el órgano supremo de participación social- debido a las continuas muestras de incumplimiento mostradas por el Gobierno local. El exprimer edil puso entonces como pretexto para poner tierra de por medio la deliberada decisión por parte del Ejecutivo de Javier Maroto (PP) de obviar un proyecto de Presupuestos antes del 15 de octubre de cada ejercicio, pero en el fondo supo, y aún sabe, que había muchas más. "Ojalá esto sirva de estímulo para que algo se mueva", enunció en su despedida.

la vida sigue igual Cuatro meses después, lamentablemente la vida sigue igual. La falta de voluntad política hundió ayer un poco más si cabe la ya de por sí grave situación que atraviesa el Consejo, un estado que la portavoz socialista Maite Berrocal -impulsora de la moción junto a Bildu- comparó con la UVI hospitalaria. "Estamos ante un deterioro gravísimo que nos preocupa sobremanera", sostuvo en su primera intervención. Minutos antes, el portavoz del Consejo Social, Andrés Illana, ya había advertido de este delicado escenario, si cabe con un lenguaje aún más crudo. "Algo está fallando porque los vitorianos no sólo piensan que pierden el tiempo cada vez que acuden a un consejo, sino que creen que no valen para nada. Así que o hacemos algo rotundo o urgente o esto (la participación) se nos muere", espetó en el Salón del Plenos.

La representante de Bildu fue la primera en recoger el guante, advirtiendo que la actual crisis sistémica exige un cambio de cultura política "drástico" a partir de un compromiso político que devuelva la confianza perdida a los ciudadanos. "Tenemos que protagonizar pasos pequeños pero firmes", argumentó Itziar Amestoy.

Hasta entonces, el guión del Pleno no se movió un ápice de lo establecido. La temperatura, sin embargo, comenzó a subir cuando el portavoz del PNV, Gorka Urtaran, advirtió que además de falta de voluntad política, uno de los mayores problemas que afectan al mal funcionamiento de la participación en Vitoria es "la manipulación política desde dentro y desde fuera". En este sentido, demandó a continuación la obligatoriedad de crear un modelo "real" y "efectivo" de participación que derive en "una nueva gobernanza local", para lo cual anunció para la sorpresa de todos una enmienda a la totalidad in voce a la moción que habían presentado PSE-EE y Bildu.

Queriendo o sin querer, ese gesto destapó la caja de los truenos. Berrocal no encajó bien el golpe y afeó públicamente la conducta de su colega avisándole de que "los consensos no se ganan con descalificaciones como la suya". Amestoy respondió en la misma línea: "Por favor les pido que no convirtamos esto en un circo. No hemos venido hoy aquí a cascar a ningún Gobierno sino a tratar de solucionar un problema, así que les pido de nuevo que no montemos otro circo de los que acostumbramos", insistió la portavoz de Bildu, para entonces ya un tanto crispada con el discurso de Urtaran. Entre tanto, el representante popular, Alfredo Iturricha, trataba de vender su moto a base de datos y cifras que poco aportaron al debate. "La idea de una participación ciudadana inútil y que no sirve está distorsionada; no estamos tan mal", acertó a decir en una de sus intervenciones. "¿Cómo es posible que diga eso si hay consejos donde muchas veces es imposible alcanzar quórum, donde la gente siente que pierde el tiempo?", le rebatió Illana.

Eco en 'Twitter' Para entonces redes sociales como Twitter ya se hacían eco de lo que estaba pasando. La cuenta del socialista Patxi Lazcoz calificaba el Pleno como "un diálogo de sordos" que había sido "contaminado por los protagonismos partidistas... Lamentable". Illana y el resto de representantes vecinales, por su parte, lamentaban a la conclusión del Pleno el "bochornoso espectáculo", anunciando, eso sí, su disposición a continuar trabajando para evitar la muerte de un modelo de participación que es referente entre el resto de capitales españolas. "No hay donde fijarse porque nosotros somos el modelo a seguir, todas las capitales nos quieren copiar. Así que lo que tenemos que hacer es arreglar lo que falla y lograr una voluntad política que nos permita hacer de Vitoria una ciudad sostenible", concluyó. Ideas y propuestas loables, pero tal vez quiméricas. Unos minutos antes, en plena discusión política, y pueril, la portavoz socialista interrumpió al Alcalde con un lacónico: "Retiramos la moción para evitar el pim, pam, pum". Pleno perdido. Lamentable.