nO está muy clara la eclosión del fenómeno. Tampoco sus orígenes ni sus porqués. Ni tan siquiera sus protagonistas, jóvenes y veteranos, aciertan a explicar las razones por las que un medio de transporte tan sencillo como la bicicleta continúa limando cada día terreno a la hegemonía del coche. No parece claro, pero sobre lo que tampoco parece haber dudas es de que se trata de un fenómeno muy parecido al del running, una modalidad deportiva cuya nómina de seguidores también se cuenta por miles en los últimos años. Puede que el tirón mediático de deportistas de postín haya tenido algo que ver. O puede que el tirón de la Green Capital también haya incidido. O incluso puede, y esto es muy probable, que la manida crisis esté alterando las cosas, incubando un nuevo perfil social mucho más sano y, desde luego, comprometido con el medio ambiente. Pero sólo mezclando todas estas posibilidades en la coctelera adecuada es posible extraer las conclusiones que explicarían el fenómeno bicicletero en Álava. Una fiebre que ya ha cautivado al 8% de sus ciudadanos, según una de las últimas encuestas sobre movilidad, que también arroja un dato revelador. Vitoria es la capital española donde más se usa la bicicleta. Honroso reconocimiento en el que influirá, a pesar del clima, la orografía del terreno, las distancias, que son relativamente cortas y la existencia de una red de bidegorris de casi 120 kilómetros a los que recientemente el Ayuntamiento acaba de incorporar los nuevos viales en sentido contrario a la circulación, que aún hoy continúan levantando polémica. Está por ver si las llamadas Zona 30 están a la misma altura que la controversia que han generado.
En este contexto ayer comenzó en Vitoria el X Congreso Ibérico La Bicicleta y la Ciudad, un foro que durará hasta el domingo y que ha convertido a la capital alavesa en la capital mundial de la bicicleta. Más de 150 asistentes tratarán de aportar en los próximos días más luz sobre este asunto a base de ponencias, exposiciones, debates, talleres y visitas guiadas. Un programa completo para un objetivo ambicioso: conseguir que dentro de dos años el 15% de los viajes dentro de Vitoria se realicen en bicicleta.
Una meta fijada ya en el Plan Director de Movilidad Ciclista que, sin embargo, despierta algunos recelos entre los protagonistas de esta historia, cuatro bicicleteros que entienden este medio de transporte como un "modo de vida" a pesar de las continuas "ocurrencias" que sobre este tema sigue impulsando el Ayuntamiento. "Chorradas", por ejemplo, como la obligatoriedad del uso del casco en vía urbana so pena de multa, un extremo que estos cuatro ciudadanos rechazan sin contemplaciones al entender que ni Vitoria ni sus bicicletas alcanzan velocidades que lo exijan. "¿No dicen que gracias a la bici dejamos de joder el medio ambiente? Entonces a qué vienen tantas trabas, tantos problemas para los que la utilizamos", recuerda en la Virgen Blanca Milton Apaolaza, un joven nacido en Perú aunque residente en la capital alavesa desde hace un década. Su defensa por este vehículo, o "forma de vida", como gusta recalcar, es tan pasional como férrea. Tanto, añade, que lleva intentando sacarse el carnet de conducir desde hace tres años, aunque sin éxito. No hay nada que hacer. "Ni me gusta ni me apetece. Yo quiero la bici porque me ofrece una libertad única y eso que ya me han robado en cinco ocasiones", responde con cierta ironía.
polémica con el casco Tampoco le hace "excesiva gracia" la obligatoriedad del casco a Ana Paola, una portuguesa que prefiere aplicar el sentido común cuando surgen polémicas de este tipo. Cree esta lisboeta, que lleva ocho años pedaleando en Vitoria, que modelos como el suyo no suponen "tanto peligro" como para exigir este engorroso accesorio, si bien entiende que cuando uno sale a vías más generales se pueda exigir. En cualquier caso, rechaza medidas tan coercitivas como ésta o como la de prohibir el acceso a las zonas peatonales del centro, un borrador de ordenanza municipal fechado el pasado 5 de febrero que entrará en vigor en verano y que en su día fue apadrinado por el director del Centro de Estudios Ambientales (CEA), Juan Carlos Escudero, encargado de desgranar las novedades de un reglamento que, entre otras cuestiones, prohibe transitar sobre dos ruedas por siete vías peatonales del centro: Virgen Blanca, Diputación, Siervas de Jesús, Plaza Nueva, Postas, Dato y San Prudencio, salvo los menores de 14 años. Como era de esperar, el anuncio volvió a levantar en armas al colectivo de bicicleteros, cansados de ser tutelados "cuando a los políticos les apetece o conviene", critica Apaolaza. "Creo que sería más efectivo aplicar sanciones sobre malas prácticas que por cuestiones como éstas", abunda otra ciclista, esta vez vitoriana, Zuriñe Aspe, de 32 años, que al igual que sus colegas de reportaje lleva toda la vida pedaleando. "En verano y en invierno", apostilla. ¿Y por qué?, pregunta el periodista. "¿Qué medio hay más sano, barato y rápido que éste?", responde esta joven, que confiesa a continuación no entender su vida sin la bicicleta, un extremo con el que también coincide Ana Paola. "Para mí la bicicleta son mis piernas durante todo el año, mi manera de moverme y relacionarme, y con eso no se juega", valora la portuguesa.
más sentido común Apenas faltan unos minutos para el mediodía y la Virgen Blanca continúa registrando tránsitos de este colectivo sin descanso. Definitivamente la bicicleta forma parte ya del mobiliario urbano de Vitoria a pesar de que la relación con los peatones nunca ha sido, ni es, fácil. Entre otras cosas porque el número de este tipo de vehículos crece cada día de forma exponencial y porque resulta prácticamente imposible tener un control sobre todos ellos. Así que sanciones al margen, demandan los bicicleteros mucho más sentido común para evitar sustos o accidentes, y también "un poco más de educación vial", sugiere Naiara Eizaguirre, uno de los nueve conductores de bici-taxi que la compañía Viga-Rick puso en circulación hace cuatro meses. Un buen termómetro para medir la salud de la calle y su tormentosa relación con la bicicleta, que entiende esta joven transcurre con "normalidad" y sin grandes sobresaltos. "Todo es cuestión de respeto y educación; cumpliendo ambas premisas no tendríamos que tener tantos problemas", concluye.