HAY ciudades ocultas dentro de las ciudades. Lugares distintos donde también hay vida y gente, enjambres de personas que conforman un micromundo muy singular, el de los mercadillos ambulantes. Los rastros de toda la vida, que desde el estallido de la manida crisis se han hecho si cabe más populares. El fenómeno no es nuevo, ni desde luego exclusivo de ningún lugar. La mejor prueba está en que no existe ningún rincón del país vacunado contra este tipo de tenderetes. El "bueno, bonito y barato" sigue teniendo tirón y eso que los bolsillos de este tipo de clientes no están para muchos dispendios a pesar de que los precios aquí "no son loucós, sino lo siguiente", ironizan con frecuencia los marchantes.
Álava y Vitoria, por su puesto, no son una excepción dentro de esta realidad comercial. Actualmente son 18 los mercados ambulantes de este tipo a los que vitorianos y alaveses pueden acceder durante toda la temporada. Se encuentran en Amurrio, Llodio, Agurain, Alegría, Araia, Artziniega o Vitoria, claro, que ofrece como referencias numerosas ferias de artesanía y alimentación además, por supuesto, de los rastros de Simón Bolívar y Lakua-Arriaga.
Este último ha sido precisamente el último en llegar. Se inauguró a finales de 2008 tras el impulso de la asociación gitana Gao Lacho Drom, cuyo presidente, Bartolomé Jiménez, persiste años después en querer trasladar el mismo modelo de rastrillo a barrios emergentes como Salburua y Zabalgana. La razón es simple. "Con este tipo de iniciativas se intenta sacar a la gente de la pobreza y les ofrece un sitio donde poder trabajar", razona el patriarca. Sin embargo, de momento ese proyecto descansa en el cajón del Ayuntamiento, que no considera prioritario en estos momentos extender esta particular mancha comercial a más zonas de la ciudad. Como tampoco entiende la necesidad de abrir el abanico semanal de este tipo de mercados al domingo, una reivindicación histórica en este colectivo que nunca ha sido siquiera atendida. "Somos la única provincia del país donde no hay un rastro en domingo y no entendemos por qué el alcalde no quiere cuando se ha demostrado que este tipo de lugares ayudan a dinamizar las zonas donde se montan", explica Patxi Jiménez desde su puesto en Lakua, el último de los 92 que el Consistorio ha autorizado en este lugar para la venta ambulante.
Es miércoles y por tanto, día de faena. El bullicioso lugar, que está ubicado sobre el aparcamiento del barrio, en el número 48 de Portal de Foronda, comienza a cobrar vida conforme avanza la mañana. Según la ordenanza municipal puede abrir a partir de las 10.00 horas y cerrar a las 14.00, así que no hay mucho tiempo que perder. Los primeros clientes comienzan a dejarse ver. En su mayoría son mujeres, de edad avanzada, que acuden en busca, quién sabe, del chollo inesperado. Por primera vez en mucho tiempo luce el sol con fuerza y hace calor. Sin duda una buena noticia para los tenderos, que reconocen que éste está siendo un año de ruina total por culpa del mal tiempo. "En suelo mojado, cajón vacío", advierte Jiménez.
Pendientes del tiempo La marea humana se lo toma con calma. Recorre con parsimonia todos y cada uno de los puestos con un orden establecido que se repite todas las semanas. Porque los clientes, que en su mayoría continúan siendo fieles, acuden cada miércoles a este lugar a pesar de las apreturas económicas. "Ahora se mira mucho más todo, se buscan incluso taras y defectos en los productos para bajarte el precio, y eso es duro", lamenta William Bazalar, un peruano que vende bolsos y carteras y que reside en Vitoria desde 1993. Dice este marchante que en su día montó una tienda con el mismo género, pero que la crisis y las deudas le obligaron a cerrarla. "Aquí trato de ganarme ahora la vida como puedo, pero no está siendo nada fácil".
La experiencia de clientas como Mercedes o Nati certifica que nunca se sabe dónde puede estar la ganga o el chollo, así que hasta que no completan las 92 etapas de esta particular Vuelta no hay regreso a casa. Los comerciantes lo saben bien, por eso del gancho del precio depende cualquier venta. Y ahí entra en escena una suerte de marketing de guerrilla que pregona la cercanía a base de eslóganes y reclamos que provocan un soniquete indescriptible en el lugar. Algunos reclamos son antiquísimos pero continúan siendo efectivos. Desde el "bueno, bonito y barato" hasta el mítico "me lo quitan de las manos, oiga", pasando por otros clásicos de la venta ambulante como "póngase guapa por un euro, señora" o "sólo llevo hoy maravillas, cielo"...
Así se escribe la relación comercial en este tipo de lugares, santuarios de culto para una buena parte de la población que cada día, crisis mediante, se amplía. Un sector que a pesar de la situación continúa al pie del cañón, ganando menos y trabajando más, pero es lo que toca. "Antes del rollo éste (la crisis) podías hacer una caja diaria de entre 800 y 1.000 euros, mientras que ahora bueno es el día que logras 200 ó 300 euros", lamenta Patxi Jiménez, el único que no vende a precios tan bajos en el mercadillo. "Lo mío son productos de marca -en este caso lencería- a los que le aplico descuentos de hasta el 80%", añade.
Mientras Patxi atiende a este diario, la banda sonora del lugar no cesa. "A un euro, oiga, se lo dejo todo a un euro", se escucha en un puesto cercano que vende cosmética variada. Atiende el mismo Pascual Gabarri y despacha desde cremas para la cara hasta botes de gomina, espumas para el pelo o cuchillas de afeitar. Es la esencia del mercadillo, la venta indiscriminada a precios populares. Ropa, calzado, perfumes, fruta, bollería, charcutería, bolsos, pañuelos, bisutería y hasta caracoles -éstos de forma un tanto clandestina- tratan de seducir a las clientas que acuden al lugar, "porque los hombres, por lo general, no tienen tanta paciencia", advierte la experiencia de Pilar Jiménez. Entre tanto, una pareja de agentes de la Policía Municipal pasea por el lugar, que nunca ha registrado incidentes de gravedad. También miembros del cuerpo técnico del CSKA de Moscú de baloncesto, que ese día (el pasado miércoles) juega en Vitoria un partido de Euroliga contra el Baskonia, curiosean en busca, quién sabe, de chollos y gangas.
un circo que no para La mañana avanza y el calor aprieta. Muchos de los comerciantes combaten la temperatura bajo los toldos que protegen su mercancía. Otros matan el tiempo sentados en las desvencijadas furgonetas donde prácticamente "echan la vida", y que están ya cansadas de tanto trajín. Porque este circo ambulante no para. Mañana jueves tocará traslado hasta Simón Bolívar, a juicio de muchos, el mercado más activo de los tres que cantan sus productos en Vitoria. Empezó a funcionar el 1 de septiembre de 2005, un estreno que arrancó con expectación y se tornó abrumadoramente exitoso. En realidad, lo único nuevo era el emplazamiento, porque los 96 puestos habían estado operando durante un lustro junto al coso taurino. Las obras de la manzana obligaron a realizar el traslado, al que se sumaron temporalmente los vendedores de Santa Bárbara por las obras acometidas también en ese espacio. La primera reacción fue de disconformidad, pero este rincón del barrio de Arana acabó demostrando un gran potencial.