Vitoria. ¿Cómo es posible que Mercadona sea capaz de crear 6.500 puestos de trabajo -20 al día- en medio de la peor de las crisis que se recuerdan y, además, aumente las ventas y los beneficios respecto al año anterior? ¿Cómo se explica que haya podido lograr los mejores resultados de su historia con la que está cayendo? ¿Dónde está la clave, el secreto de Juan Roig, su presidente, para hacer de esta compañía un ejemplo de estudio en las principales escuelas de negocios? Para muchos economistas no hay secreto ni pócima mágica como tal y sí en cambio un conjunto de medidas, a veces impopulares, tomadas con suma decisión en su día. Primero en 1993, cuando Roig, el hijo del porquero, tuvo que reinventar su negocio. Y la última, a comienzos de 2009, cuando Mercadona entró en pérdidas por primera vez en su historia. De aquel episodio de máxima tensión surgió la respuesta.

Con el negocio prácticamente en barrena, quienes recuerdan aquel episodio dicen que Roig tiró por el camino del medio y cuestionó de arriba a abajo todo su modelo. Aquel célebre "volantazo" no sólo supuso poner a dieta a este gigante de la alimentación sino que logró hacerlo además con el beneplácito de sus 70.000 trabajadores, con los que este empresario se jacta de mantener una cercana relación. Tal vez sea ese lenguaje suyo, tan alejado del elitismo en el que también se mueve con soltura, el que le permita mantener una relación casi fraternal con una plantilla que, cómo no, vio incrementado su salario un 3% el pasado año.

En marzo de 2009, Juan Roig explicó a su equipo directivo y también a su extensa red de proveedores la nueva hoja de ruta, ofrecer productos de calidad a un precio más asequible. Una ecuación sólo posible "si abandonáis los despachos y pisáis la calle", les conminó.

Así comenzaron a sucederse las decisiones. Bajó entonces los precios un 14%, potenció la productividad y estrujó a los proveedores hasta hacer más con menos, tomando como referencia la "cultura del esfuerzo" de los chinos. "¿Por qué no puedo vender yo menaje para el hogar a su mismo precio?" se preguntó entonces. Dicho y hecho. Telefoneó a su proveedor de referencia, le apretó y se produjo la revolución. Los cubos de fregar de Mercadona se fabricarían a partir de entonces reciclando el plástico de los invernaderos de la zona. Fue sólo un ejemplo.

Ahorros extraordinarios Pero su caso está repleto de iniciativas, a priori absurdas, pero que a larga representan para la empresa unos niveles de ahorro extraordinarios. Como el cobro de las bolsas de plástico, o la pajita de los batidos y zumos infantiles: a alguien se le ocurrió hacerlas transparentes en lugar de bicolores y se ahorraron 80.000 euros; o la disposición de los paquetes de pan de molde en las cestas que los transportaban desde las líneas de fabricación hasta las tiendas. También aquí un empleado pensó que colocándolos de forma vertical, cada caja aumentaría su carga y, en consecuencia, el número de viajes se reduciría. Conclusión, más ahorro.

Y así, suma y sigue en Mercadona. Una suerte de cooperativa vasca donde la implicación de sus 70.000 trabajadores -todos fijos- en sus 1.414 supermercados parece estar a la orden del día. Para el año que viene vaticina este empresario con aire mesiánico que abrirá 25 súper en Euskadi, creará mil empleos directos e invertirá más de 50 millones. Realizará también compras en el entorno agroalimentario vasco por valor de 150 millones. ¿Tal vez demasiados aires de grandeza? Así lo aseguró el pasado 4 de marzo y su palabra, cuentan sus colaboradores, suele ir a misa. Llegará entonces un nuevo "volantazo". Ése que hasta los mismos bazares chinos le copian: horario Opencor y precio Mercadona. Si no, al tiempo. Es palabra de Roig.