la enorme riqueza en recursos naturales de Rioja Alavesa hizo que, desde antiguo, la comarca estuviera poblada en numerosos lugares, como lo atestiguan el poblado de La Hoya, en Laguardia, o la propia villa medieval en cuyo subsuelo se conservan antiguas construcciones, como el estanque celta; o en el alto de Castejón, en Navaridas, y otros muchos espacios que aún aguardan el cincel del arqueólogo? y la financiación institucional.
Pero muchos de esos restos de la historia son visibles y visitables sin ninguna complicación, como los lagares rupestres que saltean la Sonsierra o un rico patrimonio en dólmenes, dieciséis oficialmente en Álava, de los que nueve están en Rioja Alavesa.
Los dólmenes son manifestaciones funerarias megalíticas que se encuadran en un marco cronológico muy amplio en el País Vasco, desde la segunda mitad del IV milenio a.C, en un momento antiguo claramente Neolítico, presentando etapas de utilización sucesivas hasta las últimas deposiciones funerarias realizadas en plena Edad del Bronce, a mediados del II milenio a.C.
Los de Rioja Alavesa constituyen el grupo de dólmenes más destacado, en lo que al carácter monumental de su arquitectura se refiere. Su tipología frente a los de montaña, más habituales en el País Vasco, en la mayoría de los casos responde a la tipología de sepulcro de corredor. Estos monumentos se configuran en base a una cámara poligonal de tendencia circular y un pasillo que en ocasiones conserva losas de compartimentación transversal. La cubierta a veces se resuelve adintelada, como se puede ver en la Chabola de la Hechicera, Aizkomendi o Sorginetxe, donde todavía se conserva. Se produce una aproximación de los ortostatos de la cámara, reduciendo la abertura superior de la misma. Esta solución sin embargo no parece que se diera siempre, si se tiene en cuenta el gran diámetro que presentan algunas cámaras como la de San Martín, en cuyo caso resulta difícil imaginar una cubierta resuelta de este modo. Otra posibilidad de cubrición que se plantea sería la de una falsa cúpula o techado de madera a modo de choza.
Sobre la cámara funeraria se dispone el gran túmulo que los convertía en elementos destacados en el paisaje, símbolos de una tierra ya poblada frente a nuevos colonizadores y en general de grandes dimensiones. Presentan plantas tendentes al círculo y son elaborados a base de grandes piedras y tierra. El ejemplo más gráfico y vistoso es de la Chabola de La Hechicera, en Elvillar. Restaurado espectacularmente en toda su magnitud, se han recolocado las piedras caídas y hoy es un monumento megalítico de 32 metros de diámetro gracias al equipo que han dirigido los profesores Javier Fernández Eraso y José Antonio Mujika Alustiza. Está previsto que cuando el tiempo se estabilice se proceda a la inauguración de la obra restaurada y de los paneles informativos que se han colocado.
Prospecciones en La Huesera En cuanto al dolmen de La Huesera, en la primera campaña, en el año 2010, se pudo restituir a su emplazamiento original la losa de cubierta que yacía caída en el interior de la cámara dolménica y calcular cuál fue la dimensión del túmulo original, unos 20 metros de diámetro. En la intervención del siguiente año se localizó el corredor cuya longitud ronda los 6 metros, manteniendo emplazada in situ alguna de las losas de cubierta. Además se localizó la primera estela funeraria antropomorfa de toda la estación dolménica riojana. Se trata de una piedra con silueta humana que presenta una serie de grabados repiqueteados formando cinco líneas horizontales. Se localizó hacia el final del corredor, fuera de éste.
El dolmen del Alto de la Huesera se sitúa en una zona elevada de manera que constituye un aviso en el paisaje. El emplazamiento fue elegido, sin duda, por quienes lo levantaron hace más de 4.500 años. La última capa de piedras que recubría el túmulo estaba compuesta por calizas blancas aportadas allí desde la Sierra de Cantabria. Es esta una acción destinada a que el conjunto sea bien visible desde lejos. El profesor Javier Fernández Eraso comentaba que previsiblemente este año se podrá llevar a cabo una campaña de dos o tres meses, que se dedicarán, básicamente, a limpiar el corredor, que está colmatado por un tapón de tierra.
En cuanto al dolmen de Montecillo, de Villabuena de Álava, fue localizado hace un par de años por el vecino Roberto Ibáñez, que se había topado con unas losas sospechosas y había dado parte a la Diputación. Lo primero que se hizo fue comprobar si se trataba de un monumento megalítico o se trataba de algo casual.
Tras cuatro meses de excavaciones se pudo constatar que se trataba de un dolmen de corredor, con cinco losas, aunque la superior estaba caída en el interior de la cámara. Lo peor de este caso es que el subsuelo es de arenisca, que es muy ácida y no ha permitido que llegara hasta nuestros días ningún resto humano. Tan sólo se halló, en la parte del corredor, algunas falanges de las manos y dos trocitos de cerámica campaniforme, lo que permite fecharlo en la era del Calcolítico, La idea de los directores de la excavación es reconstruirlo para que también pueda ser visitado, aunque no es previsible que sea este año a causa de los ajustes presupuestarios.