Vitoria. "Para bien o para mal, este oficio no tiene un horario determinado, de modo que si no lo asumes rápido aguantarás muy poco", sentencia sin miramientos Manolo Gómez, el propietario de Best Press. Un todoterreno acostumbrado desde hace 25 años a trabajar cuando Vitoria duerme y las calles no tienen dueño. Furgoneta en mano, y una vez recepcionada toda la mercancía, comienza su recorrido diario siempre al filo de las cinco de la mañana. Le esperan oficinas, locales, bares e instituciones que forman parte de su extensa cartera de clientes. Algunos tan ilustres como los lehendakaris Garaikoetxea, Ardanza, Ibarretxe o López, a los que este empresario presume de haber conocido en persona gracias a su trabajo. Una veces en Ajuria Enea y otras en su propio local. Tras un intempestivo café en El Pez que Fuma, un inóspito local de la zona de San Cristóbal que está abierto a esas horas, reconoce este quiosquero que hay futuro en el negocio, pero sólo para quienes se lo quieran trabajar y desde luego ampliando el abanico de productos a la venta. "Si no, es imposible". Así que cuando uno entra en su quiosco corre el riesgo de marcharse con el pack completo del pan, el periódico, la revista de moda, los bollos para el desayuno, las chuches para el crío, refrescos de todos los colores, los cromos, las colecciones que nunca finalizan y hasta películas de cine.
"Si quiero mantener todos los empleos no puedo hacerlo sólo con la venta de periódicos y revistas", justifica. Poco a poco la ciudad va amaneciendo, aunque a su jornada aún le restan muchas horas, que ocupará atendiendo tras el mostrador, completando en bicicleta algunos repartos puntuales o encuadernando libros, otra de sus numerosas líneas de negocio.