Laguardia. EL tonel, o la barrica, ha quedado prácticamente relegada en la actualidad a la industria del vino, pero su fabricación es uno de los oficios más antiguos, seguramente traída por las tribus celtas, que lo utilizaban para cualquier tipo de transporte. De hecho, los romanos, que usaban ánforas para transportar vino, se cambiaron a los toneles al poco de ocupar Hispania.

Actualmente los toneles son uno de los símbolos de la industria vitivinícola, ya que sin ellos es prácticamente inviable el envejecimiento del vino con garantía de calidad. Por ello, los bodegueros no dejan al azar la elección de buenas barricas y de ellas se tiene en cuenta no solo la procedencia y calidad de la madera, sino también los procesos artesanales a la hora de fabricarlas.

Hacer una cuba puede resultar un trabajo sencillo, pero hacer un tonel para el vino exige condiciones muy precisas y una profunda cultura sobre la madera. Por eso apenas han ido quedando algunas bodegas que fabriquen sus propias barricas, o incluso que reparen algunas de las que tienen. Algunos días de verano es posible ver en las traseras de Marqués de Riscal, en Elciego, al lado de la estatua del vendimiador, a los operarios que se encargan del mantenimiento del parque de barricas de ese gigante del vino. Otros han hecho de la fabricación su razón empresarial, como es el caso de Quercus, del grupo Rivercap, de Lapuebla de Labarca, experimentando incluso con el roble autóctono o sentando cátedra con sus tostados de madera.

Otros, sin embargo, han escogido la vía de recuperar el viejo oficio artesanal, con pequeñas producciones, pero de tan extraordinaria calidad que todo lo que fabrican está vendido de antemano. Ese es el caso de un taller de Oion, Tonelería Martínez Velilla, propiedad de Salvador Velilla y Eusebio Martínez Tobías, y nacido en el año 1999. Los dos socios, que eran cuatro inicialmente, procedían de una empresa del sector. "Comenzamos poco a poco, haciendo barricas para gente que nos conocía, y al extenderse la noticia nos fueron encargando desde otras muchas bodegas hasta fabricar ahora unas cinco mil al año", comenta Salva Velilla.

El artesano puro y duro ya ha desaparecido, pero aún así las manos son la clave para una buena terminación del tonel. Salva cuenta que no todas las maderas son adecuadas. Los bodegueros se han decantado por el roble como la más idónea, y eso que no todos los robles son aptos. Tradicionalmente se ha utilizado roble francés o americano, y la inmensa mayoría de los parques de barricas son de esa procedencia, aunque comienzan a realizarse escarceos con roble de nuestro país.

Talado el árbol y convertido en piezas de madera, las conocidas como duelas llegan al taller del tonelero. Salvador coge una de esas piezas y muestra como la madera ha sido modelada para que una parte curvada hacia fuera forme el exterior de la barrica y otra el interior. Y con los bordes ocurre otro tanto: no pueden ser ángulos rectos. "La madera no se puede utilizar según llega al taller -explica Salvador-, sin haberla dejado secar, al menos, dieciocho meses". Pasado ese tiempo comienza el proceso de construcción de la cuba. Se van juntando las piezas, evitando que coincidan las que son idénticas y se colocan los flejes, los aros de trabajo, momento en el que el artesano usa el cello que golpea con un martillo de tonelero para encajar el aro en su lugar y posteriormente ajustar las duelas a la misma altura.

De allí se pasa al proceso de tostado, uno de los procesos más delicados. Se realiza con braseros de roble, para que no se produzcan sabores diferentes al de esa madera, pero la intensidad del tostado es diferente según los deseos del bodeguero. Terminado ese proceso llega el momento de colocar las tapas de madera de roble. Para ello, previamente, se ha realizado una incisión en el interior de las duelas para que encaje el biselado que se ha dado a la tapa. Con el fin de lograr una perfecta estanqueidad se aplica en ese recorte una pasta hecha de agua y harina, que es la fórmula tradicional. y acabado ese paso llega el momento de probar que no hay poros, ni defectos. Luego solo queda limpiar el exterior de las barricas, imprimir a fuego el logo de la bodega y enviar al cliente.