La cuestión no es si la carne de caballo es apta para el consumo, pues no sólo lo es, sino que además es sabrosa y nutritiva. La cuestión es que a partir del momento en el que al consumidor le dan gato por liebre el producto en cuestión carece de cualquier garantía sanitaria y ésa es la preocupación que transmite el público en la calle después de conocerse que diversos preparados, supuestamente de vacuno, de diferentes marcas y en diferentes países de la UE, contenían ADN equino. Las autoridades sanitarias españolas y las vascas insisten en que el caso se limita a un fraude en el etiquetado, y ayer mismo desde el Departamento de Salud del Ejecutivo autonómico se aseguraba tajantemente a DIARIO NOTICIAS DE ÁLAVA que estos productos no suponen "absolutamente ningún riesgo para la salud".

Fuentes del Ejecutivo vasco explicaron que lo que sí puede suceder es que, al compartir la misma línea de matanza unos y otros animales, puedan aparecer trazas de carne de caballo en productos de vacuno, pero en ningún caso supone que se hayan mezclados ambas con fines fraudulentos, al menos en el País Vasco. Otra cosa es lo que haya ocurrido con productos elaborados en otros países -y que luego circulan por el mercado común-. En el Gobierno explican que en ese caso tocaría investigar a estas empresas en sus países de origen.

Cuesta entender, por ello, en qué certezas se basan las autoridades para garantizar la salubridad de estos productos, pues el fraude en el etiquetado implica necesariamente que no existe un control sobre el alimento; en la bandeja no viene lo que pone que viene. Ese etiquetado es el pasaporte del producto que se consume, y si ese pasaporte es falso, es imposible saber qué se está comiendo y qué controles han pasado los raviolis o las albóndigas en cuestión. De hecho, ocho caballos sacrificados en el Reino Unido y destinados a la alimentación humana, han dado positivo en un analgésico antiinflamatorio dañino para la salud este mismo mes. ¿Qué garantías existen de que esa carne no ha terminado en una bandeja de canelones, ya que su etiquetado es falso?

Desde la delegación alavesa de la Unión de Consumidores de Euskadi, su asesora jurídica, Blanca Ibáñez, constata que efectivamente "se desconoce la procedencia de esa carne de caballo y si ha pasado los preceptivos controles", al margen de que se haya vulnerado el derecho a la información del consumidor en un sector tan sensible como el de la alimentación donde, además, afirma, "el fraude es una tónica". Ibáñez explica que los productos alimentarios "pasan una serie de controles aleatorios", pero puede haber partidas cuya composición declarada no es la real que superen estas inspecciones y terminen en el supermercado.

Ibáñez cree que si la Administración pública dice que no hay peligro para la salud pese a que estos alimentos están fuera de control "deberíamos estar tranquilos", pero recuerda que "en el sector alimentario se dan más casos de estos y hablamos del derecho a la salud", un ámbito en el que hay que ser "muy escrupulosos y exigentes".

La polémica de la carne de caballo, que ha afectado a firmas como Ikea, Nestlé o Findus, le tocó de cerca a Euskadi cuando la OCU publicó un informe en el que se afirmaba que las hamburguesas Basic de la marca Eroski contenían carne de caballo. Inmediatamente, la empresa vasca negó la mayor y analizó varios lotes, de forma aleatoria, que arrojaron resultados negativos. La OCU, sin embargo, mantuvo su acusación.