maría josé arana
doctora en teología, Diplomada en sociología y religiosa del sagrado corazón
Mª José Arana es consciente de que hay muchas mujeres que, desde dentro de la Iglesia, quieren cambiarla. A su juicio, la teología feminista no es solo un movimiento a favor de la igualdad de derechos, sino que también ha logrado cambiar la perspectiva global de la teología.
Concha Lago
VITORIA. En el cónclave de marzo no habrá una sola mujer ni elegible ni electora. ¿Le extraña?
Extrañar no me extraña pero está claro que no me gusta. Me gustaría mucho que las mujeres pudieran participar en el cónclave. De hecho, en un sínodo, algún cardenal pidió que las mujeres pudieran ser nombradas cardenales puesto que no era necesaria la ordenación y es un título más bien honorífico. Pero fue rechazado.
Parece que el Vaticano y la jerarquía tienen miedo a todo aquello que suene a feminismo.
Yo creo que sí, que oponen una gran resistencia. Hay que tratar de que poco a poco vayan entrando ideas más progresistas.
¿Se hace una lectura excesivamente masculina del Evangelio?
Desde la teología feminista, a la que yo me dedico, tratamos de aportar otra visión y otro ángulo en la concepción de las cosas. Sin embargo, lo que está claro es que en la Iglesia falta esa visión de la participación de la mujer tanto en la teología como en el culto, así como en la toma de decisiones o en la legislación. Hay una pregunta que se hacen las Naciones Unidas y es: ¿Qué habría pasado si las mujeres hubieran estado presentes en los órganos de decisión, en los gobiernos? ¿El mundo sería diferente? Podríamos hacernos la misma pregunta en la Iglesia. ¿Y si las mujeres hubieran estado presentes en los cónclaves, en los concilios, en los sínodos, sería diferente? Pues sí, sería diferente. Aunque en algunos concilios regionales hubo una época, a principios del pasado milenio, en los que estaba presente alguna abadesa.
¿Es hora de que el nuevo Papa se replantee el papel de la mujer?
Por supuesto, hubiera sido mejor que lo hubiera hecho antes. El papel de la mujer en la Iglesia es una asignatura pendiente y de una manera u otra ha de ser revisado. De hecho, se está trabajando en eso desde la teología feminista y desde los grupos de mujeres, pero también es muy importante que los varones se impliquen en esa demanda, en pedir que el papel de la mujer en la Iglesia cambie porque, de esa manera, cambiará también su imagen, su talante y sobre todo, el contenido del culto y todo lo demás. Habría una aproximación mayor al mundo real de hombres y mujeres y se enriquecerían mutuamente.
¿Queda mucho para lograr la ordenación de mujeres, que todo el mundo ve como el primer paso hacia esa equiparación?
Por lo que parece en este momento, sí. Es algo a lo que la Iglesia llega ya tarde porque tendría que haber dado más pasos en este sentido.
Quizá supondría una solución para la falta de vocaciones que existe.
Sí, pero no es lo que debe urgir más. En momentos de escasez, hay que colaborar. Pero no debe ser una cuestión solo de una urgencia pastoral. Porque la equiparación de derechos de hombres y mujeres debe ser algo que, de por sí, la sociedad debe exigir.
Eso también le acercaría a la sociedad y a la gente más joven.
Por supuesto, pero yo siempre digo que no solo quiero ser remedio para momentos de inclemencia sino también porque hay que reconocer que es algo que nos corresponde naturalmente a las mujeres.
Cada vez hay más mujeres teólogas, más grupos de mujeres cristianas... y, sin embargo, como colectivo sigue muy relegado.
Hay que perder el miedo y hay que tratar de seguir empujando para que la gente normal también se implique. Alguna gente dice como soy una cristiana más, eso no me incumbe mucho, pero yo creo que nos incumbe a todos, incluso a ellos.
¿Qué retos debe abordar el nuevo Papa?
Por supuesto debe abordar el papel de la mujer porque es algo que afecta a toda la Iglesia y la aportaciones de las féminas a las cuestiones del culto y la oración. Pero también me parecen importante temas como hacer una renovación espiritual y mirar al futuro en cuanto a la organización de la institución. Otra cosa fundamental es la cuestión de la pobreza y la opción por los más pobres, aportar una palabra de esperanza en el mundo actual. Esperemos que sea un Papa abierto que escuche los signos de los tiempos.
¿Cómo valora la renuncia de Benedicto XVI?
Ha sido un acto de plena consciencia, de escuchar a la Iglesia y a la humanidad, ahora que ve que no tiene la fuerza adelante para llevar adelante su misión. Me parece genial que acepte esta situación que es para todos los humanos, admitir que nuestros límites se acaban. Por eso creo que es un acto de honradez y de espíritu cristiano.
"Me gustaría que las mujeres participaran en el cónclave"
"En el Vaticano hay una gran resistencia hacia la incorporación de la mujer"
María José Arana reivindica que las mujeres asuman más protagonismo en la Iglesia. Foto: david de haro