Madrid. El Parkinson es mucho más que una dolencia del movimiento. Además de rigidez y temblores, los pacientes tienen otros problemas que van desde las disfunciones sexuales y depresión, que la padecen cuatro de cada diez, hasta las dificultades de memoria, de habla, de sueño y de olfato. Uno de los problemas radica en que cuando el especialista relaciona estos avisos con el Parkinson, el cerebro ha perdido entre un 50 y un 70% de las neuronas que producen la dopamina, cuya pérdida es la que provoca los síntomas motores.
En el Estado español se calcula que esta dolencia neurológica afecta al 2% de la población mayor de 65 años -en Euskadi se estima que la padecen más de 7.000 personas-, aunque se prevé que para el año 2025 los casos se dupliquen y pueden triplicarse en 2050. "Esta dolencia es bastante desconocida en la sociedad y está llena de estereotipos", dice Juan Carlos Martínez Castrillo, especialista en Trastornos del Movimiento del Hospital Ramón y Cajal de Madrid, una opinión compartida por Juan Carlos Gómez, neurólogo del Hospital de Cruces. "De hecho, la mayoría de la población limita la enfermedad a los temblores, cuando los trastornos del movimiento son tan solo una parte de la patología de Parkinson", aseveran.
Como ponen de manifiesto diversos estudios, más de la mitad de los europeos no sabe identificar correctamente la enfermedad de Parkinson como una dolencia neurológica, un 77% no reconoce la incapacidad de movimiento como uno de los síntomas principales de la enfermedad y el 91% no cree que el Parkinson sea una enfermedad invalidante y aislante socialmente.
Por eso, los especialistas advierten de la necesidad de cambiar la percepción de la enfermedad porque el desconocimiento de la patología, junto a los estereotipos en torno a la enfermedad, influyen en la demora de su diagnóstico que, actualmente, se sitúa entre los 18 meses y varios años desde el inicio de los síntomas.
Diagnóstico precoz "La importancia del diagnóstico de la dolencia en sus fases iniciales es vital. Por un lado, acaba con la incertidumbre del paciente que no sabe qué le sucede y empieza a saber a qué enfrentarse. Por otro, se ha demostrado que los pacientes que reciben un tratamiento en las fases iniciales de la enfermedad tienen mejor calidad de vida que los que no la reciben", explica Martínez Castrillo, al tiempo que añade que "cuando la enfermedad está más evolucionada la respuesta al tratamiento suele ser peor". Cuando la enfermedad se manifiesta por temblor, la consulta del neurólogo suele ser más temprana que cuando se manifiesta por torpeza motora o dolor. "Además, alrededor del 20-40% de los enfermos parkinsonianos tienen síntomas de enlentecimiento y torpeza como secundarios a la depresión, lo que conlleva un retraso en el diagnóstico", sentencia el especialista, que fue uno de los participantes en la jornada informativa Comprender la Enfermedad de Parkinson, prolongando el presente, organizada por la compañía Lundbeck, la única en el mundo dedicada exclusivamente a investigar y desarrollar fármacos para tratar el sistema nervioso central.
En concreto, los principales síntomas no motores que padecen estos pacientes son el llamado fenómeno punta de la lengua -se produce cuando se olvida una palabra y es recordada cuando se da una pista-, los mareos, los problemas urinarios, el estreñimiento, los dolores, trastornos del sueño REM, el babeo y el deterioro cognoscitivo, llegando en ocasiones a la demencia.
Los hospitales y sus equipos de investigación están inmersos en la detección de la enfermedad mucho antes del primer síntoma. "Se sabe desde hace tiempo que no empieza con el temblor", insiste el neurólogo Juan Carlos Gómez, que realizó un trabajo de investigación presentado en el congreso americano, entre cuyas conclusiones se citaba que "el Parkinson empieza en el corazón".
Los expertos destacan la importancia del diagnóstico temprano para frenar, en cierta medida, la evolución de la enfermedad y, por tanto, mejorar la calidad de vida del paciente. Además, en estos primeros momentos de la enfermedad es cuando se obtiene la mejor respuesta en el tratamiento farmacológico, periodo que se conoce como luna de miel.
Factores de riesgo Aún así, la evolución de la enfermedad depende también de cuáles sean los primeros síntomas, ya que "los pacientes que empiezan con torpeza suelen tener un peor diagnóstico que los que comienzan con temblores".
Martínez Castillo recuerda que diversas investigaciones muestran que determinados fármacos, las intoxicaciones, las infecciones, el colesterol LLDL, la obesidad y la vida rural son factores de riesgo para la enfermedad, al igual que el consumo de tabaco, el café o el ibuprofeno son factores que "pueden llegar a proteger" frente a su evolución.
Los expertos abogan por seguir investigando hasta hallar los marcadores bioquímicos que provocan la enfermedad y los factores de riesgo que están presentes desde el inicio de la dolencia. "Solo determinando los factores de riesgo que provocan las dolencias neurodegenerativas las podremos prevenir", sentencian.