Bilbao. Usted deja muy claro que la persecución contra el euskera viene de lejos.

La persecución del euskera se inicia con la propia configuración de los estados francés y español porque es entonces cuando empiezan las primeras políticas lingüísticas represivas. Sobre todo a partir del siglo XIX, todas las normativas quieren erradicar nuestro idioma. La historia del euskera es una historia de represión porque ha sido objeto de un genocidio cultural histórico. Aunque lo importante es que el pueblo vasco ha superado estos ataques y ha sabido mantener su lengua.

¿Cuáles son los momentos más duros?

A partir de la pérdida del régimen foral, en 1876, es cuando se recrudecen los ataques. Mientras se mantuvo, el régimen foral hacía de barrera frente a los intentos de uniformización lingüística tanto en Iparralde como en Hegoalde, y limitaba su aplicación. Hasta entonces había episodios de marginación pero no una represión sistemática.

¿Y las normas más agresivas?

En 1801 ya hay normas que anticipan lo que va a suceder como la prohibición a las compañías de teatro para que en ningún escenario se canten o bailen piezas que no sean en castellano. La ley de notariado dictaba también que todos los documentos públicos figurasen en lengua castellana, aunque muchas de las prohibiciones hacían referencia al registro civil y por supuesto a la enseñanza primaria. Las normas clásicas son las referidas a que los maestros que enseñen en euskera primero sean amonestados y luego sean apartados de la enseñanza.

¿Sacarán a la luz alguna curiosidad?

Por ejemplo la norma que limita la predicación en euskera, que se promulga cuando acaba la II Guerra Carlista, siendo los gobernadores civiles los encargados de vigilar las homilías de los curas. En 1904, la prohibición afectaba hasta a las comunicaciones por correo y por ferrocarril. En ese año, se dictó que incluso en la correspondencia que no tuviera carácter privado, solo podía emplearse el castellano.

En la dictadura de Primo de Rivera también hay 'joyas'.

En 1923, en los actos oficiales no podía usarse otro idioma que no fuera el castellano; había también infinidad de sanciones gubernativas por faltar al respeto al español, castigando a quien desobedeciese o se resistiera. Las prohibiciones en registros y actas de ayuntamientos eran larguísimas. En 1924, se prohibe usar euskera en las cajas de cerillas. Y, sobre todo, las coacciones inciden en la educación. Alguna, en un sentido extremo porque se recuerda a los maestros que entorpezcan el uso del castellano que serán sometidos a expediente, con suspensión de empleo y sueldo, y en caso de reincidencia, al traslado, llegándose a hablar de clausurar centros.

En la Guerra Civil hubo una explosión de prohibiciones.

Sí, y sobre todo se crean numerosas comisiones depuradoras para neutralizar a la gente que haya simpatizado con el nacionalismo.

En el registro civil se produjeron aberraciones.

Había un buen número de nombres que en la época, entrañaban una significación contraria a la unidad de la patria. Como Iñaki, Kepa, Koldobika... a los que atribuían un sentimiento separatista. Por otro lado, se dice que algunos son muy españoles como Aránzazu, Icíar, o Begoña. Lo más grave es que se consideraran nulas y sin validez legal las inscripciones de nombres en un dialecto distinto al español. Eso suponía que esas personas registralmente desaparecían. Hay bandos de comandantes militares que prohiben el uso de la palabra agur, sanciones si se oía en la calle alguna palabra en vascuence y se prohibió el empleo de las letras, k, tx o b. Eso es una pasada.

Los nombres de las empresas también debían figurar en riguroso castellano.

Sí, y los rótulos y las marcas comerciales, hasta el nombre de los barcos. En 1945 se prohíbe la designación en euskera de buques mercantes y en Bilbao había unas compañías navieras importantes con mercantes denominados, por ejemplo, Amboto.

Pretendieron erradicar completamente la palabra Euzkadi.

Sí, eso fue superradical. Pero el problema es que en todas las escrituras notariales (y había muchas) donde aparecía la palabra Euzkadi se debía sustituir por la palabra Burgos. Y en el 59 se habla de la clausura de la ikastola de Iralabarri.

¿En qué se basaban para dictar tal cantidad de normas sancionadoras?

Todas hacían referencia a la ley de Orden Público. Y era contrario al orden público un montón de cosas... atentar contra la unidad espiritual, propagar la subversión, alterar la paz pública o la convivencia social... Con esos parámetros todo podía ser objeto de sanción.

La uniformidad lingüística es la obsesión de todos los Estados.

Sí porque esa uniformidad es el elemento básico para crear una nación y una sociedad homogénea.

Ustedes evidencian la estrecha relación entre lengua y poder.

Uno de los elementos del estado es la soberanía. Se trata de unificar a todos los ciudadanos dentro de una única cultura, una única lengua y a partir de ahí configurar un proyecto político. Hay una conexión muy grande entre la lengua y el poder porque el idioma ha sido considerado una cuestión de Estado.

Con esos fundamentos, el conflicto lingüístico esta servido.

La construcción del Estado moderno se basa en una ficción. Le hace falta una uniformidad que no es real. Y no han considerado suficientemente el valor de la diversidad. Han buscado unificar en lugar de unir.