lA sintonía del Telediario en la España de los dos canales, del blanco y negro, era una marcha solemne en el hogar de Jordi Évole, un legado que heredó de su padre y de su abuelo, que amaron el periodismo sin poseerlo. Nunca ejercieron pero siempre les interesó la información. "En mi casa se hacia silencio a las tres de la tarde cuando llegaba el telediario. Era sagrado. Se paraba el mundo", explicaba en una entrevista en Canal + que sirve para trazar su perfil. En esos frenazos del planeta a esa hora que no se sabe si es la de comer o la de la sobremesa, Évole se alimentó de la profesión que le ha encumbrado a los mandos de Salvados, un programa que cerró el curso con sus mejores datos de audiencia, capaz incluso de batir a un producto tan asentado como Aída.
Sobre la huella que dejaron espacios como "El Informal, Caiga Quién Caiga o los documentales de Michael Moore", resume Iratxe Fresneda cuando observa alguna de las fuentes en las que se inspira Salvados, Évole ha construido un relato periodístico de gran impacto, recuperando en varios de sus frentes el acta fundacional de la profesión. "A nivel periodístico hay que reiniciar", receta el comunicador de Cornellà, en la periferia de Barcelona, desde donde acudía al tercer graderío del Camp Nou para "sufrir" y gozar con el Barça, una pasión imbatible. Desde las alturas veía a los futbolistas como miniaturas de un futbolín, como el Gran Hermano que vigila a la sociedad con un plano cenital.
Al Gran Hermano lo interroga ahora él empleando el plano-contraplano a través del visor del "ciudadano común". Así se define Évole, tan frágil en su fisionomía, "soy un enclenque", como poderoso con el sable de la palabra, afilada por un equipo de veinticinco personas. "Pregunto cosas básicas porque no sé más", le gusta decir al presentador, un malabarista del diálogo, un magnífico front man que siempre prefirió la letra impresa de los periódicos a la literatura de los libros. "Uno de sus fuertes es su personalidad. Parece que no va en serio, pero después... retrata a la gran mayoría con esas preguntas que parecen no serlo, con esa sensación de charla inofensiva que traslada con esa mezcla entre despistado y simpático", advierte Santiago Poza, profesor de la Universidad del País Vasco. Las preguntas de Évole, el diván al que somete a varios personajes, constatan sin embargo la pólvora con las que ceba el programa, -"a mí me permiten preguntar de una manera en la que a otros le partirían la cara", afirma el presentador,- que según sus propias palabras adquirió poso con "los programas especiales que hicimos en Euskadi". Aquellas emisiones, pinzadas entre el anuncio de ETA del cese definitivo de la violencia, situaron a Salvados en la rampa de despegue y lo convirtieron, emisión tras emisión, en un programa de referencia, más allá de los productos de culto. Évole, que se ganó a la audiencia como El follonero, el espectador impertinente de Buenafuente, atravesó el perfil más cómico para "cargar de periodismo Salvados", puntualiza Fresneda, doctora en Comunicación Audiovisual.
Con la caída de las hojas del almanaque, la vertiente periodística ha engordado como un suflé, aunque siempre estuvo presente como un ingrediente en la primera receta que se cocinó en El Terrat, la productora desde la que surgió el menú de un programa que ha recibido varios premios. "En Salvados siempre ha habido un componente periodístico", suma Évole, señalado ahora como una "referencia periodística en nuestro país", según Iñaki Gabilondo. Incómodo en el púlpito, alejado de la etiqueta de libertador, el comunicador barcelonés aspira a naturalizar una profesión excesivamente infectada por los intereses no solo del poder -"hay que evitar el compadreo con el poder"-, insiste, sino también de las propias líneas editoriales, un tablero donde en ocasiones el mayor protagonismo no corresponde al periodismo. "Vamos a intentar debernos al oficio, aunque igual es una utopía", desea Jordi Évole.
Évole, 781.000 seguidores en Twitter
Jordi Évole es admirado en las redes sociales, de la que es un usuario muy activo. El presentador cuenta con más de 781.000 seguidores. A su vez, 'Salvados', que cerró el curso con más de 3 millones de espectadores, se comenta a tiempo real en Twitter millares de seguidores. Se cuentan por miles los mensajes que se cuelgan sobre cada emisión del programa los domingos por la noche. "Twitter es una herramienta tremenda", dispone el presentador, que equipara el ágora de internet al lugar preferido de encuentro de la gente para echar un trago mientras cambia impresiones, la taberna de toda la vida. "El bar es Twitter". El bar digital se ha convertido en un efímero, veloz y voraz escaparate del periodismo sin pausa y en ocasiones sin contrastar, una profesión que vive una encrucijada, un cambio de personalidad con varios dilemas sobre sí misma que resolver, en pleno debate y revisión y a la que desde 'Salvados' se intenta honrar. Al menos así los piensa Jordi Évole.
"Pregunto cosas básicas porque no sé más", se confiesa el comunicador sobre sus cuestionarios
Iñaki Gabilondo señala al presentador barcelonés como "una referencia periodística de este país"
Évole, presentador de 'Salvados', que cerró el curso con tres millones de espectadores, a la espera de la nueva temporada. Foto: la Sexta