hace poco más de medio siglo, la Navidad era una festividad fundamentalmente religiosa, aunque tenía su vertiente social, en la cual la gente se hacía regalos, siempre dentro de un ámbito esencialmente familiar y orientada hacia la infancia. Todavía no había llegado hasta nosotros la influencia del personaje inventado hace menos de un siglo en los Estados Unidos, donde fue denominado Santa Claus, usurpando el nombre y las funciones de San Nicolás, para pasar luego a Europa, suplantando definitivamente en muchos lugares al genuino.

En efecto, la Navidad ya no es lo que era. Recordemos que hasta hace bien poco, salir de copas después de la cena de Nochebuena era imposible, ya que no estaban abiertos ni los bares de alterne. En los tiempos anteriores a la televisión, se cenaba en familia y luego se asistía a la Misa de Gallo. No obstante, la Navidad ha sido ya de por sí una fiesta cambiante a lo largo de la historia. Tal como la hemos conocido hasta hace poco más de treinta años, era una fiesta religiosa, cristiana, en la que se celebraba el nacimiento de Jesús de Nazareth. Pero, ¿cuál fue la fecha exacta de ese acontecimiento que hoy celebramos el 25 de diciembre?

De acuerdo a la tradición romana, el nacimiento de un rey venía anunciado por la conjunción del planeta Júpiter con la constelación del nuevo rey, que en este caso sería la de Aries, el cordero. Según ello, el nacimiento de Jesús se habría producido el 17 de abril del año 7 antes de Cristo. Esta hipótesis viene avalada por el hecho de que el censo del emperador Augusto, que provocó el desplazamiento de María y José a Belén, tuvo lugar entre los años 8 y 6 a.C. Por otra parte, la imagen de los pastores guardando los rebaños en el monte no se hubiera podido producir en diciembre, cuando el ganado en Palestina, como en todas partes, se refugia en los establos.

saturnales Los romanos celebraban el 25 de diciembre una fiesta en la que festejaban el alumbramiento de Saturno, el dios sol encarnado. En ella se elogiaba el valor de la amistad, con banquetes e intercambio de regalos. También se adornaban las puertas de las casas con guirnaldas y los árboles con frutos y objetos alusivos al culto al sol. Se consideraba que la gestación de la divinidad solar se había producido en el vientre de la Reina de los Cielos, que era virgen. Tras el reconocimiento oficial del cristianismo como religión legal, en el año 313 por el Edicto de Milán, la Iglesia hizo ímprobos esfuerzos para llegar a ser la religión oficial del Estado, lo que consiguió con el emperador Teodosio en 380. Uno de esos esfuerzos consistió en adaptar las Navidades a las saturnales, lo que se fija en el Concilio de Nicea del 325, como también se situó la fiesta de San Juan en el solsticio de verano.

Pero una cosa son las estaciones y otra el calendario. Los antiguos romanos tenían un calendario lunar, al igual que los antiguos vascos, con diez meses de 28 días, en función de las fases de la luna. Luego adoptaron un calendario solar, un año de 365 días dividido en doce meses, que luego impusieron en su imperio. Como el calendario lunar tenía dos meses menos, se añadieron al final, tras el décimo mes, december, Ianuarius, en honor al dios Jano, y Februarios, en honor a Februo, que es el dios Plutón. Es decir, que el año empezaba en lo que hoy es el 21 de marzo. Más tarde se trasladó el principio de año al 1 de enero, con lo que el mes décimo, diciembre, pasó a ser el duodécimo.

Esta es la causa de que en la Llanada se hayan conservado unas fiestas de fin de año, el Errepuierre, en las que se encienden el 31 de diciembre las hogueras que antaño se prendían en la madrugada del 21 de marzo. De todas formas, de esas hogueras de final del primitivo año nos ha quedado recuerdo en nuestros ihauteriak, en los que se quema a un personaje que representa todo lo malo del año que ha pasado.

olentzero La Navidad vasca se centra cada vez más en el personaje de Olentzaro, que en su origen no es propiamente navideño. Hoy es un carbonero bonachón, que trae regalos a los niños, pero tiene un sinestro pasado. En la zona oriental de Gipuzkoa y los valles colindantes de la Merindad de Pamplona, era en la antigüedad un personaje de quien se decía que bajaba del monte en Nochebuena y se metía por las chimeneas de las casas con una hoz en la mano, con la que cortaba las cabezas de aquéllos que no tenían sus chimeneas limpias. Por ello, para impedir que Olentzero entrase, se mantenía esa noche el fuego encendido con un gran tronco ardiendo. Los restos se guardaban y se echaban pedazos al fuego cuando había tormenta.

Este Olentzero tuvo el honor de ser elegido por la Iglesia Católica para anunciar a los vascos el nacimiento de Jesús. De ahí la canción. El Olentzero cristianizado era paseado en unas andas antes de la cena de Nochebuena por los mozos, quienes pedían comida por las casas para hacer una merienda.

En cuanto al nombre, parece que estaría relacionado con la festividad de la Expectación, celebrada el 18 de diciembre. Desde ese día al de Navidad se cantaba una antífona cuyos versos empiezan todos por "O", "O Rex! O Emmanuel!..." , llamados en Francia les O de Noël, y a esos días Oleries, de ahí Olentz-aro.