t ras leer el parte de guerra, los cuatro agentes que acudieron a atender el caso aún están boquiabiertos. Y no porque la lectura del atestado sea rara, diferente o anormalmente equívoca. Sólo por la interpretación de la detención que, al parecer, se ha hecho desde la dirección política del cuerpo policial. Parecería que a sus ojos, a los del gobierno municipal, en manos del Partido Popular, la operación concluyó con éxito gracias únicamente al esfuerzo y a la pericia de la unidad de élite de la Guardia Urbana, conocida por las siglas GPA.

Vistos los hechos, las dos patrullas encargadas de la actuación en primera instancia, pertenecientes a los PAI, es decir, a los patrulleros tradicionales que se ayudan de sus turismos para acudir a las llamadas, también tuvieron que lidiar con la más fea: un tipo de 37 años y, al parecer, alcohólico, con su tratamiento de desintoxicación a medio camino del fracaso y afectado por la ingesta de pastillas y abundantes bebidas espiritosas. El sospechoso, según reflejan los hechos, pasaba el rato el pasado día 26 de noviembre en Abetxuko en acometidas violentas contra otro varón, que tuvo que refugiarse en su vehículo. Incluso, llegó a blandir un sable japonés.

Los citados cuatro policías, más los refuerzos, lo tuvieron que reducir. A él y a su agresividad, que reposaron ingresados en el Hospital Santiago. También tuvieron que tranquilizar a dos hermanas del arrestado. Sin embargo, toda la gloria de la intervención, quizás por aquello del tirón mediático del caso por el uso de una catana, recayó en los GPA en las filtraciones a ciertos medios de comunicación. "No hay problemas entre agentes, pero aquí cumplimos con el trabajo todos. Está claro que la cúpula política quiere primar a los GPA", explican fuentes policiales consultadas por este diario y que prefieren mantener el anonimato.

El citado grupo, creado por la concejal encargada de la Policía Municipal, la popular Marian Castellanos, nació para acabar con la aventura de la unidad predecesora, la UOS. Ésta, que recibió elogios hasta del actual alcalde, Javier Maroto, por sus resultados, contaba con los hándicaps de haber sido impulsada por uno de los principales antagonistas políticos de la citada edil, el socialista José Manuel Bully, y de no amoldarse al modelo policial que pretende el actual equipo de gobierno, al parecer, más ligado a una Policía Local de proximidad. Dadas las circunstancias, parece evidente que el conocido como Grupo de Prevención y Apoyo empieza a recibir los parabienes de sus responsables políticos, como si necesitaran revestirlo de los mismos adjetivos que recibía la anterior unidad, aunque no sean autores de arrestos y detenciones, al menos, no de manera fundamental, como es el caso aquí relatado.

No en vano, las mismas fuentes policiales sugieren que los integrantes del GPA intervinieron en la reducción del detenido, además de en labores de cobertura, en la misma proporción que los patrulleros. Es más, estos cuatro, según fuentes de Agirrelanda, son los únicos agentes que firman el atestado junto al instructor. Es decir, serían los únicos en comparecer ante la autoridad judicial cuando el arrestado tenga que enfrentarse a los cargos que pesan sobre él.

De ahí el malestar de parte de la plantilla policial, precisamente, la que no forma parte del GPA, cuyos integrantes ya empiezan a recibir el calificativo de los hombres de Marian, por aquello de la contraposición con los hombres de Bully. Parece que "se quiere adornar el trabajo de los GPA en detrimento del resto de la plantilla", censuran agentes consultados.