Bilbao. Su padre, extremeño, emigró hace 40 años a Euskadi y ahora es ella quien ha tenido que hacer las maletas. "En el grupo de amigas yo era la que decía que me quería ir al extranjero, porque lo considero una experiencia muy buena, pero nunca creí que no tendría otra elección, que lo tendría que hacer a la fuerza", confiesa Laura Fernández desde Alemania, país al que se ha trasladado, empujada por la crisis, para trabajar como ingeniera. Al igual que ella, Itziar Pérez partirá en diciembre a Finlandia para ejercer de enfermera, mientras Gorka de Maidagan, que viajó a Australia junto con su pareja para "vivir un sueño", no puede regresar ahora por la falta de empleo en Euskadi.
Laura > ingeniera en Alemania
"Asociaba emigrante a 'sin papeles' y ahora lo soy yo"
Antes de que la sequía laboral lo asolara todo, esta joven de Gordexola de 27 años asociaba la palabra emigrante con "gente sin papeles, sin dinero y sin estudios que iba a buscarse la vida a Euskadi". Quién le iba a decir que, con sus dos carreras, se iba a convertir en uno de ellos. "Aprender un oficio en otro país es enriquecedor, porque ves otra metodología de trabajo y otras costumbres, pero tener que hacerlo obligado es muy triste", asegura.
No es la primera vez que esta ingeniera técnica industrial pisa el extranjero para labrarse un futuro. "El proyecto de fin de carrera para terminar Ingeniería en Organización Industrial lo realicé en una empresa polaca como estudiante Erasmus. La crisis ya se estaba notando y pensé que lo mejor sería mejorar mi inglés y mi currículum con una experiencia en el extranjero. Creí que a la vuelta las cosas estarían mejor". Pero se equivocó de pleno. "Mis dos trabajos en Euskadi desde que terminé la carrera, en septiembre del año pasado, hasta que me vine a Alemania, en junio, fueron promotora de sopas y de un sistema informático". El primero apenas duró cuatro días. El segundo, la temporada de Navidad.
Tras buscar trabajo durante varios meses y realizar solo dos entrevistas, decidió ampliar miras. "Alemania me llamaba la atención por las oportunidades que tiene para los ingenieros. De hecho, años atrás me saqué el nivel básico de alemán. Aun así, busqué por todo Europa e incluso por América y Asia. Llegó un momento en el que el lugar me daba un poco igual, solo quería una oportunidad". La encontró en un pueblo de nombre impronunciable, Herzogenaurach, cerca de Nuremberg, donde trabaja como ingeniera junior de proyectos en el departamento de innovación de una empresa de automatización.
Superado el aterrizaje -la búsqueda de piso y el papeleo-, Laura trata de mejorar su alemán y adaptarse a las nuevas costumbres, como los horarios y la comida. "Lo más duro es la distancia con la familia y amigos, perderte los primeros pasos, palabras y dientes de tus sobrinos, las fiestas con tus amigas... Esos momentos que cuando estás allí no valoras", reconoce. La añoranza es tal que en septiembre cumplió años y sus amigas le hicieron "el mejor regalo del mundo: un viaje de ida y vuelta a Bilbao".
Los alemanes, dice, son amables, algo cerrados y muy confiados. De hecho, cuenta, plantan flores y ponen carteles para venderlas donde escriben Córtalas tú mismo, dejando al lado una hucha para que la gente pague. "A un compañero de trabajo le dije que allí eso era impensable. Me contestó: Claro, porque os lleváis las flores sin pagar. Le dije: Nos llevamos las flores y la hucha con el dinero. Aún hoy, cuando nos cruzamos por los pasillos, me dice Flores y hucha y se ríe".
Con un puñado de anécdotas que contar a su regreso, Laura asegura que tiene "en el punto de mira" a Euskadi. "Pero creo que no me volvería sin tener trabajo seguro, ya que no tengo muchas esperanzas de que la situación se vaya a arreglar en un año ni en dos", lamenta.
Itziar > enfermera en Finlandia
"Independizarme a 3.100 kilómetros de casa será duro"
Itziar Pérez se considera una chica afortunada. Acabó sus estudios de Enfermería en febrero de 2010 y desde entonces ha enlazado un contrato con otro. "El factor suerte es muy importante en nuestra profesión porque un contrato para cubrir una baja puede durar un día o ser indefinido", pone como ejemplo. Pese a tener el viento a su favor, a esta joven de Loiu se le hace "muy difícil estar todo el día pendiente del teléfono, esperando una llamada para ir a trabajar". Además, añade, "con los recortes en el sector público, cada día se necesitan menos sustituciones, por lo que hay menos trabajo". Todo ello, concluye, "son motivos de peso para emigrar, sobre todo cuando eres joven, tienes muchísimas ganas de trabajar e independizarte y aquí se hace muy difícil, por no decir imposible".
Con ese panorama, en cuanto recibió un mail en el que se anunciaba que "Finlandia estaba interesada en reclutar enfermeras", no se lo pensó dos veces. Tras superar varias entrevistas y pasarse el verano estudiando finés -"un idioma muy difícil que no se parece a nada que conozcamos"-, Itziar ultima los preparativos de su viaje. Trabajará en un hospital público de agudos en la ciudad de Kotka.
"Lo más duro será independizarme a 3.100 kilómetros de casa, el idioma, el clima, dejarlo todo aquí, comenzar de cero en general", aventura. Y reflexiona en alto sobre lo que considera una "situación grave y alarmante". "¿Qué clase de país permite que los jóvenes emigren para trabajar si son el futuro? ¿Por qué necesitan mano de obra joven en otros países y no aquí? ¿Qué ocurrirá cuando quieran gente con experiencia laboral, si aquí no la ofrecen?", se pregunta.
Pero, como no podía ser de otra manera, a sus 24 años, también le ve el lado positivo. "Lo mejor es poder trabajar en tu profesión y de continuo, tener la oportunidad de seguir estudiando, conocer gente nueva, saber cómo se vive y cómo funciona la sanidad pública en otro país… En definitiva, aprender mucho", resume Itziar, a quien su padre, "que ha viajado mucho por trabajo", le ha inculcado "el gusto por conocer otros lugares".
Aunque, a escasos días de mudarse de vida, no puede pensar más allá de "cómo será la casa, el hospital y la gente", cree que tardará en regresar. "Mi intención es poder especializarme, hacer algún máster o incluso otra carrera. Para eso necesito tiempo, así que estaré lejos durante una larga temporada. Después, quiero volver, pero nunca se sabe…", deja la puerta abierta.
Gorka > Técnico en Australia
"Visto cómo está el panorama, me quedaré una temporada"
Gorka de Maidagan y su pareja, Arantza, se fueron a Australia a estudiar inglés cuatro meses y casi llevan allí tres años. "Vinimos a vivir un sueño común, que era buscarnos la vida en un país extranjero, y no hemos vuelto aún por la crisis", avanza ella. "La idea era tener una experiencia laboral fuera, mejorar el idioma, viajar y conocer, pero visto cómo está el panorama, nos quedaremos una temporada hasta que las cosas estén mejor", corrobora él, que trabaja como técnico de procesos en una empresa. Incluso sus familias les animan a quedarse allí. "Entienden que aquí estamos mejor, pero la idea siempre ha sido volver o, al menos, ir a un sitio más cercano, que en dos horas estés en casa comiendo unas alubias de Gernika", bromea Gorka.
Animados por algunos conocidos y su afán aventurero, aterrizaron en Melbourne en enero de 2010. "Nadie nos había dicho nada de visas y allí nos dimos el gran golpe", reconoce Arantza, que es diseñadora de interiores. "Lo más duro es esperar durante meses un correo electrónico o una llamada, vivir en la incertidumbre de si tendrás que volver a casa y comenzar de nuevo", señala él. Después de año y medio, consiguieron la residencia permanente. "Tenemos derecho a vivir y trabajar indefinidamente y nuestra situación ha mejorado mucho", dicen. "Aquí miran más por el bien del país y qué puedes aportar, y no por el bien de los inmigrantes. Por eso es complicado hacerse un hueco", advierten por si alguien está pensando en viajar "a lo loco", algo que no es "recomendable".
Ahora que ya están instalados en Adelaida, Gorka hace balance de lo que supone estar lejos de casa. "Aquí te das cuenta de que, aunque estudies inglés desde la ikastola, no tienes el nivel suficiente. La familia crece y toca conocer a las nuevas generaciones por el ordenador. Quizás eso sea lo más duro. La comida, mejor ni pensar en ella. Se me hace la boca agua. Con los amigos se está en contacto mediante las redes sociales y aplicaciones en el móvil. Está todo controlado", afirma este treintañero, mientras Arantza mira al futuro. "Me daría mucha pena tener que quedarme aquí por culpa de la crisis y ser una inmigrante que echa de menos su tierra de por vida, como muchísima gente que emigró en los 60".
Itziar Pérez dobla su uniforme de enfermera con la mente puesta en un hospital de Finlandia. Foto: Pablo Viñas
Laura Fernández, ingeniera, en Alemania y Gorka de Maidagan, en su trabajo en Australia. Fotos: DnA
Sortear la crisis en el extranjero