Gasteiz

LA familia de Gloria Rodríguez se ha encomendado a San Pancracio, que hace lo que buenamente puede, que no es mucho, junto a tres elefantes perfectamente alineados en una estantería de la cocina. La verdad es que no lo tiene fácil, porque quien no ha sido desahuciado, está en paro o a puntito de estarlo o sobrevive a duras penas con una pensión. De hecho, Gloria, que perdió su piso hace cosa de un año y ahora vive con su padrastro y su madre, fue la que hizo frente a la última reparación de la lavadora. Y con eso está dicho casi todo.

De las dos viviendas en propiedad que llegó a tener con su ex pareja en Pancorbo y Gasteiz, Gloria solo conserva 19.000 euros de deuda, un contenedor lleno de sufrimiento y montones de ropa. Le quedan seis años, a razón de 301 euros al mes, para hacer borrón y cuenta nueva. "A eso súmale coche, colegios, 200 euros que doy para comida, luz y gas. ¿Cuándo me voy a meter yo en algo? Con un sueldo es imposible".

Doce años después de salir del hogar familiar vestida de novia, a Gloria no le ha quedado otra que volver a casa, "como el turrón por Navidad". El precio a pagar, que sus padres la traten, a sus 35 años, como a una adolescente. "Fastidia porque tú estás acostumbrada a tu casa, a tus cosas, y llegas aquí: No pongas la tele tan alta, no enciendas la calefacción, no llegues muy tarde...". Su madre incluso le anima a buscar novio. "¡Si no salgo porque no me llega! Le digo: Como no me ponga un post-it en la frente diciendo: Busco pareja para compartir gastos".

Ironías aparte, el problema es que Gloria volvió con sus hijos, de 11 y 6 años, de la mano, y los tres tuvieron que encajar colchones y pertenencias, como piezas del Tetris, en un dormitorio. "Aunque solo la utilizan para dormir y jugar, tenerlos en una habitación de doce metros cuadrados es inhumano. Tienen que hacer deberes y en la cocina les molesta la campana o la tele. Es un sinvivir, te vuelves loco. La niña, además, ya empieza: Qué vergüenza cambiarme delante del tato... Necesitan su espacio y yo ahora no se lo puedo dar", reconoce Gloria.

Pensando en el bien de sus hijos, dado que su ex pareja tiene una vivienda, hizo de tripas corazón y se los entregó temporalmente a mediados de septiembre. "Llevo desde ese día hecha polvo. Llegué al trabajo y era llorar y llorar. La gente te pregunta y, claro, cómo le explicas que has tenido que entregar a tus hijos, que no has hecho nada malo. Algunos no lo entienden. Estoy fatal. Lo que pasa es que no puedo estar todo el día llorando". No puede, pero de vez en cuando el llanto rebasa el dique de contención. "Ahora yo llego a casa y se me parte el alma...". Los ojos de Gloria se anegan. "Ya lo siento. Mira que lo intento, pero es que no puedo", se disculpa. "Es llegar a casa y decir: ¿Habrá hecho los deberes? ¿El otro me estará esperando para que le deje el móvil para jugar? Intentas no llorar, de verdad, pero te duele porque no estás con ellos".

Por si fuera poco, dice, su ex pareja va a sacar a los niños del colegio y matricularlos en Pancorbo, donde él reside. "Yo ahora los veo todos los días. A partir del lunes, no voy a poder verlos hasta que no me vuelvan a tocar dentro de 13 días. Para mí es un suplicio". Gloria sufre por la ausencia, pero también por ellos. "Los niños no quieren cambiar de colegio, ni dejar a sus amigos".

Consciente de que la única posibilidad de recuperar a sus hijos es encontrar un techo, se ha pateado todo Gasteiz. Los pisos libres de alquiler le resultan inasequibles. "Me vería muy ahogada y prefiero evitar que me toquen otra vez la puerta para echarme a la calle". Por eso espera, sin más décimo de lotería que el boleto de la esperanza, que le adjudiquen un piso de alquiler social. "Pero ni siquiera se sortean. Dices: desahuciada con dos niños. No hay nada. ¿Pero cuántos pisos de compra tienen vacíos las instituciones? Pues que les obliguen a alquilarlos", reivindica. Por momentos el pesimismo apisona su afán de salir adelante. "Me veo con 50 años en casa de mis padres".

Suena el timbre y Gloria, que tiene callo de pleitear con su ex, se sobresalta. "Siempre pienso que es del juzgado". A la vuelta, critica a los políticos. "Nos tratan como muebles. Hoy estás en tu casa y mañana te echo. ¿Y los derechos de los menores? ¿La Constitución no dice que tenemos derecho a una vivienda digna? Se lo pasan todo por el forro", denuncia y se pone en la piel de quienes se han quitado la vida. "Yo lo llegué a pensar. Le dije a mi madre: ¡Si yo me tiro por el balcón y gano tiempo y dinero! Y me dice: Pero pierdes tu vida. ¿Pero qué más me da, si total me están ahorcando? Porque encima que me echan de mi casa, les debo dinero. Luego piensas en los niños y reculas".