leza. Situado al pie de la carretera Logroño-Vitoria, cerca del Hospital de Leza se encuentra Pagos de Leza, una de las últimas bodegas en ponerse en marcha en un proyecto que va más allá de lo que es la elaboración de vino. Y eso que la familia propietaria, a la que representa Gloria Santamaría, lleva cuatro generaciones dedicados a la elaboración de caldos de calidad en Laguardia. Esta compañía es, en realidad, un homenaje a esas cuatro generaciones y por esa razón todo el complejo está lleno de símbolos que recuerdan la implicación y el compromiso de la familia con el Rioja. Y esto, además, les ha permitido desarrollar en determinadas áreas de trabajo novedosas tecnologías que ayudan en el trabajo cotidiano de la empresa, pero sin que ello afecte a la forma artesanal de elaborar y criar sus vinos.

Como complejo enoturístico, según muestra María Jesús Amelibia, relaciones públicas de Pagos de Leza, el edificio cuenta con un restaurante que gestiona Don Producto, un restaurador de Vitoria que elabora ocho menús para cuando hay grupos superiores a 15 personas. Las dependencias disponen de cocina y hasta de asador independiente y además cuentan con la posibilidad de mover las paredes, construidas por paneles, pudiendo acoger de esa forma hasta 120 comensales. Lo curioso de ese sistema es que en la zona de ampliación está la tienda, pero todos los muebles, incluidos uno clásico, disponen de ruedas giratorias que permiten trasladar los expositores de vinos sin ninguna dificultad y sin movimientos innecesarios que perjudicarían la calidad de los vinos.

En la zona del comedor hay varias obras del pintor y escultor Juan Antonio Olarte, una de ellas, de grandes dimensiones, contiene todos los símbolos del vino y de los esfuerzos de la familia Santamaría por sacar adelante sus proyectos en la comarca. También dispone de un win-bar. Se trata de una copia de un bar que Gloria Santamaría exportó de Napa Valley (California) y que consiste en un cubo de cristal, donde se pueden hacer degustaciones, tanto de producto como de sus vinos.

Descendiendo por unas escaleras se llega al corazón de la instalación. Al lugar por donde entran las uvas, que no necesitan haber sido pesadas anteriormente en la báscula, ya que la tolva que utilizan tiene sus propios sensores que detectan las cantidades que caen. O casi toda, porque una parte de la producción pasa a una mesa de selección para elegir las bayas que se destinarán exclusivamente a la elaboración del vino Don Ángel.

De la tolva los mostos pasan a los depósitos y allí se utiliza un sistema que realiza el trabajo de sacar los hollejos del interior, sin que nadie tenga que entrar en los depósitos y con el mínimo esfuerzo, ya que lo hacen entre dos personas. Para la crianza hay una enorme sala bajo tierra, con temperatura controlada para que la madera y el tiempo hagan su trabajo. Y aquí también se usan las tecnologías, ya que frente a las polémica suscitadas en torno al uso del azufre parea limpiar las cubas, en Pagos de Leza se usa tan solo una máquina exclusiva en Rioja Alavesa que expulsa vapor de agua. Sin más.