Cuando con sólo 12 años de edad Andrés Luengas Otaola encaminó sus pasos por primera vez hacia Sierra Salvada para, acompañado por su padre Vicente, guiar un rebaño de 235 ovejas hacia los pastos de las cumbres, una ya lejana madrugada del miércoles 4 de mayo de 1938, seguro que nunca llegó a pensar que la historia de la dura profesión que le iba a tocar ejercer desde ese día y hasta 1947 se iba a convertir en un sentido homenaje a todos los hombres y mujeres que, como él, han tenido que sufrir, lidiar y solventar las situaciones embarazosas que entraña el mundo pastoril, en un medio hostil y alejado de los suyos.
Pero así ha sido y ha llegado, ni más ni menos, que de la mano de su hermano pequeño, Alberto, que bajo el título de El pastor más joven de la Sierra Salvada ha querido regalarle su biografía en el día que cumple 87 años. La presentación del libro, del que solo se han editado cien ejemplares "para repartir entre familia y amigos", tendrá lugar a las 19.00 horas del próximo martes 25, el mismo día de 1925 que vino al mundo el pastor Zuaza, tal y como lo denominaban sus vecinos de chabolas en Kobata, en referencia a la localidad ayalesa de la que procedía, y con los que tantos "ranchos", aventuras y desventuras compartió, mientras se desvivían por proteger a sus ovejas del frío, la nieve, la intensa niebla, la fauna salvaje y hasta de los amigos de lo ajeno.
La cita se desarrollará en el salón de actos de la Casa de Cultura de Amurrio, donde también tendrá lugar la presentación de un DVD con tres canciones dedicadas a él, interpretadas por el tenor Santiago Nestar del Olmo, y también compuestas por su hermano Alberto, gracias a los "rudimentarios" conocimientos musicales que le inculcó el párroco de Zuaza, Jesús Totorica, en las décadas de los 40 y 50. "Me enseñó las claves de Sol y de Fa para que tocara un viejo armonio a pedales, para armonizar las misas en los días de fiesta del pueblo. Siempre tuve mal oído y ahora se me ocurre componer. Tampoco estudié gramática hasta los 40 años, pero este libro es algo que prometí a mi hermano", explica emocionado Alberto, que también apunta que "las fotos que ilustran la biografía están tomadas con una cámara que tiene 40 años y que al poco de concluir este trabajo decidió dejar de funcionar. Es curioso".
Dados los lazos de sangre que subyacen en este homenaje a los pastores de Sierra Salvada, la dedicatoria tiene como protagonista al recientemente fallecido hijo del autor de la obra, Ángel Alberto, que como su tío y padre estaba muy unido a las rutas, cuevas y simas de estas cumbres. La obra está prologada por Gontzal Oribe Bárcena, que en la citada presentación introductoria al libro, sintetiza a las mil maravillas el contenido de la misma: "Por su pluma -la de Alberto- van desfilando distintos y característicos topónimos de la siempre presente y maravillosa Sierra Salvada, al igual que las herramientas o aparejos de trabajo y el vocabulario pastoril, junto a la presencia de algunos de los pastores que vivieron aquella época dedicando toda su vida al mundo de las ovejas".
pluriempleo Patxi Arza de Okondo, quien le transmitió los secretos culinarios para sustentarse en las alturas de la sierra, principalmente a base de patatas; Ángel Fernández de Eribe El Lezamero, con quien compartió la chabola; el veterano Daniel Albisua de Madaria, que le enseñó a guiarse en la niebla; o Julián Furundarena de Amurrio son sólo algunos de los nombres de los aguerridos pastores que desfilan por este libro. "Ahora estamos amochaos (enfrentados) con los demás. Antes todos juntos, en armonía y buen entendimiento. Se pedía ayuda y favores a todo quisqui y se concedía", recuerda el propio Andrés, que en 1947 y debido al servicio militar cedió el bastón de mando del rebaño familiar a su hermano Germán.
A su regreso, ejerció otros menesteres como albañil, aserrador, carbonero y operario de la empresa Aceros de Llodio, hasta que se jubiló en 1983. Sin embargo, las costumbres de toda una vida trabajando no se pierden de forma tan sencilla y Andrés, a su 87 años, regenta una panadería en su Zuaza natal, al tiempo que cuida de su esposa Susana, aquejada de un derrame cerebral. Todos sus allegados envidian su vitalidad y fortaleza. Entretanto, él asegura que "no todo es agua limpia, la que baja por el arroyo". "¿Qué crees?", pregunta.