Vitoria. Hasta hace cinco años, muy pocas personas en Vitoria conocían lo que era el paro crónico o pasar el mes sin ningún tipo de ingreso económico. Prácticamente no había familias en las que todos sus miembros estuvieran desempleados, en la calle no se sabía a qué correspondían las siglas ERE y las grúas que poblaban los barrios periféricos de la ciudad invitaban a miles de jóvenes a dejar los estudios para empezar a ganar dinero cuanto antes.
Pero a finales de 2008 se hundió Lehman Brothers, las vergüenzas de todo el sistema quedaron al descubierto, llegaron las crisis del ladrillo, la financiera y la de la deuda, y la Vitoria del pleno empleo se desmoronó como un castillo de naipes. La encuesta de Modos de vida en Vitoria-Gasteiz de 2011, elaborada por el Gabinete de estudios del Consistorio y a la que ha tenido acceso este diario, describe el tránsito de la ciudad del paro técnico a una tasa de desempleo del 16%, que en casos como la construcción, o el comercio y la hostelería, se ha disparado hasta el 36% y el 20,5% respectivamente.
En Gasteiz, ser menor de 29 años, extranjero, mujer, o no tener estudios son circunstancias que cierran las puertas del mercado laboral. Quien reúne más de uno de estos requisitos está prácticamente condenado a engrosar las listas de Lanbide. "La caída del nivel de actividad económica desde el verano de 2008 ha hecho que paulatinamente y primero en unos sectores y luego en otros, un porcentaje considerable de los ocupados haya sido expulsado del mercado de trabajo, a través de finalización de contratos, de expedientes de regulación de empleo o de no contratación directamente, en el caso de los sectores y ocupaciones de carácter más temporal", apunta el estudio, según el cual "el desempleo esta modulado por variables macroeconómicas externas al individuo" que lo padece.
Si en la construcción, la hostelería o el comercio ha habido una auténtica debacle, otras profesiones relacionadas con la industria y la energía, la educación, la administración, la sanidad o los servicios sociales han permitido que Vitoria se ubique más en la media de paro vasca que española, un consuelo relativo ante un fenómeno que afecta a personas concretas, y no a sectores reflejados en una estadística. Individuos concretos que en muchos casos, apunta el informe, no cuentan con apoyo familiar, social e institucional, el paso previo a la exclusión.
Paro de larga duración Por ejemplo, el 40% de los 18.592 parados que había en Vitoria cuando se hizo el estudio -ahora son más-, llevaba más de un año recibiendo la prestación por desempleo, cuando en Vitoria el paro de larga duración había sido tradicionalmente un fenómeno anecdótico. Un dato más: casi tres de cada diez parados no percibe ningún ingreso personal, y los que lo cobran reciben una media de 770 euros mensuales.
Del 74% de parados que sí cuenta con ingresos, un 42% mantiene la prestación por desempleo, pero otro 17% ha dado el salto a la Renta de Garantía de Ingresos, una vez agotado el paro; el 5% percibe la renta de alquileres, y otro 9,6% cuenta con otro tipo de ayudas. Esta estadística es dinámica, y así, según pasan los meses, son cada vez más quienes pierden la prestación por desempleo y pasan a depender de la renta básica, muchos de ellos personas que hace un lustro llevaban una vida perfectamente normalizada y que ahora no saben manejarse en una situación desconocida para ellos. La vergüenza y la incertidumbre inmovilizan a estas personas frente a quienes conocen y hacen uso desde hace años de la red de asistencia social.
El estudio alerta de que hoy día es habitual que padres e hijos se encuentren sin trabajo, cuando tradicionalmente los progenitores conservaban su empleo y eran los hijos los que vivían una situación más precaria. Ahora los parados son los padres en el 72% de las casas, y los hijos en el 23%. En un 4% de los hogares de la ciudad todos sus miembros están en paro, y desde el inicio de la crisis el 8% ha llegado a sufrir esta situación. Casi en tres de cada diez familias ha habido algún miembro desempleado desde 2008, el 37% de los parados gana menos que el Salario Mínimo Interprofesional y un 9% se ha visto afectado por un ERE. Cuatro de cada diez familias han visto mermados sus ingresos desde 2008.
En lo positivo, el estudio destaca que "se produce un encaje bastante correcto entre personas cualificadas y ocupaciones más cualificadas", aunque hay un 14% de personas con estudios universitarios medios trabajando de administrativos, y un 9% con licenciaturas superiores que desempeñan estas funciones. Un 13% de graduados en FP de grado medio trabaja en puestos elementales, un 4,5% en el caso de quienes tienen un título profesional superior.
Pedro Ibáñez, director del Instituto de Formación Profesional Mendizabala, dedicado a nutrir al mercado laboral de gente preparada, constata que las cosas no son como antes. "De las colocaciones que conseguíamos hace unos años, del 90% e incluso del 100%, hoy día estamos en un 40% o un 45%, y las empresas con las que tenemos bolsa de trabajo ya no te piden cualquier cosa, te piden titulados, algunos incluso titulados superiores, la tendencia es a solicitar gente con cualificación", señala.
En Mendizabala se oferta sobre todo formación industrial, y en ese campo, la demanda de trabajadores por parte de las empresas más o menos aguanta. "También tenemos familias de Imagen y Sonido, de Artes Gráficas, de Imagen Personal, de esas también hay demanda, pero en menor proporción con respecto a Mecánica, Automoción o Mantenimiento, que ha tenido últimamente bastante tirón", explica Ibáñez, no sin puntualizar que esos datos no se pueden extrapolar a la realidad del mercado laboral vitoriano, sino a las empresas que trabajan con Mendizabala.
Una fórmula que aplica este instituto y que tiene bastante éxito a la hora de salvar la frontera entre las aulas y el taller es el módulo de prácticas en empresas, especialmente en el campo de la industria. Ibáñez explica que en este sector hay más tradición de contratar a chavales en prácticas que en el de servicios. Son muchos años de trabajo en común y hay confianza.
Por otro lado, la crisis ha hecho que Mendizabala registre "un aumento en las matrículas por la gente que vuelve. Antes ocurría que algunos abandonaban -prosigue el director del instituto-, buscaban un trabajo y se marchaban, y eso evidentemente ocurre mucho menos".