Aunque seguramente todos nos hayamos topado en más de una ocasión en la calle o en el metro con alguna persona que habla con voz esofágica, que tiene prótesis de voz o utiliza laringe electrónica tras haber sufrido algún tipo de intervención de laringotomía o traqueotomía, difícilmente lo relacionamos con un tipo abundante de cáncer y, por supuesto, cuando citamos algún tumor los primeros que nos vienen a la cabeza serán los de mama, próstata o colon, pero no los de cabeza y cuello, aunque no sean una anécdota en la población, sino una presencia tan traumática como poco conocida.
En el mundo ocupan el quinto lugar por orden de prevalencia y el Estado es el tercer país de Europa con mayor incidencia de estos tumores en hombres, con una mortalidad elevada. Al ser una patología bastante escondida y poco conocida, su diagnóstico es probablemente bastante menor de la realidad, estimándose que la incidencia en España ronda los 12.000 casos y su prevalencia es aproximadamente de 37.000.
Cuando el pasado mes de junio empezó a representarse la obra de teatro "Senseless: el valor de los sentidos" en el I Campus Multidisciplinar Merck, quedaba bien claro que el punto básico de partida era la referencia que el concepto senseless hace al silencio social que rodea al cáncer de cabeza y cuello. En este tipo de cáncer se integran los tumores de laringe, faringe, cavidad nasal y senos paranasales, de glándulas salivares, de labios y de toda la cavidad oral, incluyendo lengua, paladar, suelo de la boca, mucosa y encías. Un 43% se presenta en la cavidad oral, los tumores de faringe representan un 33% y los de laringe, un 24%. Debido a que los síntomas en general son bastante inespecíficos, la enfermedad puede seguir su curso desapercibida sin recibir tratamiento durante bastante tiempo, lo que hace que casi ocho de cada diez pacientes acuda a la consulta con la enfermedad en estadios bastante avanzados.
Precisamente, iniciativas como la obra de teatro Senseless lo que trata es de romper esta halo de silencio o de escaso conocimiento de la patología. "Con frecuencia los síntomas de estos tumores pasan desapercibidos para el paciente, lo que provoca que en numerosas ocasiones nos veamos obligados a aplicar tratamientos más agresivos porque el tumor se encuentra en un estadio muy avanzado", afirma el doctor Juan Jesús Cruz, jefe de Oncología del Hospital Clínico de Salamanca y presidente de la Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM).
Ya que la falta de información lleva a un diagnóstico tardío y a una más rápida pérdida de facultades sensoriales con la necesidad de tratamientos más agresivos, los especialistas quieren precisamente combatir mejor la enfermedad atajando sus inicios, fomentar la información para que los diagnósticos puedan ser mucho más precoces y eficaces.
Alcohol y tabaco Para comenzar, todos los expertos están de acuerdo que el tabaco y el alcohol son los dos factores de riesgo más importantes generadores de tumores de cabeza y cuello. "Sabiendo esto, está muy claro que si se eliminan, además de reducir su aparición, estaremos ante un cáncer relativamente fácil de amortiguar y con una muy alta tasa de supervivencia, en casos puntuales de hasta el 90%, aunque la supervivencia media a cinco años y tomados todos los estadios ronda el 60%, difiriendo según su localización", explica la oncóloga Yolanda Escobar, del Gregorio Marañón de Madrid.
En casi nueve de cada diez casos los tumores se desarrollan en hombres, lógica consecuencia de hábitos y consumos sociales como el consumo de tabaco y alcohol, que hasta hace bien pocos eran mayoritarios en ellos. La mayor participación femenina en lo público también está conllevando el aumento de este tipo de patología en las mujeres, aunque todavía esté muy por debajo. En general los sufren pacientes de edad media de alrededor de 50 años que abusan de hábitos tóxicos. "La inmensa mayoría corresponde al perfil de bebedor y fumador habitual que abusa de su consumo", aseguran los oncólogos. Por esto, cuanto antes se conozca su presencia más fácil será comenzar a modificar los hábitos de vida, de manera que estos cambios coadyuven al éxito del tratamiento.
Al estar relacionados estos tumores con costumbres sociales tan arraigadas en nuestro entorno hay un aspecto de estos cánceres que afectan más allá de los propios tratamientos médicos. Por causas de esas mismas costumbres sociales tan extendidas son evidentes las barreras de comunicación existentes y muy importantes los aspectos emocionales del proceso, comenzando por la propia aceptación personal de la dolencia hasta llegar a la integración familiar y social en algunos casos. Por esto, los síntomas con frecuencia pasan si no totalmente desapercibidos, sí al menos disculpados, achacando los síntomas a otras causas, que no a un previsible tumor.
Ronquera prolongada, dolor de oído y/o garganta, afonía, úlceras en la boca o molestias al tragar son síntomas habituales. Hasta ahora la mayoría de los pacientes son de un nivel socioeconómico bajo y suelen tener una gran capacidad de encaje frente al diagnóstico y los tratamientos, ante los que no reclaman alternativas terapéuticas, pero en cualquier caso este aspecto emocional y personal suele precisar de un apoyo cara al ámbito en el que vive el enfermo que es preciso ser tratado, porque si no la evidente pérdida de algunas capacidades sensoriales pueden producir sentimiento de aislamiento en el paciente, según afirma el filósofo Javier Sábada, quien observa esta enfermedad desde su perspectiva bioética. "Nos enfrentamos a tumores en los que las relaciones sociales están muy comprometidas, por lo que resulta clave desarrollar nuevas terapias en aras a evitar la cirugía y la alta toxicidad de la radioterapia y quimioterapia", confluyen en esta opinión el doctor Cruz y el filósofo Sádaba