que los jóvenes consumen cada vez menos vino y cada vez más otro tipo de bebidas es una de esas verdades que aparecen en estudios de prestigiosas universidades de lugares que nadie sabe dónde están. Periódicamente aparecen análisis y encuestas al respecto. Pero no por ello se acercan a la realidad. Ayer se vio entre las miles de personas que acudieron a Lapuebla de Labarca a muchos jóvenes que aprecian la esencia de los mejores caldos. Se nota que las nuevas generaciones han sido educadas en la cultura de este producto tan ligado al medio rural y tan propio del territorio histórico.

Los más jóvenes se guardaban ayer, y mucho, de prescindir del vino. De hecho, apostaron por el brumoso mosto que fue literalmente rebañado del lugar donde se había tomado el que degustaron los representantes de las instituciones. "Esta muy dulce", comentaba una joven, "pero no tiene nada que ver con el vino, no sabe a vino" apostillaba, mientras junto a otras amigas brujuleaba entre la gente de su edad. Frente a otro stand, el de Samaniego, un grupo de chavales que apenas llegaban a los 20 años disfrutaban del vino de sus copas. Dicen que los jóvenes no beben vino, espetaba el periodista y los chavales, con cara de risa preguntaban "¿y esto que es?", mostrando su copa. No todos lo toman de una forma habitual, decía uno de los chavales, mientras que otro señalaba que en su casa si que se bebía vino, "y sin mezclar, además" apostillaba otro.

Y con las chicas igual. Una de las dantzaris de Elciego afirmaba en las puerta del frontón poco antes de su actuación y con contundencia que "a los jóvenes sí que nos gusta el vino, ¡cómo no!. Si vivimos en una tierra de vinos, los vinos nos tienen que gustar". Y además los gustos son tan selectivos como para "elegir vinos crianzas para una cena", aunque las preferencias habituales se decanten por los vinos jóvenes. "De normal, un vino joven", afirmaba.

Alcoholímetro Por otra parte, y como suele ser habitual en este tipo de encuentros relacionados con la ingesta de bebidas espiritosas, se instaló una carpa donde aquellos que lo deseaban se podían hacer una prueba para comprobar si debían conducir o no, según la cantidad de vasos consumidos. Unas chicas de Vitoria comentaban que como orientación estaba muy bien, pero cada vez más "la gente se organiza para que uno del grupo no beba y así puede conducir sin riesgos".