Macarena tiene cuarenta años y se levanta cada mañana pensando que está gravemente enferma. "He tenido todo tipo de cánceres imaginarios: de lengua, de garganta, de estómago, de cabeza...", enumera. Ahora le duele un costado y está "muerta de miedo". Tanto que le da pánico ir al médico. "Llego a pensar que tengo metástasis por un cáncer en el pulmón o en cualquier otra parte... A esta conclusión tan horrible he llegado tras consultar en Internet", confiesa. El reciente fallecimiento de un compañero de su marido ha acrecentado su temor. "Ha muerto por cáncer de pulmón en cinco meses, con 38 años, y precisamente se quejaba de dolor en el costado. Eso ha hecho que se disparen mis peores alarmas y esté al borde de la desesperación".
También el padre de Macarena murió de cáncer de pulmón, cuando ella tenía siete años. Y parece que fue entonces cuando su hipocondría echó raíces. "Mi primera crisis grave la tuve con quince años. Me dio un ataque de pánico y me tuvieron que llevar a Urgencias. A partir de ahí, comenzó mi calvario. A causa de la ansiedad, no podía respirar y tenía una serie de síntomas que achacaba a enfermedades graves. Con treinta y cinco años toqué fondo", relata. Inmersa en el pozo, no creía ni a su médica. "Llegué a gritarle que me estaba engañando, que yo tenía un cáncer terminal y ella no quería decírmelo".
Sus sospechas infundadas encontraban sobre qué sustentarse frente a la pantalla del ordenador. "Mi hipocondría se vio agravada por Internet, sin ninguna duda. Buscaba dolor de estómago, diagnóstico cáncer de colon. Dolor de cabeza, diagnóstico tumor cerebral. Temblores, diagnóstico esclerosis múltiple". De todo el abanico posible, esta mujer, que se define como cibercondriaca por consultar compulsivamente sus dolencias en la Red, siempre escogía lo peor. "Nosotros tendemos a filtrar la información como nos interesa. Si tienes un dolor y en diez páginas pone contractura, pero en una pone cáncer, te fijas en la última, te dan los siete males y ya te coinciden todos los síntomas. Te vuelves loca de preocupación, de miedo, te amargas, amargas a los que están a tu alrededor y te pasas la vida sufriendo. Es un asco vivir así", se lamenta esta madrileña, para quien "tendría que existir un filtro especial para que los hipocondriacos no pudiéramos consultar ningún síntoma".
"Nadie te cree y te hundes" Por si fuera poco con su angustia, Macarena se siente muy sola. "Llega un momento en el que nadie te cree, nadie te hace caso y tú vas hundiéndote cada día un poquito más". Cuando llegó al subsuelo de la depresión, acudió a un psiquiatra, después a un psicólogo y consiguió remontar. "Me apunté a un gimnasio, conocí a gente nueva, tenía las mañanas completamente ocupadas en cosas que me gustaban. En definitiva, apenas tenía tiempo para pensar y poco a poco me olvidé de mis males". Si se le resentía la espalda, pensaba que era una contractura. Si le dolía la cabeza, lo atribuía al calor o a la falta de sueño. Vamos, lo normal. La felicidad le duró casi cinco años, pero ha vuelto a las andadas. "Entonces no miraba ningún dolor por Internet. Ahora estoy en plena crisis, me paso la vida buscando mis síntomas para tranquilizarme y lo que hago es ponerme mucho peor".
De vuelta en el "infierno", a Macarena le angustia que su hijo herede sus temores. "Un día me vio llorar y el pobre se asustó tanto que no quiso ni comer. Me preocupa inculcarle mi miedo irracional a las enfermedades". En plena adolescencia, el chaval no parece, pese al mal trago, demasiado afectado. "Me pregunta: ¿Qué te pasa? Le digo: Nada, hijo, que me duele. Y me suelta : ¡Uy, te vas a morir! ¡Anda, tonta, que no tienes nada! Tiene 14 años y, a su edad, gracias a Dios, les resbala casi todo", se consuela.
El marido de Macarena, en cambio, empieza a estar cansado. "La hipocondría está destruyendo mi matrimonio. Mi marido me aguanta a duras penas. Llega a casa y se encuentra a su mujer con cara de miedo, sin ganas de nada y al borde del llanto. Esto lo aguantas un día o dos, pero cuando la crisis se alarga durante semanas e incluso meses, no hay quien lo aguante, por más que quieras a tu pareja", admite comprensiva.
Convencida de que puede curarse "o al menos pasar mucho tiempo bien", esta ayudante de producción aconseja a los hipocondriacos tomárselo con calma. "Si el médico no le da importancia, no se la vas a dar tú, ¿no? Sé que cuesta, yo soy la primera que caigo en errores", reconoce. De hecho, de unos meses a esta parte ha sufrido visión borrosa, dolor en una pierna, temblores... Y con ellos, ha vuelto su miedo a padecer una enfermedad neurológica o degenerativa. "Tenemos que ganarle la partida a nuestra mente. Es muy difícil, pero no imposible. Yo lo hice y si lo hice una vez, puedo hacerlo otra", se anima.
Acudir a Urgencias Aunque no han llegado a diagnosticar a ningún cibercondriaco como tal, en el hospital de Galdakao sí han constatado que "Internet es un recurso que se utiliza para indagar sobre posibles enfermedades y que a veces esto condiciona estados de ansiedad y una preocupación excesiva, que puede estar en relación con una hipocondría", explica el jefe de servicio de Urgencias, Mikel Sánchez.
Un bulto, una mancha o un simple dolor de cabeza pueden hacer que el paciente, tras navegar por la Red en busca de un diagnóstico, termine en Urgencias. "Recabar información en Internet sobre una enfermedad no es malo de por sí. El problema es que la información no sea de calidad y la interpretación que se haga de esa sintomatología", apunta este responsable sanitario. De hecho, añade, "un hipocondriaco que consulte Internet va a interpretar un dolor de cabeza en relación con un tumor cerebral cuando no es la causa más frecuente de dolor de cabeza en un paciente sano. Lo normal es que no sea nada, pero siempre se interpreta desde el punto de vista más negativo", subraya.
A veces, tal y como ha comprobado Sánchez, el buscador de Internet muestra la opción más grave en primer lugar. "Si pones mancha en la piel, lo primero que te sale es una referencia al cáncer de piel, con lo cual la ansiedad que se puede generar en torno a una lectura de algo que es muy técnico y que tú no estás capacitado para interpretar puede dar lugar a una consulta".
Lo más habitual, dice, es que los diagnósticos hechos a golpe de ratón no se correspondan con la realidad. "La fiebre es un síntoma de meningitis, pero también de muchas más cosas. Normalmente es un síndrome febril vírico sin importancia y el paciente viene obsesionado, a ver si voy a tener una neumonía", pone como ejemplo el jefe de servicio de Urgencias.
Cuando alguien alude en la consulta a alguna información pescada en la Red, el médico, afirma, no se siente ofendido. "Lo que sí puede molestar es que haya un cuestionamiento de tu juicio clínico bajo el planteamiento de una lectura que ha hecho en Internet alguien que no tiene formación. A veces ocurre, pero no suele ser frecuente".