vitoria. Todo empezó cuando Ander Etxabarri, un joven vitoriano socio de Medicus Mundi, recibió un correo electrónico en el que se le invitaba a participar en un concurso de la ONG, Jóvenes en busca del Sur, cuyo premio consistía en conocer los proyectos de salud sexual que las organizaciones Nuevos Horizontes, Asecsa y Child Hope prestan en Guatemala. Ander metió en el lío a sus amigos Julen Urbano, Julen Salaberri y Haizea Pastor, y juntos pasaron todas las pruebas y acabaron ganando.

A mediados del pasado mes de agosto, y después de dos semanas de estancia, regresaron del país centroamericano con la mochila llena de experiencias, un gran reportaje fotográfico en el ordenador y la sensación agridulce de que un pueblo que, si por algo destaca, es por su calidad humana, sufre destrozos sin arreglo en las vidas de sus integrantes desde la misma infancia. Los jóvenes visitaron comunidades de mujeres, de hombres mayores, de adolescentes, en las que se forma en salud sexual y reproductiva a personas marcadas por la tradición religiosa, la falta de estudios y la pobreza.

"Nuevos Horizontes hace un trabajo enorme, atiende a las mujeres que llegan allí con problemas judiciales, psicológicos o médicos, conocimos un albergue de mujeres violentadas, que por orden judicial era secreto, y había muchas niñas y adolescentes", recuerda Ander. "Hay historias aterradoras -continúa-. El tío viola a la adolescente, ésta tiene un hijo que la familia también viola y la madre, en vez de proteger a la chica, la envía a casarse con su tío". Haizea explica, en ese sentido, que en Guatemala "hay una tasa de embarazos impresionante, y normalmente es por violación intrafamiliar. Son chavalas de 13, 14 ó 15 años con uno o dos críos".

Ante esa realidad, las comunidades que visitaron Ander, Haizea y Julen Urbano -el otro Julen finalmente no pudo viajar- trabajan en la formación para que esas chicas puedan hacer una vida digna y autónoma, y para que otros jóvenes tengan unas herramientas mínimas para vivir una vida sexual sana. "Aquí lo vemos como más normal, pero allí tienen muy metida la mentalidad machista", advierte Ander. "Igual les comentabas que aquí pueden vivir dos chicas con un niño, o parejas sin niños, o dos chicos, y se sorprenden, están muy marcados por la tradición", subraya Haizea.

Ambos jóvenes explican que la formación que allí procuran los cooperantes llegados desde todo el mundo -incluido Euskadi- versa, en el caso de las mujeres y los adultos, sobre el uso de los preservativos para evitar embarazos y enfermedades de transmisión sexual, o sobre la correcta alimentación de la mujer embarazada y de los niños.

Aunque la formación desde la más absoluta ignorancia sobre salud sexual "hace que se choquen ideas", y que, por ejemplo, un joven renuncie a mantener relaciones con una chica porque "el preservativo no es fiable al 100%", lo cierto es que la ausencia de prejuicios a la hora de aprender ha marcado a los jóvenes vitorianos. "Tienen ganas de ponerse a aprender, de entender otras realidades, porque allí la tradición está superarraigada, y parece difícil ver las cosas de otra manera, sobre todo con la gente mayor", señala Haizea. "Hay muchos temas que son tabú -prosigue-, y más en comunidades indígenas; al principio hay reparo, pero con juegos y otras técnicas se van rompiendo las barreras". La fotógrafa gasteiztarra relata cómo veía "más reacios" a quienes participaban en su primera capacitación -así se llaman estos cursos de formación- que a quienes "llevan dos años y tienen un discurso asimilado, están concienciados del tema. Es muy interesante ver las diferentes fases que se dan", afirma.

Los jóvenes vitorianos, en su viaje para conocer los proyectos de educación sexual de diferentes organizaciones, se encontraron con una realidad que va aún más allá. Una de sus manifestaciones es el trabajo infantil, que casi siempre acompaña a la pobreza extrema, y del que Guatemala no escapa.

Su discurso sobre esta cuestión tiene el valor de lo recién vivido. "Los niños deben jugar, sí -admite Ander- pero no es tan fácil". Haizea explica por qué. "Muchos críos nos decían que aunque podían estudiar también tenían que trabajar. La familia está en dificultades y el niño tiene que trabajar, dignamente o no, para poder comer o incluso para mantener los estudios, cómo vas a decir que está mal", enfatiza.

"un salvavidas" En todo caso, hay puertas para la esperanza, el simple hecho de poder acudir a estas capacitaciones es la prueba de ello. "Los chavales te decían que sus compañeros de clase ni siquiera tenían la oportunidad de ir a estos sitios", explica Ander, quien apunta que organizaciones como Nuevos Horizontes, Child Hope y Asecsa hacen un trabajo importante, "pero no deja de ser un salvavidas, falta algo más integral, hay algún tipo de subvención del Gobierno, pero no es lo habitual". Según el joven, en Guatemala "no se castiga la violencia contra la mujer, el tema se mantiene al margen porque es bastante delicado, te metes en problemas, y se hace la vista gorda a nivel judicial y social".

Ahora, con las imágenes vividas aún frescas en la retina, Ander hace balance. "Aunque suene a topicazo, me he llevado una impresión muy positiva sobre todo de la gente. Son muy humanos, se nota que cuando no tienes otra cosa sale la humanidad, es gente que no tiene tiempo ni para dormir, pero sacan un rato para las capacitaciones, para ayudar a su comunidad. Y, además, no tienen tantas normas como nosotros".