Bilbao. Allá por los años ochenta, cuando Zhong Jing Yang llegó a España, la gente le decía: “Bruce Lee”. Las artes marciales, sin embargo, no son lo suyo. “Parece que todos los chinos saben kung-fu y todos son Bruce Lee, pero no es así. Cuando un español va a China, le dicen que todos los españoles juegan al fútbol. Son tópicos, pero es normal”, asume con resignación oriental el secretario de la Asociación de los chinos de Euskadi. De buen rollito y con la colaboración del presidente de la asociación, Xiao Rong Zhu, este empresario cuenta todo lo que usted siempre quiso saber sobre los chinos, pero nunca se atrevió a preguntar.

¿Por qué PARECE QUE NO SE MUEREN?

La mayoría son jóvenes y, tras jubilarse, suelen volver a su país

Por más que uno escudriñe los periódicos, es casi imposible toparse con la esquela de un oriental. “La gente piensa que somos inmortales. Ojalá”, suspira Yang. Pero lo cierto es que fallecen, aunque no lo hagan en Euskadi. “No muere mucha gente porque es una comunidad joven. Casi el 90% de los chinos son menores de 60 años y los que son mayores, como no saben castellano, cuando llega la edad de jubilación vuelven a su país”, aclara y precisa que no es su caso, que él se quedará aquí, porque no tiene “ningún problema” para comunicarse. Si la muerte les sorprende antes de lo esperado, nada de funerales. Los familiares y amigos celebran un sencillo acto en el tanatorio y los incineran o entierran. “Te despiden y ya está. En los cementerios locales hay chinos enterrados. Lo que pasa es que la gente no publica esquela ni nada”, apunta Yang.

¿Les gustan el fútbol y el juego?

Vigilan las tragaperras y echan monedas cuando están llenas

Además de que gane su equipo de fútbol local, a los chinos también les gustan el casino y las máquinas tragaperras. Juegan, dicen, sin trampa ni cartón. “Si hay una máquina con 500 euros recién echados, echo más y seguro que saco un premio”, señala Zhu. “Vigilan la máquina, cuántas personas han jugado... Son unos pocos, pero como siempre están merodeando por allí, parece que son muchos”, añade Yang, para quien “si la máquina tuviese algún truco, el dueño ganaría siempre ”.

¿Qué hacen en su tiempo de ocio?

Van a la discoteca y comen chuletón y bacalao al pil pil

Cuesta creerlo, pero los chinos también disfrutan de su tiempo de ocio. “Los fines de semana, en todas las discotecas hay siempre varios jóvenes chinos”, detalla Zhu. Sus compatriotas de mediana edad se decantan por la buena mesa. “Quedamos para comer con la familia y los amigos, a veces algo chino auténtico, a veces comida vasca, que es excelente. El chuletón o el bacalao al pil pil están buenísimos”, da fe.

¿Cocinan ‘animales de compañía’?

Solo comen carne de perro en China y cada vez menos

Para tranquilidad de los comensales, ambos destierran la leyenda de que los chinos cocinen carne de perro en sus restaurantes. “Solo se come en China, en algún pueblo, y cada vez menos. En Europa no hay. ¿Dónde está la carne de perro o de serpiente? No existe”, afirma tajante Zhu, quien ha probado ambos manjares en su país y asegura que “están muy buenos”. Para poner las cosas en su sitio, Yang tira de un ejemplo. “En mi país la gente no come caracol, porque tiene mocos y es muy sucio. En cambio, aquí sí. En China se comen medusas y aquí no. Son costumbres”, explica y desvela que la llamada sopa de aleta de tiburón “es sopa de fideos de soja”.

¿No les afecta la crisis?

Abren negocios aprovechando que los dueños bajan el alquiler

Pese a que los restaurantes, bazares y tiendas de ropa orientales se siguen expandiendo por el paisaje urbano, dice Zhu que la crisis también les afecta. “Nosotros también cerramos negocios, no solo los españoles. Si en un sitio no ha habido suerte, se cambia de zona”. Tras confirmar que ha habido compatriotas que han tenido que echar la persiana, Yang explica por qué otros inauguran sus comercios con los tiempos que corren. “Los chinos aprovechan el momento de crisis. Como el propietario no puede alquilar su local, pueden negociar más fácil y conseguir rentas más bajas. Además, tenemos fama de buenos pagadores, por lo que a los dueños les gusta alquilarnos sus lonjas”.

¿Pagan impuestos como todos?

Cotizan a la seguridad social y les hacen más inspecciones

Aunque en época de vacas flacas los chinos se saben en el punto de mira, Yang asegura que “la gente no tiene por qué sospechar de nadie”. “He oído que los chinos no pagamos impuestos, que no cotizamos a la seguridad social... Son todo mentiras. Aquí el sistema exige a todo el mundo. ¿Cómo podrían escapar los chinos? A nosotros nos hacen más inspecciones que a cualquiera”, asegura y subraya que, lejos de causar la crisis, ellos ayudan a sobrellevarla. “En los todo a cien los productos son mucho más baratos y eso beneficia a los consumidores. Al competidor igual no le gusta, pero al consumidor sí, porque su bolsillo ya no está como antes”.

¿No piden créditos al banco?

Se prestan dinero de palabra y sin intereses para abrir locales

Dejar dinero con la que está cayendo es toda una prueba de amor incondicional y los chinos la ponen en práctica, sin siquiera estampar su firma en un papel. “Como es difícil que el banco te preste dinero para abrir un negocio, nos lo dejamos entre los familiares y amigos y cuando ganas, lo devuelves poco a poco”, explica Zhu. Así de simple, sin intermediarios. “Nunca cobras intereses, ni necesitas un justificante. Dices: Oye, préstame 5.000 o 10.000 euros y si hay dinero, ya está. Con la palabra ya vale. Confiamos”.

¿Sus jornadas son interminables?

Trabajan de 8 a 10 horas, pero no duermen en los bazares

Algunos parecen haber echado raíces tras los mostradores de los bazares, pero Zhu desmiente que hagan vida en ellos. “Ni duermen ahí, ni comen ahí. No, hombre. Otra cosa es que un día te vaya a llegar una mercancía de Madrid a las dos y te comas una pizza para esperar”. Hecha la salvedad, sostiene que los dueños de los negocios trabajan “de ocho a diez horas”, ya que muchas veces “tienen que organizar el local una vez cierran”. Los empleados, en cambio, dice, “cumplen sus ocho horas y se marchan”.

¿Dónde y cómo se casan?

Los anillos se intercambian en el hotel entre oraciones en chino

A veces hay invitados autóctonos, pero pocos, así que las bodas chinas siguen siendo un misterio. “Se celebran en conocidos restaurantes o en hoteles del centro. La mayoría son budistas”, apunta escueto Zhu. Menos mal que Yang aporta algún detalle más de la ceremonias. “Se intercambian los anillos, se hacen juramentos... La dirige una persona que sabe oraciones en chino, no un cura. Es un acto sencillo, con familiares y amigos, en el que se prometen que se van a respetar y van a durar mucho tiempo. Luego cantan y bailan”, resume Yang, que cifra en 16.000 los chinos afincados en Euskadi.