como dice la leyenda, la noche de San Juan es la más apropiada para enterrar una época y comenzar otra nueva, de buenos augurios. Son muchos los que, siguiendo la tradición, aprovechan para reducir a cenizas los malos recuerdos en la noche más corta del año, ésa en la que el fuego recupera su protagonismo anunciando la llegada del verano. Como cada año, miles de personas asistieron a algunos de esos ritos imperecederos que se celebran en Vitoria.
El de Arriaga fue uno de ellos, el más institucional. Una comitiva liderada por el diputado general de Álava, Javier de Andrés, asistió al encendido de la hoguera junto a la ermita juradera de San Juan, en pleno parque. Muy poco después fue en Judimendi cuando las llamas se resistían a que la jornada anocheciera. Cuando el sol estaba a punto de desaparecer, el barrio volvió a iluminarse y solamente los más valientes se lanzaron sobre la hoguera, dando así inicio a una noche larga. Cabe recordar que desde el pasado jueves el barrio vive sumido en una de las celebraciones más populares de la ciudad.
Pero San Juan no sólo se celebra en Vitoria. Los pueblos alaveses también rinden su homenaje al solsticio de verano, que marca la llegada de la estación más templada del año, aunque lo hacen de formas muy diferentes. En Agurain, por ejemplo, el protagonista de esta celebración es el mundo vegetal, concretamente un chopo que se planta en la plaza de San Juan, frente a la iglesia de la misma advocación. Esto ocurre también en otros lugares de Euskal Herria, como Bera de Bidasoa, Igantzi, Oiartzun, Zegama o Ataun.
En el municipio alavés, el chopo suele entrar de madrugada a hombros de los mozos en la plaza, que atan una ikurriña en la punta y mediante sogas comienzan a izarlo, mientras otros, ayudados por unos maderos que forman un aspa, empujan el tronco desde abajo para evitar que pueda caerse. Una vez en posición vertical, los más jóvenes trepan por el tronco mientras son jaleados por los presentes.
Otra de las peculiaridades de la celebración de la fiesta de San Juan en Agurain es el recorrido de la Corporación municipal desde la villa a la localidad de Arrizala, costumbre que se remonta a principios del siglo XVII. Existía a mediados del siglo XVI en las cercanías de Arrizala una ermita conocida como Santa María de Arana, en la que vivía una comunidad de beatas que fueron condenadas al destierro, al parecer por la vida poco edificante que llevaban. Así, la ermita pasó a depender de la comunidad del Hospital de San Lázaro y la Magdalena de Salvatierra, entonces propiedad municipal. Es por ello que todavía se mantiene la tradición por la que los ediles acuden todos los años, el día 24 por la mañana, en caballo hasta Arrizala.