Vitoria. Un tercio de toda la superficie cultivable de Álava, 15.000 hectáreas, se sitúa en el término municipal de Vitoria, que cuenta con el mayor ayuntamiento agrícola del territorio. Sin embargo, a la vez alberga un núcleo urbano de 240.000 habitantes, y por ello su carácter rural queda soterrado bajo el asfalto. Ayer el gerente de la sociedad cooperativa Garlan, José Luis Fresno, aprovechó la celebración del XXV aniversario de la entidad para reclamar al Consistorio que preside Javier Maroto que "tenga una mentalidad un poco más abierta" y modifique unas normas urbanísticas que, en lo referido al sector primario, "tienen más de cincuenta años", para evitar que "el campo sea víctima del avance de la ciudad".

"Sólo pedimos a las instituciones que nos dejen hacer, porque el campo también evoluciona", explicó Fresno a DIARIO NOTICIAS DE ÁLAVA antes de subir al atril para lanzar su mensaje ante asociados y representantes políticos.

Sin embargo, la de ayer era una jornada principalmente diseñada para homenajear a quienes pusieron en marcha hace 25 años una cooperativa agraria que ha pasado de facturar cinco millones de euros en 1987 a los 55 millones de sus últimos ejercicios, y que ayer reunió a más de 400 asociados y a representantes políticos en el hotel Jardines de Uleta de la capital alavesa.

La jornada, a la que asistió el diputado general alavés, Javier de Andrés, contó con la presencia del presidente de Eroski e impulsor de Garlan hace 25 años, Agustín Markaide, o con la de Jon Azkue, viceconsejero de Pesca e Industrias Alimentarias del Gobierno Vasco. Con la actuación musical de Virginia de la Casa y la ponencia de Eduardo Baamonde, director general de Cooperativas Agroalimentarias de España, se completó una mañana de actos en la que también se reconoció a una decena aquellos primeros impulsores de Garlan.

La cooperativa nació como una reacción a la apertura del mercado europeo, en 1986, una nueva situación que colocaba al agricultor alavés al borde de una abismo de incertidumbre. La solución adoptada entonces fue la de formar varias cooperativas de primer grado que, ante la necesidad de gestionarse de la forma más profesional posible, acabaron por crear una cooperativa de segundo grado con el asesoramiento de Caja Laboral.

Desde entonces y hasta hoy Garlan ha ido ampliando su abanico de actuación, y de limitarse a comercializar fertilizantes y cereales se ha pasado a ofrecer crédito, seguros y asesoramiento a sus socios, además de buscar nuevas salidas para un sector muy condicionado por la normativa europea y por el carácter global de un mercado cuyo primer eslabón, el agricultor, carece de fuerza para posicionarse con ventaja.

Por ello ha apostado por inyectar sus productos en el mercado de cercanía y calidad, a través de Eusko Label o Euskal Baserri, se han incrementado las producciones y se han comprado participaciones en asociaciones más grandes, como Intermalta.