Vitoria. Todo comenzó con un inocente click de ratón. El joven gasteiztarra Oidor Irigoyen, de 27 años, se encontraba en casa, trasteando con su página de Facebook, cuando un enlace patrocinado llamó su atención. El gigante coreano Samsung le animaba a contar su historia y a postularse como candidato a convertirse en antorchista olímpico. No lo dudó, se registró y accedió a la pequeña ventana en la que debía glosar su espíritu de lucha y superación. "Al jurado le gustó mi historia. Expliqué que pertenecía al Partido por un Mundo Más Justo, que lucho por las libertades de las personas, que no compro animales, que me acababa de echar una perra, que la saqué de la perrera y que ahora es mi compañera de viaje. No eran más que tres líneas, la verdad".
Aquello tuvo lugar hace ya más de un año. Poco después de presentar su relato le indicaron que había resultado seleccionado entre los finalistas. Cuando le confirmaron definitivamente que le llevaban a los Juegos Olímpicos a portar la antorcha, no se lo podía creer. "Pensaba que me estaban vacilando, pero cuando me enviaron todos los consentimientos para que los firmara y demás, me lo creí. Y cuando salió publicado en la página web oficial de los Juegos Olímpicos de Londres, aluciné". No se lo esperaba. "Había más de 40.000 personas apuntadas -explica-, así que imagínate la sorpresa". Ahora mismo anda enmarañado con los preparativos para viajar al Reino Unido. Sabe que el 25 de junio, lunes, correrá unos trescientos metros cruzando un pequeño y bonito pueblo de Inglaterra llamado Ecclesfield en una de las 70 etapas que la llama recorrerá hasta alcanzar el Estadio Olímpico de Londres. La firma patrocinadora le proporcionará todo. Desde el uniforme blanco y dorado de antorchista -pantalón corto y camiseta-, hasta los vuelos, los alojamientos y las comidas. La supervisión del programa será absoluta y férrea para evitar que surjan contratiempos. Como podía elegir un acompañante, ha decidido que su madre le seguirá en esta inolvidable aventura.
De nervios, anda "fatal" porque le da "muchísima vergüenza". "Cuando me apunté lo hice sin más -rememora- y no calculaba el alcance de lo que estaba haciendo. Es que voy a portar la antorcha olímpica, que es algo que muy poca gente puede hacer, lo cual es un honor y un orgullo, pero también una responsabilidad". Confía en que el mecanismo interno de gas de la antorcha no le juegue una mala pasada y bromea señalando que "me llevaré un mechero por si acaso se apaga".
Antes de cubrir este breve pero emocionante itinerario, los antorchistas llegarán a la localidad británica a bordo de un autobús en el que una enorme pantalla irá desgranando las historias de los corredores ilustradas con sus correspondientes fotografías personales. Las dos hermanas mayores de Oidor "alucinaron" cuando supieron lo que iba a suceder. "Me dijeron que era un friki", comenta entre risas. El resto de su entorno simplemente no se lo creyó hasta que se hizo oficial. Lo único que lamenta es que el uniforme oficial de antorchista no contemple licencias extradeportivas. No puede incluir ningún tipo de logotipo ni publicidad. "Es todo muy estricto y está supercontrolado, pero si por mi fuera me encantaría llevar algo que aluda a la capitalidad verde de Vitoria". Como anécdota final, Oidor explica que conoce personalmente a otro gasteiztarra que fue antorchista olímpico en 1992. "Es el padre de una amiga de mi hermana, así que sí hay precedentes de vitorianos que han portado la llama olímipica, aunque la verdad es que yo no lo he sabido hasta hace poco", concluye.