vitoria. En tiempos de crisis los eslabones más débiles de la cadena son los primeros en romperse. Contra esta tendencia lucha el Banco de Alimentos de Álava. Lo hace a duras penas ya que el año pasado vio cómo crecía el número de personas que necesitaban su ayuda al tiempo que descendían las toneladas de víveres percibidas. Y así, las cuentas no salen.
Según un informe de la Unión Europea, en el viejo continente se tiran cada año 179 kilos de comida por habitante y los supermercados rechazan un 30% de sus productos por razones de estética. Por su parte, el Instituto Nacional de Estadística (INE) asegura que el 21,8% de la población residente en España vive por debajo del umbral de la pobreza, mientras que el Consejo Económico y Social revela que nueve millones de españoles viven con menos de 8.000 euros anuales y que hay 265.000 hogares donde no entra un solo euro.
Por todo ello, la labor de los bancos de alimentos se ha complicado en los últimos tiempos. Y lo ha hecho de forma importate en el territorio, según desvela la última memoria de 2011 de la institución. No en vano, la asociación atendió ese año a 11.970 personas, un 11,6% más que el año anterior, mientras que las toneladas repartidas descendieron en más de un 12% situándose en las 11.970. Encaje de bolillos para una sociedad cada vez más necesitada.
Ésta es una tónica que se repite los últimos años. Desde que el Banco firmara el convenio con el Fondo Español de Garantía Agraria (FEGA) en 2006, el número de beneficiarios de su actividad ha crecido paulatinamente. Sin embargo, en 2010 ya se observó un ligero descenso de los víveres percibidos mientras que el año pasado definitivamente volvió a caer, lo que complicó la situación. Aún así, el Banco de Alimentos llegó el pasado ejercicio a 11.970 personas desfavorecidas pertenecientes al centro de acogida, residencias y comedores sociales, los centros de inmigrantes, los ayuntamientos y mancomunidades públicas, las parroquias e instituciones religiosas, asociaciones de colectivos desfavorecidos, el propio banco de alimentos y, por supuesto, los colectivos marcados por la FEGA.
En cuanto a la solidaridad, gracias a la que se llenaron las reservas de esta entidad el año pasado, las empresas públicas han demostrado ser las más implicadas con la causa. De hecho, el 52,6% de las 789 toneladas de alimentos que se percibieron llegó de este ámbito, mientras que el 30,8% tuvo su origen en la FEGA. El resto de los donantes fueron el propio Banco de Alimentos, colectivos y personas privadas y diversas organizaciones.
Esto demuestra que todavía queda una amplio margen para que los individuos a título particular puedan echar una mano para garantizar la subsistencia de quienes más lo necesitan. Sobre todo, con la donación de alimentos de primera necesidad como arroz y aceite, que son los más urgentes. Y es que, dentro de la particular lista de la compra de la asociación, el 20% de los alimentos distribuidos en 2011 se correspondió al grupo de lácteos y yogures y el 18% a legumbres, arroz y pastas.