rOBO al gran Oroz el titular de su mítica serie de principios de siglo, de cuando aquel partido a cara de perro que disputamos en Anoeta realistas y osasunistas, el día en que Demetradze ejerció de autista. El partido de la infamia, como le llama Eneko cada vez que se lo recuerdo mientras agita la camiseta que Mikel Aranburu vistió aquel día o el de solteros contra casados que decía José María García desde las ondas. Y le robo el titular para resumir una semana por el viejo territorio foral de Gipuzkoa que se ha convertido en todo un festival.

Desde que el presidente de Afagi, Koldo Aulestia, salió a recibirme a Markina para guiarme hasta la muga, hasta que me dejó 15 kilómetros más adelante del puente de Endarlatsa, el recorrido ha sido una deliciosa y continua compañía de gentes que se han ido sumando al proyecto a lo largo de todas las etapas, en las que Koldo me ha llevado en bandeja de plata.

Han sido las más duras hasta el momento de los más de 930 kilómetros que llevo recorridos, pero las menos costosas. De Markina salíamos más de 20 personas entre los miembros de Afagi, amigos del Camino de Santiago y representantes del Gobierno Vasco. Subir, bajar, subir, bajar sin descanso. A puro huevo. Pero al final de las etapas, en Deba, en Zarautz, en Donostia o en Irun nos esperaban suculentas comidas nada reconstruidas ni memeces parecidas. Bien de jala y más de sidra con las gentes que tratan de paliar los embistes del jodido alemán ladrón de recuerdos.

La llegada a Olatz, la sociedad de Deba, la cena con Jabi y Julen en Mutriku, la subida a Itziar, la bajada a ver la rasa mareal, el barro que nos comimos, el paseo de Getaria a Zarautz, las fotos de Fidel, el vitalismo de Asun, la sociedad de Zarautz, el humor socarrón de Kepa, el detalle de Amaia que se vino desde Madrid a patear y sin tacones ni minifalda, la alegría de Naroa, la txistorra en el albergue de Rosa, la ilusión de Amaia e Itziar, la sonrisa de Javier el gallego, los sobrinillos giputxis en Donosti, la tía Elena, la charla en San Telmo, la incomparable cena pagada por la Unión Artesana con Ángel de cicerone y Miguel de maestro de ceremonias, la visita a los compañeros de Noticias de Gipuzkoa para comprobar que hay gente que, a pesar de los pesares, trata de seguir haciendo periodismo con ilusión en medio de la tormenta, la fortaleza de Miguel en la dificultad, el primillo Javi haciéndome de sherpa, el repor de Ana y su compañía, el paseo con Noti, la txalupa de Pasaia, la visita de Germán y las bromas con Joseba, la clase mañanera con los despistados de Donostia y la sabiduría y empuje de Pablo en el Cita Alzheimer, el almuerzo preparado por Aitor en el país del Bidasoa, el apoyo permanente de Juanma, los kilómetros con Juan en su bici-silla de ruedas, la aparición de Izaskun con Maialen y Unax, el bocata con Juan y Cristina, la visita de Maitena para echarme la bronca de que no estiro y la simpatía de Josema. Y las decenas de nombres y momentos que me dejo pero que no olvido, mientras no me visite el alemán. Lo de Gipuzkoa no ha sido andar, lo de Gipuzkoa ha sido un festival. Aulestia jauna, mila esker.